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lunes, 24 de marzo de 2025

Autoridad sin autoritarismo

El ejercicio de la fuerza hay que ejercerlo cuando los violentos impiden el derecho de aquellos que quieren vivir en paz

Hay un aforismo militar que dice: “la inacción es incompatible con el ejercicio del mando”, y otro que “orden más contraorden es igual a desorden”. Cuando se está al frente de una institución, porque ha sido designado para ello, y muy especialmente elegido en votación popular, hay que ejercer la autoridad que se le ha conferido, y asumir la responsabilidad que conlleva. Lo que no es de recibo es callarse, esconderse, desaparecer ni mucho menos quedar inactivo. Cuando eso ocurre, quien está al frente debe de ser inmediatamente cuestionado o incluso reemplazado.

Es exactamente lo que pasó con el intento de implementación del seguro obligatorio, cuando apenas 48 horas después de haberlo anunciado, fue suspendido precisamente porque hubo fuerzas externas que impidieron que siguiera el proyecto hacia adelante. No es de recibo que cuando se toma una decisión, que se supone meditada, pensada y analizada, e incluso una horas antes confirmada por el ministro de gobernación y el propio secretario de comunicación social de la presidencia, el presidente anuncie la suspensión. Tal actitud demuestra dos cosas: o se quiso imponer algo sin el suficiente análisis o no se ejerció la autoridad para hacerlo obedecer. Cualquiera de las dos opciones es nefasta, y evidencia un gobierno con muy poca capacidad de gestión pública.

Perdieron la iniciativa, pero algo mucho peor: la razón y la ética con la que se presentaron y por la que fueron elegidos. Es una pena que tal situación y forma de ser continue por los próximos tres años-, lo que abre la puerta a la necesidad imperiosa de un gobierno tecnócrata para 2028. No más políticos inútiles o ladrones, porque el resultado final es idéntico. Se requiere uno o dos periodos de tecnócratas capaces de poner en orden y en su sitio ciertas cosas, pero con autoridad, razones y datos, no con caprichos o alegrías juveniles de inexpertos.

Hay que sacar de la política -al menos por un tiempo- a los políticos partidistas, al menos hasta que la decencia aparezca nuevamente en la variable del poder. Este tipo de actitudes es un disparo en el pie y le resta oxigeno -del poco que le deuda- al presidente, a quienes dejan caer tanto las fuerzas opositoras como integrantes de su propio partido. Si el país tuviera la posibilidad de hacer una moción de censura o un impeachment, es evidente que las probabilidades de que el actual gobierno saliera son muchas.

El presidente no sabe o no cuenta con ese poder de convocatoria ciudadana que algunos reclaman. Las autoridades indígenas más representativas se han puesto en su contra y evidentemente no le quedan “amigos” más allá de aquellos que todavía defienden ideológicamente a un gobierno de izquierda y otros que prefieren seguir apostando por una forma de ser por temor a que pueda surgir otra peor, o a la censura de una mayoría visceral.

La democracia no puede sostenerse sin autoridad, no autoritarismo. El ejercicio de la fuerza hay que ejercerlo cuando los violentos impiden el derecho de aquellos que quieren vivir en paz. Algunos entienden ahora aquello criticado hace años del “derecho a la locomoción” por sobre el bloqueo abusivo. Cambiadas las tornas se ve “diferente” porque afecta a los críticos de antes, sin advertir que siguen sin apostar por principios, sino por intereses o pasiones.

Lo ocurrido es un enorme desgaste político que la oposición aprovecha y deja que el tiempo haga su efecto sin mojarse los pies. El problema es que cada vez más personas ven un gobierno en caída, y después de la Semana Santa -que ya está cerca- irán a por todas.

lunes, 17 de marzo de 2025

Justicia sin jueces

Uno de los desafíos de los sistemas democráticos -quizá el mayor- es implementar un sistema de justicia eficiente y efectivo, dentro del marco legal

Es pertinente preguntar por qué el gobierno de Bukele goza de tanto éxito y popularidad, especialmente cuando no se han registrado cambios económicos, sociales u otros de manera significativa que justifiquen esos altos índices de apoyo reflejados en las encuestas. Tal vez la respuesta se encuentre en la teoría subyacente de la pirámide de Maslow, que establece la seguridad como una condición esencial para que los seres humanos puedan progresar en sus aspiraciones.

La seguridad proporciona previsibilidad para realizar actividades como trabajar, pasear y relajarse sin temor por la vida. Es la razón fundamental que justifican la existencia del Estado, expuesto por muchos pensadores tradicionales, y recogido en las constituciones modernas. Por ejemplo, el artículo 1 de la Constitución de Guatemala establece: “El Estado de Guatemala se organiza para proteger a la persona y a la familia”.

