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lunes, 11 de junio de 2012

De Próceres a Reforma


 O como andar del tingo al tango

Comenzó la fiebre de las reformas. Han llegado masivamente, como los zompopos de mayo y pareciera que es preciso transformar todo: la constitución, la enseñanza, la ley electoral, el sistema…. No hay nada que se resista a la avalancha del cambio. Reformar es modificar algo, pero con el agregado -que incluye el diccionario- de que exista la intención de mejorarlo, de lo contrario quedaría excluido de ese concepto. En relación con una de ellas: la reforma educativa, algunos chicos -todavía en kínder- pretenden boicotear un cambio imprescindible en el país para mejorar la calidad de la enseñanza. Para tal logro, son apoyados por enmascarados terroristas que dicen estudiar en la USAC y lanzan cobardemente cocteles incendiarios contra quien se le ponga delante (¿a qué hora estudiarán?) ¡Normal que se opongan! Conforman un grupo de vividores analfabetas que no desean mejorar sino dedicarse a la delincuencia estudiantil organizada y, consecuentemente, luchan por el estatus quo. Sin embargo, es necesario que haya un cambio sustancial en el país y el magisterio evolucione hacia una carrera media con visos de ser superior en el corto plazo. Argumentos a favor sobran y, en contra, parece que no se sustentan más que en el seno de eso colectivos de facinerosos que pretenden, al igual que “sus hermanos mayores” -activistas bochincheros profesionales-, arrodillar al país.
La reforma constitucional, por su parte, puede requerir una lectura más pausada. A favor: los grupos minoritarios que carecen de suficiente representatividad y que no tienen nada que perder. La Asamblea Constituyente -que apoyan- les daría el poder del que escasean por falta de votos y consiguientemente favorecería su posicionamiento político. Además, podrían incluir todas las carajadas propias de los discursos vacíos que proclaman o de “modernismos” extremos. Baste pensar que haría un Orlando Blanco constituyente, quien se despachó con aquello de que “la moral en la política hay que apartarla”; los vividores de ayuda internacional que van creando opinión a medida que reciben el cheque del mes o los antiminas, anti hidroeléctricas, anti sembrados y anti todo, aunque abiertamente practican la anti ética, la anti honestidad y nunca dan la cara. Hay que acometer precisos cambios en la constitución ¡por supuesto que si!, pero únicamente aquellos que ya fueron evidenciados -le duela a quien le duela- en el proyecto ProReforma y que posteriormente han sido copiados, adaptados o interpretados por grupos que ahora pretende “liderar” el cambio. No importa, lo sustancial es que se produzcan las modificaciones que se requieren y que deben focalizarse en aspectos sustanciales: número de diputados, elecciones de magistrados, reducción del poder de ciertos colectivos: colegio de abogados y USAC, revocación del mandato presidencial, entre otros, de lo contrario las instituciones desvían su misión y terminan por no funcionar para lo que fueron constituidas, sino para ganar privilegios a costa de crearse parcelas de poder.
Tardamos en alejarnos de los próceres, de aquellos caudillos que todopoderosamente hacían y deshacían -aunque todavía quedan resabios de malos aprendices en ciertas municipalidades- y es momento de promover un marco de normas generales, sin excepción ni privilegios. Distanciados de los próceres es momento de reformar las cuestiones que impiden el progreso. No hay excusa para seguir malviviendo por más años ni razón para que unos pocos -encapuchados, pagados desde afuera, inútiles o prepotentes- sigan jodiendo la vida de honestos ciudadanos. Hay que apoyar el cambio razonado dentro de parámetros que impidan que por debajo de la mesa -como suele ser habitual- se manosee la ley.

1 comentario:

Aldo Bonilla dijo...

De acuerdo en tu comentario, pero la idea de PRO-REFORMA definitivamente no.

En un país como el nuestro, donde la subsidiariedad del Estado es de vida o muerte, hay cosas que de plano no pasan, menos la bicameralidad política.

Ahora, la Constitución tiene que ser modificada, la Asamblea Nacional Constituyente debe ser formada por gente buena, políticos, pensadores, académicos, honorables dignos, no esa partida de zorros cuya ética la manejan debajo del tacón del zapato, como molesto chicle. Salud