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lunes, 29 de julio de 2024

¿En serio esperaban otra cosa?

Las dictaduras existen porque las democracias lo permiten y a esos personajes, sencillamente hay que aislarlos política y económicamente, y dejarse de medias tintas

Ha sido distraído, pero frustrante, leer y escuchar comentarios de expertos y opinadores en relación con las elecciones venezolanas. Algunos creyeron que habría un cambio ¡Ilusos! No entienden que los dictadores cruzan una línea de no retorno, y Maduro y su gentuza no tienen a donde ir; para ellos ganar es una lucha por la sobrevivencia. Se deshicieron en analizar lo que decían las encuestas y en elaborar escenarios de futuro, pero de uno que nunca llegará mientras viva el dictador. Venezuela es copia del régimen cubano y se sostiene, igual que aquel, con apoyos de potencias como Rusia y China, y por la torpeza norteamericana.

La comunidad internacional también es culpable de lo que ocurre en Venezuela -como en Cuba- porque ese espíritu idealista de las relaciones internacionales -que ha sido inútil en situaciones críticas, y la venezolana lo es- pretende dialogar con una manada de gorilas lo que es imposible a todas luces. La administración Biden, es particularmente culpable, por haber puesto al frente de las negociaciones a un izquierdista consumado, como el ahora cesado Juan González, quien no solo fracasó en su acercamiento y negociación con el dictador -o quizá no-, sino que además USA devolvió a Alex Saab a Venezuela, a cambio de diez estadounidenses secuestrados por el régimen, un chantaje que oxigenó a Maduro. 

Las dictaduras existen porque las democracias lo permiten, y a esos personajes sencillamente hay que aislarlos política y económicamente, y dejarse de medias tintas que permiten, casi 70 años después, que Cuba siga a cargo de un tunante político sostenido por esqueletos vivientes.

Ciertos medios de comunicación también tienen su responsabilidad. Los mismos que no se cortan al hablar de extrema derecha son incapaces de llamar dictador a Maduro, y es que en el fondo hay un sentimiento ideológico que impide el uso de determinados vocablos mientras utilizan plácidamente otros ¡Una vergüenza gremial que el corporativismo periodístico silencia!

Los dictadores y autoritarios no siempre llegan al poder por la fuerza. Hitler lo hizo por la vía democrática, igual que los que sobresalen en América Latina, como Bukele. Poco a poco se afianzan y cambian las normas, pagan favores y prebendas, crean ilusiones y fantasías, y demasiados ciudadanos atolondrados o corrompidos -aunque no lo quieran admitir- aplauden a sus futuros verdugos sin notar que propician el ambiente del autoritarismo. Cuando se dan cuenta, como ocurre en Venezuela, ya es tarde, y al dictador le importa un soberano bledo todo lo que no sea su vida, riqueza, bienestar y el de quienes lo sostienen artificialmente en la cúpula.

Así que mientras se sigan elaborando escenarios ficticios, la comunidad internacional no aplique la contundencia necesaria y las democracias dejen de apoyar a las dictaduras, no habrá cambio alguno a pesar de que se pasen generaciones protestando, lamentándose o esperando cada cierto tiempo que, como ocurre en Cuba y Venezuela, el régimen cambie, porque nada va a cambiar.

Es vergonzoso que en pleno siglo XXI, en el que nos llenamos la boca de derechos humanos, democracia y cuestiones similares, carezcamos de la capacidad de entender algo tan simple como que las dictaduras mientras se les oxigene se irán construyendo o reconstruyendo, y que la única solución es el pragmatismo realista que significa el aislamiento internacional absoluto, total y sin fisuras. Todo lo demás son sueños oníricos de quienes no tienen las cosas claras o pretende seguir esperanzados -no sé cuántos años más- en que los cambios serán espontáneos. 

Si a estas alturas no han entendido la cubanización de Venezuela, ¿qué más se les puede pedir que no sea seguir quejándose?

lunes, 22 de julio de 2024

¿Recordará Biden su renuncia?

El señor Biden, desde que reconoce no estar en condiciones de reelegirse, asume, al menos en parte, que tampoco lo está para continuar desde ese momento