Bukele, junto con otros líderes autoritarios, entendieron la situación y decidieron emprender acciones para detener y encarcelar a aquellos señalados de ser supuestos delincuentes. Esta estrategia creó un clima de represión percibido positivamente por la mayoría de los ciudadanos, quienes apreciaron que los actos delictivos ya no ocurrían.  Se cometieron errores significativos, como se ha denunciado públicamente, pero muchos ciudadanos prefieren una paz con ciertas injusticias -siempre que no los afecte directamente- a una justicia sin paz. A largo plazo, los errores de la represión ejercida por Bukele (al igual que las de Castro, Chávez/Maduro y Ortega/Murillo) se harán evidentes con el paso del tiempo. Sin embargo, a corto plazo, y desde el sentir de la mayoría, el problema parece resuelto.

Igual ocurre con el narcotráfico y el crimen organizado, y se puede ver particularmente en el vecino país de México. En las ciudades en las que viven familias de narcotraficantes, la mayoría de los habitantes viven tranquilos porque saben que esos grupos terminan de una vez con la delincuencia que les afecta su vida diaria, y son conscientes de que si no entran en colisión con ellos, no hay nada que temer ¡Simple pero eficaz!

Uno de los desafíos de los sistemas democráticos -quizá el mayor- es implementar un sistema de justicia eficiente y efectivo, dentro del marco legal. Sin embargo, factores como amparos, recursos y sistemas malos pueden hacer que el proceso sea prolongado, llegando a tardar la resolución años, lustros o incluso décadas. Esta demora puede llevar a algunas personas a pensar en tomar medidas por sí mismas, como la venganza o el linchamiento. El problema es fácil de entender y simple de aplicar. En algunos casos, sin embargo, los abogados pueden beneficiarse más con una causa abierta por tiempo que con un sistema que resuelva el problema en un día, como ocurre con el arbitraje, que comienza a imponerse en muchos países, incluso en materia penal. Dilatar los procesos puede llevar a situaciones de falta de justicia, que se pueden observar en la región y que son difíciles de negar. 

El punto es si el gremio de leguleyos, con enorme poder otorgado en la constitución, o que maneja una enorme cantidad de dinero en el Colegio, además de otras ventajas incompresibles, está dispuesto a enfrentar esta realidad. En todo caso, el pueblo soberano debería considerar este tipo de cuestiones para dejar de ser parcialmente liderado por grupos de poder que se repartieron el país allá por 1985, otorgándose ventajas de las que evitan hablar porque están fuera de la forma de operar de la democracias avanzadas desde hace muchísimos años. 

Al igual que en muchos otros aspectos, el problema ha sido identificado claramente. El país cuenta con suficientes diagnósticos, sin embargo, la implementación de la solución siempre se pospone.

lunes, 10 de marzo de 2025

Europa y Estados Unidos

Ya hay declaraciones de diferentes líderes europeos sobre la necesidad de enfrentar y modificar ese desequilibrio e irresponsabilidad en materia de seguridad

Paul Johnson, en su libro Tiempos Modernos, reflexiones en diferentes capítulos sobre el Estado de Bienestar. Cuando habla de su creación dice: “En 1913, el ingreso total del Estado (incluido el gobierno local) como porcentaje del PBN, se reducía al 9 por ciento en Estados Unidos. En Alemania, que desde los tiempos de Bismarck había comenzado a construir una formidable estructura de medidas de bienestar social, representaba el doble, es decir el 18 por ciento; y en Gran Bretaña, que había seguido el ejemplo de Alemania desde 1906, era el 13 por ciento”.

Después de la II Guerra Mundial, Europa Occidental comenzó a reconstruirse con ayuda del Plan Marshall. El gasto estatal en áreas sociales fue incrementándose y hoy alcanza endeudamientos nacionales cercanos al 90% del PIB en la zona euro, y superior al 100% en Francia, Bélgica, España, Grecia, Italia o Portugal. El porcentaje de impuestos que pagan sus ciudadanos -por rendimiento de trabajo e IVA-, están cercanos al 30/40%, los primeros, y entre el 15/27% los segundos, según el país.

Europa disfruta de un Estado de Bienestar aceptable que requiere del financiamiento de trabajadores que no nacen en sus países, de ahí la enorme migración que contribuye para permitir sistemas con pirámides de edades invertidas. Si antes un jubilado era sostenido por varios trabajadores, ahora lo habitual es que sean dos trabajadores quienes sostienen a cada pensionista, y va en aumento.

