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lunes, 20 de febrero de 2012

Urgente e importante

Si se dedica mucho tiempo a lo urgente, nunca se llegará a realizar lo importante

Con apenas unas pocas discusiones aprobaron -de urgencia nacional- la ley de actualización tributaria, por medio de un enredado proceso que permite sancionar una norma y, una vez hecho, continuar discutiendo como redactar las enmiendas presentadas, lo que obliga a preguntarse: ¡entonces, qué fue lo que aprobaron? Entender así la política es únicamente comprensible para quienes manejan intereses burdos y escondidos. En todo caso, cuando quede claro lo que finalmente acordaron, seguramente los que pagamos impuestos -que no somos todos- deberemos pagar mas, algo que desde ahora está fuera de duda. Sin embargo, hay ciertas cosillas que este gobierno -con las prisas de la urgencia- está dejando en el tintero de la importancia y que deberían haber ido asociadas e incluidas en ese “renovado” paquete fiscal. A pesar de proyectar una “mejor” (léase más alta) recaudación, no es suficiente para cubrir el agujero del desfinanciado presupuesto vigente ni tampoco parta reducir la alta deuda hasta ahora contraída, por lo que seguiremos igual de mal y sin arreglar el problema. Las leyes asociadas al enriquecimiento ilícito no fueron aprobadas, lo que permitirá a ladrones y otros delincuentes -muchos de ellos en la política o en su entorno como todos sabemos- continuar haciendo negocios a pesar de que nos saquen más a quienes honradamente trabajamos y cumplimos con nuestras obligaciones fiscales. La tercera, es que la realidad de pagar más -quienes lo hacemos- contrasta con la por ahora presunción de en cuánto reducirán los gastos del gobierno, cómo los optimizarán o en qué cantidad limitarán los sustanciales montos que van a parar, por ejemplo, a empresarios de buses y otros colectivos de privilegiados (sindicatos gritones como el magisterial incluidos). Se quedaron en desconocidos buenos propósitos respecto de la efectividad, que era su parte del “trato” y nada garantiza que finalmente cumplan. Un botón de muestra: la página de trasparencia del Congreso (fondo rotativo) quedó “congelada” en diciembre 2011. Esta nueva administración ha sido incapaz, por ahora, de subir la liquidación de enero 2012, a pesar de enarbolar la bandera de la claridad e imponerle a la ciudadanía una mayor carga impositiva. Otro, el contrato de proveedores de medicinas, pendiente desde…. siempre.
A la mencionada ley le faltan algunos anexos. Duras sanciones para el enriquecimiento ilícito, disminución del gasto gubernamental, publicidad de los que hacen, eficiencia con el actual presupuesto, prohibición de gasta más de lo que se ingresa y trasparencia y reducción de la ayuda a sectores que se oponen al trasluz económico de su gestión con dinero público, entre otros. Nada nuevo y que ahora, por cierto, implementan a fuego en Europa (y lo incluyen en alguna constitución) para evitar hundirse más de lo que están. El mensaje del gobierno pareciera estar mal elaborado y escondida lo que debería ser la prioridad. Olvidaron (o relegaron) lo importante: claridad en el gasto, eficiencia y ajuste del mismo a las posibilidades económicas del país, y se fueron por la vía cómoda: ¡que pague más quien ya paga!, un proyectil directo a la línea de flotación de futuros inversores aunque continuidad de la comodidad para sectores informales, privilegiados, evasores y mafiosos. Otros gobiernos tardaron algunos meses en desprestigiarse, esperemos que éste no se desinfle tan pronto ¡Quieren colaboración? Primero dar para luego recibir. Lo importante y urgente, en este caso, es que establezcan los pilares básicos sobre los que construir confianza: trasparencia y eficiencia. Las buenas intenciones, a lo sumo, dejarlas para empedrar el camino al infierno.

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