La renuncia del Presidente Biden como candidato electoral por el partido demócrata para las próximas elecciones, genera un debate nuevo e inédito en la política norteamericana. La primera, oportuna y muy  interesante solicitud, la hizo el Presidente de la Cámara de Representantes, quien pidió al gobernante su renuncia alegando que "Si Joe Biden no es apto para postularse para la Presidencia, tampoco lo es para ejercerla".
Los ciudadanos, en acto de complacencia y perdón infinito al político -especialmente a “sus” políticos-, han asumido que aquellos no necesitan cumplir requisitos básicos que se les pide a cualquier otro empleado público, y contando únicamente con sus derechos políticos, es suficiente para asumir el cargo. Así que locos, asesinos, seniles, enfermos psiquiátricos o traumados psicológicos, han dirigido naciones a lo largo de la historia en países democráticos, porque en dictaduras es normal esa clase de “desajustados”. Aproveche y dele una lectura al artículo 185 constitucional, y verá que si es guatemalteco de origen, ciudadano en ejercicio y mayor de cuarenta años puede ser Presidente y contar con innumerables ventajas, entre otras el mayor salario de América Latina ¡Ya me dirá si en su casa, empresa o entorno se contrata a alguien tan ágilmente en esas condiciones y por cuatro años, sin posibilidad de echarlo. La pregunta inmediata es ¿entonces por qué somos tan permisivos para contratar a quienes dirigen para el país?
El señor Biden, desde que reconoce no estar en condiciones de reelegirse, asume, al menos en parte, que tampoco lo está para continuar desde ese momento, e invita a reflexionar sobre cuánto tiempo lleva en esas condiciones. Ha sido más que visible su estado de salud a través de su errática conducta, pero hételo ahí, al frente del país más poderoso y armado del mundo.
Aunque no sólo ha sido eso, recordemos que alguno de sus asesores -pienso en Juan González, aunque no es el único- generaron dinámicas perversas en varios países. Aquí lo intentó, pero nunca llegó a venir porque la metedura de pata fue advertida a tiempo. En Venezuela fue enlace con la dictadura, y ya vemos los resultados: un Maduro fortalecido y retador de los USA que es posible que continúe llevando a los venezolanos al abismo más profundo, con el beneplácito de organizaciones internacionales cómplices,  países callados y gobernantes hipócritas. Con los conflictos en Ucrania e Israel, no lo han hecho mejor.
La apuesta por Trump no lo es por sus virtudes -un populista alocado- sino porque tiene ciertas cosas de las que carecen los demás: carácter y capacidad de confrontar a otros, aunque pueda equivocarse en identificar oponentes, como hizo recientemente con El Salvador. La ciudadanía está harta de pusilánimes, tibios, calzonazos y mandilones que, en nombre de una falsa prudencia, quieren estar bien con Dios y con el diablo, y no toman decisiones más allá de las que provocan sonrisas, fotos o declaraciones amistosas. Gobernantes que han aprendido a no gobernar pero sonríen, viajan o tuitean -ahora muy de moda-, y no comprometen un milímetro de su integridad ni mucho menos de su carácter, para enfrentar la solución de aquellos problemas que prometieron abordar. 
Trump, guste o no, tiene claro que hará lo que dice -quizá hasta un poquito más- y posiblemente esa sea la razón de su éxito. Con Milei pasó igual, y con el autoritario de Bukele tres cuartos de lo mismo, asi como con Uribe en su momento.
La nueva forma de hacer política se sustenta en la capacidad de convencer de que se cumplirá con lo prometido, cualquiera que sea el mensaje. A ver si vamos aprendiendo.

lunes, 15 de julio de 2024

Los descubrimientos de la izquierda

Ha sido un gobierno de izquierdas el que ha advertido el daño que se hace a determinadas instituciones al abrir la boca de más cuando se está en la oposición.

En España, a mediados de los años 80, el partido socialista obrero español (PSOE), junto con sus aliados de izquierda -partido comunista y otros- tuvieron en mente la disolución de la Guardia Civil y de la Legión española. Ambas instituciones fueron tachadas de franquistas y su desaparición parecía ser la hoja de ruta de aquellos partidos políticos. Sin embargo, a principios de los años 90, las operaciones de paz y el conflicto en la antigua Yugoslavia, demandaban fuerzas militares y policiales para participar en aquellos lugares. Súbitamente, la izquierda política española “descubrió” a la Legión, como fuente inagotable de participación en dichas misiones y a la Guardia Civil, como una de las tres policías que la OTAN empleó en operaciones, junto con los Carabineros (italianos) y la Gendarmería (francesa). La izquierda acababa de establecer dos pilares fundamentales de acción exterior, todavía hoy vigentes.

Aquí la historia se repite. De una crítica tóxica al Ejército nacional y un desprecio más que evidente al empresariado, de pronto -cuando la necesidad aprieta como ocurrió en el viejo continente- se sublima a los militares y se les ordena actuar, y junto con el sector empresarial, al que se le solicita colaboración, les encomiendan aquello en lo que el gobierno no puede, no sabe, no quiere,  o carece de capacidad para resolver. Después de 30 días con una autopista semicerrada y otros contratiempos, serán esos dos actores, vilipendiados por quienes ahora los utilizan, los que definitivamente solucionen un problema nacional ¡Cómo es la política y cuántos inescrupulosos! 