Trump y Vance han puesto sobre la mesa un viejo problema que habían ignorado tanto europeos como norteamericanos: el costo de la seguridad en el viejo continente. A pesar de un compromiso existente desde 2006 -renovado en 2014- por el que se comprometían a gastar mínimo el 2% del PIB en defensa, en 2014 únicamente dos países lo hacían, seis en 2022 y algunos más en la actualidad. Se acostumbraron a que fueran los EE.UU. quienes resolvieran los problemas, lo que ha terminado por enojar a la actual administración.

Ya hay declaraciones de diferentes líderes europeos sobre la necesidad de enfrentar y modificar ese desequilibrio e irresponsabilidad en materia de seguridad, construido sobre la base de una política del avestruz, en la que escondían la cabeza, miraban a este lado de Atlántico, y solicitaban dinero, armas y ayuda. Tampoco por aquí había sido muy cuestionado porque la mayor parte de créditos lo eran para comprar armas de fabricación norteamericana ¡Y felices los cuatro!

Lo que provocará una revolución moderna es cuando el liderazgo político europeo tenga que explicar a sus ciudadanos que para incrementar el gasto público en seguridad hay tres vías, y una está descartada de antemano: reducir los beneficios que ahora disfrutan -la desechada-, elevar los impuestos o endeudarse. 

Es evidente que por política, irresponsabilidad y comodidad, elegirán la de menor efecto inmediato, y lo transferirán a las generaciones venideras, a través de nuevo endeudamiento que hará superar el 100% del PIB a aquellos países que todavía no lo hayan hecho. Deudas que serán pagada en un par de décadas por generaciones todavía no nacidas y aquellos otros que ahora se incorporan a la fuerza laboral. En resumen, se desplazará el problema a los ciudadanos alevines y que vean como lo resuelven cuando los actuales políticos irresponsables y vividores dejen de existir.

A pesar de sus malas formas, Trump -como buena institutriz malencarada- ha hecho ver a estos niños maleducados que hay que dejar de presumir de la buena vida, asumir responsabilidades de adultos, y dejarse de lloriqueos pueriles. 

Europa enfrenta un reto que le debe hacer madurar ¿Habrá liderazgo y responsabilidad? Eso está por verse.

lunes, 3 de marzo de 2025

Yalta, Potsdam y Washington

El liderazgo mundial siempre ha mantenido reuniones tensas e intensas en momento álgidos aunque no se trasladase el resultado a la opinión pública de forma directa 

El mundo apenas conoce el fondo y las formas de aquellas reuniones previas al fin de la II Guerra Mundial, entre los representantes de Reino Unido, Rusia y EE.UU, en las que se repartieron el mundo. A lo sumo se publicaba una fotografía oficial y se emitía un comunicado conjunto que solía contener la informa precisa y puntual que deseaban trasladar a la opinión pública. No había democracia, tampoco exigencia ciudadana ni mucho menos redes sociales.

En Yalta, Stalin obtuvo el reconocimiento de los hechos consumados, y se rompieron una serie de compromisos internacionales. Las tres potencias se otorgaron el derecho de decidir el destino de los pueblos y aceptaron que no existía la posibilidad de salvar la integridad territorial de Polonia. En Potsdam, quedó patente que la mayoría de los acuerdos a los que se había llegado en Yalta no se cumplieron, y que las democracias occidentales bien poco podían hacer para obligar a Stalin a cumplir las promesas hechas. 

El liderazgo mundial siempre ha mantenido reuniones tensas e intensas en momento álgidos aunque no se trasladase el resultado a la opinión pública de forma directa. Pareciera que aquellas reuniones eran amigablemente, entre té y pastas, y que la “buena voluntad” de los asistentes o una cortesía explícita y reflejada en fotografías eran el tono de las discusiones internas. Hoy, contrariamente a aquellos tiempos, los medios de comunicación, y las redes sociales, transmiten en tiempo real los alegatos entre Zelensky, Vance y Trump, y hay indignación por lo que se muestra. 

El fondo de la discusión es mucho más extenso que lo que se pudo apreciar. Una Rusia decadente que necesita oxígeno para amortiguar a una Turquía con creciente dominio en la zona e influencia hasta Siria. China, en expansión, guarda un silencio interesado porque el desgaste internacional de las otras potencias le favorece. Estados Unidos desea recuperar un debilitado liderazgo mundial con demasiados frentes abiertos, y necesita cerrar conflictos y crear alianzas que amortigüen el papel de Irán en el financiamiento del terrorismo internacional, pero también la confrontación en Israel y la alianza con los turcos. La Unión Europea teme renunciar al confortable Estado de Bienestar del que disfruta, y deberá de readecuar sus cuentas para enfrentar escenarios complejos de inseguridad, entre ellos la migración descontrolada y la incidencia en un modelo social identitario que peligra con diluirse.

