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lunes, 17 de agosto de 2009

¡Democracia!

Muchos de los acontecimientos que acaecen en el presente siglo nos están desbordando y, a falta de palabras para describirlos, acudimos a viejas definiciones y a estereotipos ya superados.
Hablamos de guerras, pero hace más de 50 años que no se declara formalmente ninguna; de víctimas civiles, cuando los conflictos ya no enfrentan solamente a ejércitos; de golpes de Estados, pero lo que ocurre es otra cosa que en nada se parece a antiguas asonadas y, cómo no, de democracia, para designar no importa qué modelo de gestión política. A ese superficial concepto de democracia, solo hay que añadirle algún calificativo para que el resultado responda a los intereses del promotor. La democracia de partido único, como la cubana, es la guinda de esa genialidad político-arquitectónica. En tiempos postmodernos, donde el relativismo valida cualquier cosa, se permite esa generalización conceptual que nos sitúa inmediatamente fuera de la lógica y de la razón.
Damos por sentado que ciertos vocablos significan lo mismo para todos los receptores o emisores de un mensaje y, sin embargo, ¡qué distinta es la realidad!. De tanto hablar de democracia, hemos envilecido el término. La forma y la influencia mediática se han posicionado sobre el fondo y la sustancia. La emotividad descrita por Sartori, frente a la racionalidad, nos aproxima a la masa orteguiana y cumplimos aquel postulado que propuso el mismo Ortega: “la mayor parte de los hombres, no tienen opinión…”.
Es preferible (y necesario) hablar del modelo de Estado, del fondo más que de la forma, de la esencia y del horizonte a alcanzar, más que de lo superficial y anecdótico, cuando no intrascendente.
Hay pilares básicos para construir un Estado sólido y duradero. El Estado de Derecho, con leyes generales, iguales para todos y sobre todo que se cumplen, es uno de los primordiales. No hay que confundirlo con el Estado de legalidad que llena la vida de normas, muchas destinadas a favorecer a ciertos colectivos. Buscar el equilibro no consiste en sustituir la discriminación negativa por la positiva, como algunos hacen, sino más bien en suprimirla. La justicia pronta y la actuación honesta y profesional de jueces probos y capaces, donde nada hay que esperar del favor ni temer de la arbitrariedad, fortalece al primero.
No se trata de aceptar el imperio de las mayorías, concepto etéreo y manoseado que ha justificado barbaries. Es esencial el respeto a los derechos individuales por sobre todo. La libertad, entendida como la posibilidad de poder elegir sin coacción, es fundamental para un esquema duradero: libertad, para el ejercicio de los derechos con responsabilidad.
La consolidación de partidos políticos fuertes y representativos y no oficinas comerciales por cuatro años y la alternancia en el poder son importantes pilares, tanto que vemos como los hacen desaparecer de muchas constituciones, permitiendo la perpetuidad del político absolutista. La pluralidad política, las elecciones periódicas, la descentralización en la gestión pública, la transparencia en el manejo de fondos públicos, el ejercicio honrado de la política, el rechazo al transfuguismo que traiciona los intereses de quien elige a sus representantes, la revocación del mandato presidencial, que permite despedir al gobernante cuando no cumple con su cometido, la división de poderes y comprender la diferencia entre el derecho público y el privado, son aspectos trascendentales.
Si lo que construimos sobre esos principios le queremos llamar democracia, me puedo sumar a la idea, aunque habría que pensar en hablar de República. Caso contrario, hay que acudir, para mayor aclaración, nuevamente a Ortega: “Una estupidez, no puede dominar, sino es con otra.

3 comentarios:

m dijo...

No sirve la democracia política sin democracia económica. Los recursos naturales son del pueblo.

Pedro Trujillo dijo...

Bueno.., no tengo muy claro que es eso de los recursos naturales dicho asi de forma general ni mucho menos y eso si lo tengo mas claro, que significa el concepto "del pueblo". me da la impresión de que es una forma general de no decir nada y permitir cualquier cosa... Asi se justifican intervenciones, apropiaciones y demas... No comparte tanta generalidad que parece que entra en la idea del relativismo que indico.

andrea dijo...

Pedro,
muy interesante tu exposición, y muy de acuerdo estoy con definir claramente los vocablos. No solamente por cuestión de "hablar apropiadamente", sino que por entender la base de lo que la palabra representa. Democracia...gobierno o autoridad del pueblo. República...cosa pública (autoridad electa por ciudadanos o Parlamento).
Vaya, ¡sí que es interesante entender el uso del término antes de poder asumir que sabemos todos de qué hablamos!
Saludos, Andrea.