Igual que  en el viejo continente, ha sido un gobierno de izquierdas el que ha advertido el daño que se hace a determinadas instituciones al abrir la boca de más cuando se está en la oposición, o por proponer campañas populistas y de desprestigio, con discursos polarizadores y agresivos, de los que ahora no les queda de otra que desdecirse. También hay grupos de hinchas de esos políticos, de quienes toman las consigna o les hacen la campaña de multiplicársela con hasthtag contra el sector empresarial, sobradamente conocidos y aquellos otros que rechazan lo que denominan fútilmente “intervencionismo militar” 

El rechazo militar y empresarial es sin duda político-ideológico y aunque nada es perfecto, sería de esperar que este cambio de dirección sea el punto de partida de unas nuevas relaciones civiles-militares, así como el giro en la percepción sobre el sector empresarial, generador de riqueza y poseedor de capacidades que pueden ser utilizadas en momentos de necesidad, en la que la voluntad y el empleo de maquinaria pesada para trabajos complejos no son las únicas. Ambas instituciones han dado un paso al frente y/o aportado recursos cuando ha sido necesario: COVID-19, erupción del volcán de fuego, apoyo helitransportado durante inundaciones, búsqueda de desaparecidos en excursiones y otros eventos que abarcan plantación de árboles o limpieza de cursos de agua.

Una sociedad madura debe de aprovechar esos espacios de reducción de brechas entre sectores y ser ecuánime y racional. Tenemos instituciones útiles y capaces, otra cosa es que no estén suficientemente consolidadas, pero justamente estos momentos históricos permiten cambiar el rumbo de desprecio y rechazo por otro de aceptación e inclusión. En el caso nacional estamos en ese momento en el que debemos situarnos por encima del odio ideologizado que algunos destilan. 

La razón se impone con el tiempo; el crédito hay que otórgaselo a quien corresponde, y al igual que ocurriera en la España de los 90, la Guatemala de los veinte del presente siglo debe reconocer la voluntad de servicio de sus empresarios y de su Ejército.



lunes, 8 de julio de 2024

2025: ¡A como dé lugar!

Por lo tanto, 2025 es el año de la batalla final, ya que desde ambos extremos -y sin entrar a valorarlos- no queda de otra que la desaparición del contrario.

Durante la Guerra Fría la estrategia de “coexistencia pacífica” tuvo mejores resultados que aquella otra de “destrucción mutua asegurada”. Era preferible respetar la parcela del contrario y convivir con él que abrir una puerta al conflicto nuclear que hubiese acabado con el mundo. Las potencias dominantes dejaron a un lado el orgullo y la soberbia para no entrar en un campo de batalla con consecuencias más que previsibles. A estas alturas, algunos parecen no haber leído nada sobre aquello y prefirieron lanzar misiles sin advertir que, una vez pulsado el botón, no hay marcha atrás. Decisiones precipitadas, presiones, inexperiencia, sed de venganza, ineptitud política o una dosis de todo ello, encaminó la política nacional en una determinada dirección.

Escenario1: Póngase del lado del gobierno. En 2026 será la designación del nuevo Fiscal General y es presumible que el Presidente elija a alguien de su confianza. La nueva autoridad abrirá, seguramente, expedientes judiciales a los actuales integrantes del MP y a un amplio entorno de “colaboradores” asistentes, auxiliares, abogados, jueces, magistrados, diputados, etc., por diferentes señalamientos.

Escenario 2: Póngase del lado de los afines al MP. Sitiados con múltiples sanciones por la UE, USA y otros países, no pueden moverse de Guatemala y ven en 2026 un horizonte poco halagüeño que los puede llevar ante tribunales cuanto menos, y posiblemente a prisión.

Por lo tanto, 2025 es el año de la batalla final, ya que desde ambos extremos -y sin entrar a valorarlos- no queda de otra que la aniquilación del contrario. 

Para “destruir” al entorno del MP se requiere llegar al 2026, y seguir el procedimiento regulado. Sin embargo, para echar a andar el escenario 2 es preciso alinear muchas cosas. Una es contar con causas judiciales para procesar al binomio presidencial; otra, un Congreso que esté alineado y vote mayoritariamente por el desafuero; la tercera, unas Cortes que respondan a las decisiones necesarias en cada momento; finalmente una comunidad internacional, especialmente el Departamento de Estado norteamericano, que no presione. Cuando todo eso ocurra -si es que ocurre, y no será antes de noviembre de este año- se darán las condiciones para activar el escenario descrito. A partir de ahí se configurará una nueva dirección en el gobierno que establecerá una transición 2026-2028 sin aspavientos, emociones no previstas ni acciones no planificadas.