Las formas, sin embargo, más sencillas de analizar, quedan debiendo al ciudadano. No es aceptable una altanera y descontrolada discusión entre jefes de estado tratando un conflicto bélico que cuenta con gran cantidad de víctimas, pero tampoco porque genera una percepción que desdibuja el problema. Si Trump y Vance quisieron doblegar a Zelensky, la estrategia de humillación pública se revirtió; si el ucraniano sabía a lo que iba, ganó la batalla mediática.

Estamos asintiendo a un cambio de paradigma en las relaciones internacionales, producto de múltiples y complejos factores, y solemos quedarnos en la periferia del debate: en las formas. En ese espacio seguramente hay un costo importante para la política exterior norteamericana, porque la fuerza, el grito, la humillación, la imposición y las malas caras no terminan por dar la razón y convencer, aunque puedan vencer. 

Cuidar las formas públicas no deja de ser una herramienta necesaria en tiempos de abundante tecnología. Utilizar un mínimo de razón y explicar las consecuencias, es una mejor vía de acercamiento al ciudadano que la del histrionismo. La autoridad no se ejercer con despotismo, sino con la dureza de la ley y de la razón, que parece ser fue lo que se perdió en Washington. Otra reunión para la historia.

lunes, 24 de febrero de 2025

Trump limpia la mesa

La ciberseguridad como forma de protección y la ciberguerra como acción, son los dos principales vectores de una nueva forma de confrontación silenciosa

Cada día está más clara la política exterior norteamericana. La administración Trump “ha designado” a China como el enemigo potencial, y como antaño lo fue la URSS ahora lo es el régimen de Xi Jin Ping. Pero no se pueden abrir frentes sin cerrar otros, y esa es la principal razón para poner fin al conflicto Rusia-Ucrania que detrae atención y recursos, y focalizarse en quien de verdad pone en jaque la primacía norteamericana.

En veinte años, China ha penetrado el mercado mundial, pero particularmente el latinoamericano, tradicionalmente reservado a la influencia norteamericana. Además, promueve y sostiene regímenes autoritarios como Venezuela o Nicaragua, sonríe a Honduras y otros países, e invierte en infraestructura estratégica en la región, lo que le permite posicionarse en el continente. 

Los EE.UU. pretenden arreglar un problema que se ha ido consolidando por años, ya que enfocaron su esfuerzo en otras partes del planeta. Sin embargo, ya no basta con contener geopolíticamente la expansión física de las potencias, ni usar la geoeconomía como forma de acción, porque únicamente las dictaduras pueden utilizarla eficazmente al no necesitar explicar a sus contribuyentes el dinero gastado. Por lo tanto, hay que buscar un nuevo vector, y ese es la Geotecnología, definida como el ejercicio del poder a través del uso y control de la tecnología y de los recursos que la hacen posible. De esa forma el adversario no podrá desarrollar sus capacidades con libertad de acción y creatividad, y se verá obligado a protegerse frente a la acción de estos nuevos medios.

La ciberseguridad como forma de protección y la ciberguerra como acción, son los dos principales vectores de una nueva forma de confrontación silenciosa que puede activarse a distancia y en el tiempo, y en la que es difícil localizar al inductor -enemigo- o predecir el momento en qué puede operar. Para ello se requiere de materias primas, y su posesión provoca la actual confrontación que alcanza a los países que cuentan con esos minerales y tierras raras, que son los recursos del futuro.

EE.UU. implementa una estrategia de contención e investigación, que puede auspiciar el debate de los próximos cincuenta años. De una lado, impide la proyección marítima china, pero también la económica; del otro, consigue los recursos que hagan posible desarrollar “estas nuevas armas”, y negárselas al contrario. Si se mantienen abiertos otros frentes faltarían capacidades, y esa quizá sea la razón de dar carpetazo al tema del conflicto europeo. Además, Rusia se queda -momentáneamente- como un aliado norteamericano, y la UE no reaccionará a favor de China, incluso después de las elecciones alemanas posiblemente tome una postura más cercana al interés norteamericano. Simultáneamente se hace una dura ofensiva diplomática hacia los países latinos para recuperar, en la medida de lo posible, el espíritu de la doctrina Monroe, e ir desalojando -o evitar que se amplie- la influencia asiática.

En todo este reajuste internacional hay un claro perdedor: la Unión Europea, salvo que los acontecimientos cambien en el corto plazo, lo que requiere de un inexistente liderazgo. Sin embargo, todo apunta a que puede tomar un rumbo más agresivo contra la migración y a favor de la seguridad y la defensa del continente, lo que la llevará a una necesaria introspección, mientras el nuevo orden internacional inicia su andadura.

Hay que considerar, sin embargo, los problemas de este tablero de ajedrez: Trump tiene poco más de tres años, porque no es reelegible.  Putin es un dictador, y no es de fiar. China piensa a largo plazo, así que puede esperar,  y la UE ni aprende ni escarmienta. Igual en unos años terminamos peor que iniciamos.

lunes, 17 de febrero de 2025

Liderazgo, política y acción

El europeo está acomodado al Estado de Bienestar y al paternalismo,  y no olvida los efectos ni los millones de muertos de dos guerra mundiales

Vivimos momentos calientes en la política internacional. Trump, después de llegar al poder por un alto desencanto social, firma diariamente órdenes ejecutivas con impacto mundial, y surge esta interrogante: ¿qué liderazgo político hay al frente de cada nación? El líder ha sido tradicionalmente alguien cargado de legitimidad que con apoyo de los suyos ha confrontado situaciones complejas. 

Trump sugiere -ordena- qué y cómo hacer para poner fin al conflicto Rusia-Ucrania, al tiempo que Vance pronuncia, en la conferencia de seguridad de Munich, un contundente y desafiante discurso contra la pasividad y deriva autoritaria de la UE. Además de hablar de libertad y democracia, les “recuerda” a Hegel y una de sus máximas: “el valor de un pueblo reside en su dosis de sacrifico”.

De los pilares de construcción de la Unión Europea (UE), el menos desarrollado es la política exterior y de seguridad común. Los Estados del viejo continente, a diferencia de los norteamericanos, no ceden su soberanía, representatividad ni el ejercicio monopólico de la fuerza, y es evidente la dificultad que ello representa a la hora de establecer una posición común externa, particularmente en situaciones de crisis ¿A quién hay que llamar para hablar con Europa?, se preguntaba Kissinger, el primero en exponer esa falta de interlocutor. 

La UE es una entidad económica, comercial y de política doméstica, pero en modo alguno proyecta unidad en cuestiones relacionadas con la seguridad y la política exterior. Con honrosas excepciones -Angela Merkel fue una- no hay un liderazgo capaz de coordinar diferentes países, lenguas, culturas y formas de expresión, más allá de consensos sobre cuestiones de convivencia diaria, que ciertamente son la mayoría. Y cuando surgen problemas -como el conflicto bélico Ucrania-Rusia- son los Estados Unidos quienes históricamente han estado detrás de la solución.

El europeo está acomodado al Estado de Bienestar y al paternalismo,  y no olvida los efectos ni los millones de muertos de dos guerra mundiales. Hablar de confrontación, ejércitos, gastos militares o defensa en la UE asegura el rechazo inmediato; sugerir un incremento en los gastos de seguridad nacional o de la OTAN, es arriesgarse a ser tachado de extremista de derecha, militarista o imperialista. El debate se torna profundamente politizado, y termina por conducir a la propuesta de Engels: ”el militarismo lleva en si el germen de su destrucción”.

En estos momentos críticos, Trump ejerce el liderazgo, y aunque no guste por su desdén y malas formas, pone de manifiesto una falta de dirección política eficaz en la mayoría de los países. Realmente no se avanza casi nada, y aquí vivimos un buen ejemplo de ello. Aquellos políticos que asoman la cabeza, inmediatamente se cuadran a sus imposiciones, y los ciudadanos terminan por alabar los resultados más que las formas. 

No podemos continuar con autoridades legales pero carentes de legitimidad social. Hay presidentes que gustan del boato del cargo y de los privilegios, pero son incapaces de gestionar cuestiones básicas de administración pública, mucho menos ejercer liderazgo. La clase política se ha funcionariado y despacha lo público en el marco de lo políticamente correcto o del populismo, sin tomar más decisiones de lo que su pusilanimidad le permite, olvidando la responsabilidad en el arcón de palacio. 

Se contentan con hacer lo propio de su deber sin que su voluntad adelante cosa alguna, que era como las antiguas ordenanzas militares diferenciaban a los oficiales que únicamente cumplían con sus obligaciones, de aquellos otros extraordinarios. No recuerdan, como dijo Dante Alighieri, que “Los lugares más calientes del infierno están reservados para aquellos que en tiempos de crisis moral mantienen su neutralidad”.

lunes, 10 de febrero de 2025

La gestión privada de lo público

Trump promueve la reducción de costos en la abultada y carísima administración norteamericana, nada diferente a lo que ocurre en el resto del mundo

Entender a Trump no es fácil. No sólo la forma en cómo expresa determinadas ideas, sino el modelo de gestión política que aplica. Con su respaldo, Elon Musk confronta un enorme problema de todos los gobiernos occidentales: el alto costo de la enorme burocracia. Un sin número de agencias, instituciones, centros y dependencias gubernamentales o descentralizadas gestionan miles de millones de dólares y atienden gestiones particulares de la política de cada una de ellas, más que cuestiones de interés general para el resto de los ciudadanos. En ocasiones, incluso llevan a cabo políticas públicas divergentes de las del gobierno y le generan competencia, por lo que es legítimo preguntarse si un Estado debe de financiar, con dinero de sus contribuyentes, temas relacionados con activismo político en otro Estado. 