Al gobierno sólo le queda esperar que no se alineen las circunstancias señaladas, que Biden no se duerma en los debates y que la ciudadanía lo respalde. De ahí la necesidad de establecer un sistema clientelar con diferentes subvenciones para que cuando esa dependencia económica se vea en peligro, “el pueblo” defienda al proveedor, que no es otro que el propio gobierno. Pero esa estrategia de acumular capital ciudadano se ve contrarrestada con otra similar que empieza a visualizarse con la conformación de una masa diferente, también capturada mediante dádivas: las familias de exmilitares, a quienes ampliarán ayudas económicas desde el Legislativo y que, naturalmente, se utilizará si es necesario para llamar a defender su causa, y contraponerla a la otra masa popular gubernamental.

Las estrategias están servidas, los escenarios definidos y los actores involucrados moviéndose cada uno en su espacio y desde ahora porque no hay, de momento, otro escenario previsible que permita evitar la confrontación fratricida. Y es que no aprendemos del pasado y solemos repetirlo con resultados cada vez peores, porque la maldad se perfecciona.

No valoro ni una ni otra hipótesis -tampoco serviría para mucho- únicamente las describo, en espera de que algún genio puede evitar esa mutua destrucción asegurada que, como la otra, nos llevaría por delante a todos.

lunes, 1 de julio de 2024

La nueva casta primaveral

La casta se ve perdida, defraudada, abandonada y sin horizonte claro, porque las cosas no han salido como pensaron en su enfermizo optimismo

A pesar de las lluvias que destrozan a cachitos el país, la primavera ha entrado en el mundo de las cuatro estaciones, y en el de la política nacional, aunque se rija por otros parámetros. No deja de ser curioso, interesante a la vez y preocupante al mismo tiempo, la nueva secta de Semilla que florece diariamente en redes y medios de comunicación.

No importa si el Presidente viaja mucho, el ministro de Finanzas pide Q14,500 millones extraordinarios para pactar con diputados y alcaldes, la SAAS gasta dinero público en fotógrafo, carne carísima, ropa de cama de hotel de cinco estrellas, acondiciona la piscina de casa presidencial o el personal de seguridad cuenta con masajista para sus contracturas, porque la casta todo lo perdona. Un grupo, mayormente anónimo, que en redes se dedica -como hicieron “los otros”- a descalificar y atacar a quienes osen cuestionar esos desmanes no corregidos en este “nuevo y esperanzador” gobierno. Defienden su doctrina con virulencia y argumentos como: “antes no decían nada” o “no se puede comparar con lo que robaban los gobiernos anteriores”, cerrando los ojos y relegando la ética a realidades visibles.

Son los mismos que aplaudieron fervientemente cuando Thelma Aldana -con CICIG y los USA¬- cambio la ley del MP para perpetuarse y que nadie pudiera prescindir de ella, aunque ahora, después de haber vitoreado aquella barrabasada,  se rasgan las vestiduras porque no pueden sacar a la actual Fiscal General. No disimulan, como predijera Juan Gabriel, que “ la costumbre es más fuerte que el amor” y siguen haciendo de las suyas por lo que realmente se preocupan: el poder; en modo alguno el país. Es muy lamentable que se siga aprobando la corrupción de amigos mientras se castiga la de los enemigos, doble moral visible en demasiados comentarios, y que muestra de qué están hechas ciertas personas, y la razón principal de no progresar a pesar de años de independencia y gobiernos muy diferentes. 

La casta se ve perdida, defraudada, abandonada y sin horizonte claro, porque las cosas no han salido como pensaron en su enfermizo optimismo. La elección de jueces y magistrados se les ha torcido y las próximas elecciones en los USA corren peligro de dejar vacío un Departamento de Estado que apenas los escucha en estos momentos -porque como siempre ha sido los han utilizado- y ahora buscan sobrevivir a la locura republicana que se avecina. No saben que hacer, y ocultos detrás de perfiles y con el apoyo de algunos medios que les multiplican su narrativa, gastan sus últimos cartuchos.

Estoy convencido de que lo que venga puede ser mucho peor que lo que hay, pero no me disuade en absoluto que lo actual merezca la pena conservarlo, más allá de tener que tomar una decisión en un desesperado dilema en el que nos colocamos permanentemente por chambones, y por no respetar principios democráticos que quedaron evidenciados en las urnas al despreciar por mayoría la oferta política de hace un año.

El país tiene demasiado resentimiento y polarización que hace que desde un extremo se vea malo el otro sin advertir que son el mismo punto de un círculo que se presenta como segmento. Odio, venganza, rechazo, animadversión, rencor y violencia verbal, parecen ser los pilares sobre los que construyen el país, y las castas -porque la nueva no sustituye a la vieja- son peones y obreros de ese andamiaje.

No pasaremos de finales del 2025 -agenden- y nos autodestruiremos ante la incapacidad de hacer las cosas con respeto, ética, integridad y pensando en el bien común.