Trump, igual que Musk, son empresarios que en su actividad profesional hacen el necesario cálculo económico, sin el cual es imposible planificar y proyectar cualquier modelo de negocio efectivo. En política, sin embargo, “no es necesario” ni hay costumbre de hacerlo. Cualquier empresario debe buscar ser eficiente y prestar un buen servicio para que sea demandado, porque de lo contrario su empresa fracasará. No ocurre así con el administrador político, quien siempre dispone de recursos generados por otros y obtenidos “a la fuerza” -impuestos-, independientemente del retorno que haga de lo tomado.

Estamos acostumbrados a que el político no explique cuánto costará un ministerio, universidad, transporte o centro de salud para atender a los ciudadanos, sino que permanentemente reclame más dinero, lo que en modo alguno ocurre en la iniciativa privada que busca justamente lo contrario: reducir costos sin bajar los beneficios ni la calidad, porque de lo contrario se malogra el modelo.

Trump promueve la reducción de costos en la abultada y carísima administración norteamericana, nada diferente a lo que ocurre en el resto del mundo. Milei, otro empresario más leído que Trump, hace lo mismo en Argentina, y es evidente que eso escandaliza al resto de políticos que ven peligrar sus prácticas y privilegios como pensiones, servicios, vehículos, oficinas y otros que suelen heredar de por vida. Es la búsqueda de la eficiencia en el gasto público, aunque lo más extraño es que el ciudadano no lo advierta, y pareciera querer defender al político tradicional que tanto ha censurado.

No puede ser que ningún gobierno del mundo hable del costo necesario -y preciso- para hacer funcionar cualquier ministerio o dependencia a su cargo, y si tenga una permanente voracidad económica que incrementa constantemente el presupuesto nacional. Tampoco es de recibo el endeudamiento permanente y el déficit entre lo ingresado y lo gastado, que lleva a números rojos fiscales. 

Los gobiernos deben de acostumbrase a gestionar lo público con parámetros similares a los utilizados en la gestión privada. El “ánimo de lucro” debe de ser una constante en la mente de todo gestor público, entendiendo por tal obtener los mayores benéficos para el ciudadano. Intente averiguar cuánto cuesta un estudiante en un centro público, un pasajero en un bus colectivo, o un paciente en un hospital estatal. Podrá, sin embargo, tener datos precisos de la misma información en cualquier centro o transporte privado, porque sin ella no sería posible hacer una gestión económica eficiente ¡Tan sencillo como eso!

El miedo a lo que está haciendo Trump -o Milei- no es otro que el éxito que pueda tener, porque podría demostrar la forma canalla en la que se ha estado haciendo la política, y generar un efecto dominó entre los ciudadanos que exijan a sus gestores públicos una eficiencia hasta ahora ausente de la gestión política. 

lunes, 3 de febrero de 2025

La cooperación a debate

La finalidad de la cooperación internacional es actuar como brazo de política exterior de los Estados, y dejémonos de romanticismos

Entre los embates a cosas que considera que es necesario cambiar, y formaron parte del discurso preelectoral por el que fue elegido, míster Trump ha paralizado, por tres meses, la cooperación internacional de los USA. La política general parece ser no gastar un centavo que no tenga una repercusión directa en el país, lo que me parece muy bien porque en definitiva son impuestos de los ciudadanos estadounidenses. Quienes no advierten que pagan ayudas con sus contribuciones y son partidarios de que se siga haciendo, lo que pueden continuar libremente entregando donaciones, pero no obligando a que todos participen. 

La finalidad de la cooperación internacional -ayuda o como se le quiera denominar- es actuar como brazo de política exterior de los Estados, y dejémonos de romanticismos. Los gobiernos, salvo en situaciones de catástrofes, colaboran con otros en función de sus intereses políticos, y no porque sean piadosos o tengan una conciencia superior, eso simplemente es una visión sensiblera y fantasiosa.

En los setenta, la Asamblea General de la ONU acordó que los países ricos -concepto no definido, y marcadamente subjetivo- destinaran el 0,7% de su producto nacional bruto a la ayuda al desarrollo. En algunos lugares se promovió lo que se denominó el “movimiento 0,7%”, grupos de personas que vieron una forma de vivir de la cooperación internacional “gestionando” esos pingües fondos que iban a liberar los “países ricos”. Se acababa de crear una profesión que necesitaba más militancia que universidad.

Prestos, crearon ONG,s en infinitas proyecciones sociales, para arreglar todos los problemas habidos y futuros, y de esa manera ser receptores de fondos estatales para tales fines. En las calles, una legión de jóvenes intentaba afiliar a transeúntes para que donaran en pro de salvar las ballenas, ayudar a las madres jóvenes de Somalia o en defensa de los gatos abandonados en cualquier parte del mundo, porque no hay sector que no se pueda asociar al nombre de una ONG. Únicamente hay que tener creatividad, y cara dura en ocasiones.

Tuve la oportunidad de darle seguimiento a algunas de esas organizaciones, y después de 25 años que llevo viviendo en el país, siguen perpetuadas con idéntica prédica, sin que hayan cambiado absolutamente nada, a pesar de que contaron con cientos de millones de dólares y de euros. Los muy vivos gastan en cada escalón de transferencias entre un 15/20% para gestión en ese nivel, así que si hay dos o tres, finalmente llega, con suerte, dos o tres quintas partes a los sujetos objetivo porque lo demás se queda en vehículos, oficinas, suntuoso pago a los oficiales de proyectos, inútiles publicaciones, además de talleres de socialización y reuniones con desayunos, cuando no pago a manifestantes.

Los temas más atractivos por estos lares han sido aquellos relacionados con el indigenismo, el genocidio o la mujer, trasladados desde USA en donde se aniquilaron a todos los pueblos originarios -no aquí- o desde Europa, lugar en el que los índices de violencia contra la mujer son porcentualmente más altos. Una suerte de efecto espejo que promueve el debate lejos de las fronteras donde sucedieron/suceden los acontecimientos, y el consecuente desgaste lejos del origen.

Ciertamente no toda la cooperación es negativa, pero como cuenta un amigo mío cooperante: cobramos miles de dólares o de euros al mes, aunque pagamos menos impuestos que los locales e idénticos salarios a nuestros empleados. Eso sí, criticamos que los nacionales tributen poco, pero realmente nosotros hacemos lo mismo. 

Una forma de vida, y la materialización de aquello de “haz lo que digo pero no lo que hago”.

lunes, 27 de enero de 2025

La crisis de los diez minutos

Los límites de la diplomacia se desplazan nuevamente y entran en el territorio del hard power, del que habían salido hace tiempo, y retoma el realismo

Durante el fin de semana el presidente Petro provocó una crisis que vino a durar -versión Joaquín Sabina- “lo que duran dos peces de hielo en un wiski on the rock”. El colombiano, acostumbrado a salidas de tono -no es la primera, recuerden aquella con Giammattei- quiso echarle un pulso al “recién llegado” de Trump, y quedó ridiculizado, además de mostrar nuevamente su carácter colérico, pero sobre todo incapacidad de negociar y ver la política con la altura de miras esperada en un presidente.

No ha sido el único que durante la pasada semana diera cediera -o diera la razón- ante el rubio norteño. Lo hizo la Alta representante de la UE para asuntos exteriores, Kaja Kallas, quien afirmó, durante una intervención en la Agencia Europea de Defensa (EDA), que es “hora de invertir más en la UE en temas de seguridad y defensa, y asumir responsabilidades”, y pone en justa dimensión y equilibrio las declaraciones de Trump exigiendo a sus socios europeos mayor colaboración en materia de seguridad y defensa, especialmente en lo que se refiere al financiamiento de la OTAN. Entendieron que la buena vida y el estado de bienestar requieren de un sistema de seguridad adecuado, y financiado.

También el contralor de Panamá, quien anunció severas medias tras evidenciar una concesión de 25 años prorrogables, otorgada por el Estado a Panama Ports Company (PPC), subsidiaria de la china Hutchison Ports Holdings (HPH). La concesión, con dos espacios -uno en cada océano- y con un total de 344 hectáreas por la que no pagan al Estado panameño desde que iniciara en 1998, se interpreta como la sustitución de un enclave norteamericano por otro chino. Aunque es una empresa que opera en otros países, está claro que hacerlo en el Canal de Panamá -con control en dos océanos- tiene unas implicaciones geoestratégicas muy diferentes.

El tercero fue el ministro de Asuntos Exteriores ruso, al afirmar que “Rusia está a la espera de que el equipo de Trump aclare sus posiciones sobre el posible acuerdo de alto al fuego en Ucrania”. Parece que también el Presidente Putin ha escuchado las sugerencias del norteamericano sobre terminar el conflicto a la mayor brevedad, y la UE teme quedar fuera del plan final del conflicto.

Se impone la realpolitik, oculta en gobiernos anteriores, que parece resurgir, como lo hizo después de la II Guerra Mundial, y desplazar el idealismo wilsoniano que no ha dado los resultados esperados. Promovieron un mundo de diplomacia del diálogo, pacifismo y lo políticamente correcto, y de pronto somatan la mesa y nos muestran el mundo de otra forma, nada distinto a cómo se hiciera durante la Guerra Fría. Y es que la democracia y la libertad requieren de, al menos, dos condiciones previas: inversión en seguridad para protegerla y autoridad para sostenerla, y no asumir que una vez alcanzadas se sostienen por el “buen hacer” propio y de vecinos.

Aunque es poco reconocido, por primera vez surge una confrontación -de momento casi monolítica- a pactos como el Foro de Sao Paulo o el Grupo de Puebla que tradicionalmente han operado de forma concurrente sin que se les hiciera frente, como ocurrió con la Internacional Socialista de la segunda mitad del siglo XX.

Los límites de la diplomacia se desplazan nuevamente y entran en el territorio del hard power, del que habían salido hace tiempo, y retoman el realismo para confrontar una suerte de solft power y geoeconomía empleado por los rivales -China especialmente- para lograr el liderazgo mundial.

¿Asistimos al resurgir de USA?, me da la impresión de que, al menos, el intento está más que visible.

domingo, 19 de enero de 2025

Guys I'm back

Cuando los resultados electorales son producto de un proceso en el que no hubo amañamiento o irregularidades, solamente queda aceptar los resultados que la mayoría dispone

Algunos se siguen tomando la política no como algo serio, que lo es -y mucho-, sino como una batalla campal de suma cero, en la que si el contrario gana -sobre todo si es ideológicamente opuesto- solo cabe la descalificación permanente que es lo único que les queda. Son emotivos, viscerales e irracionales que no terminan de entender la democracia, aunque se autoperciben -palabreja de moda- como paladines de esta.

Cuando los resultados electorales son producto de un proceso en el que no hubo amañamiento o irregularidades -lo que no ocurre en dictaduras y autoritarismos como los que se siguen maquillando- solamente queda aceptar los resultados que la mayoría dispone, porque es unos de los pilares fundamentales de la democracia liberal que nos hemos dado, y a la que aspiramos permanentemente.

Es curioso observar, sin embargo, que persiste una guerra ideología inconclusa en este país, y que lejos de estar superada o permanecer latente aflora con más frecuencia de la que se hubiese deseado, pero sobre todo esperado, a 30 años de la firma de los acuerdos de paz.

Se pudo ver recientemente una delegación de la URNG, encabeza por la diputada de dicho partido en el PARLACEN, Aura Lily Escobar, como viajaba a Venezuela a la toma de posesión del dictador Maduro. También es la diputada que felicitó a Cuba en el día de la “rebeldía nacional” y la que percibe unos $4,000 dólares mensuales, frente a los menos de treinta de los trabajadores de los regímenes que aplaude y promueve. No menos descaro y poca vergüenza tuvieron los de CODECA -aquellos que jalaron al anterior PDH de candidato- quienes rechazaron, en un comunicado, la presencia en Guatemala del presidente electo de Venezuela, Edmundo González, mientras glorificaban y santificaban al dictador venezolano, como sus colegas extremistas del otro partido ¡Así las cosas con los golpistas en pleno siglo XXI!

Está claro que solamente la democracia permite que organizaciones extremistas -como la URNG y CODECA- tengan espacios de expresión y militancia social. Justamente lo que ellos impiden con actitudes autoritarias, algo que por supuesto es conveniente revisar. Los no demócratas no deberían poder destruir la convivencia desde la democracia, y esos partidos extremistas o terroristas -que los hay en otros lugares- tendrían que ilegalizarse porque son un cáncer terminal para un sistema que se basa en la participación plural, dentro de un marco legal y con reglas que ellos no observan e irrespetan.

Muchos de quienes permanentemente condenan o critican a Trump -elegido por más de 77 millones de norteamericanos- son incapaces de ver el problemón nacional existente con esos dos partidos radicales de extrema izquierda, y alguno más que se consolida a la sombra. Por cierto, y al respecto, hay que hacer notar la crítica que hace Insigth Crimen -y que callarán muchos informativos e informadores-, sobre cómo en esta administración progresista de SEMILLA ha lubricado a los Consejos de desarrollo con millonarios fondos que ponen en tela de juicio el compromiso con la transparencia y la buena gestión pública ofrecida, aunque haya sido calificado como “negociación política” por el ministro de finanzas, el mismo que la negó precisamente en el pasado cuando así fue tachada por analistas y medios.

La doble moral no es nada nuevo en autoridades políticas, y más notoriamente en aquellas que en su vida no han hecho otra cosa que jugar en ese tablero de inmoralidades, sin haber trabajado en algo productivo. El mayor problema, no obstante, es normalizar esas situaciones y acomodarnos, para terminar siendo cómplices en lugar de ciudadanos fiscalizadores que ejercen su responsabilidad.