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martes, 3 de diciembre de 2013

Compromisos disruptivos


Fingimos lo que somos, seamos lo que fingimos (Calderón de La Barca)
Quejarse de los políticos, en general, y meterlos a todos en un mismo paquete es cosa habitual. Son tachados de corruptos, malintencionados, desleales y otros calificativos propios de quienes generan reacciones como consecuencia de un actuar poco ético, menos transparente y altamente abusivo. Plantear las próximas elecciones generales como hasta ahora, significa buscar financiamiento de millones de dólares que difícilmente se encuentran en mercados financieros legales y, consecuentemente, son personajes del crimen organizado quienes costean los procesos electorales, cuando no inescrupulosos “empresarios” emergentes deseosos de contar con el favor de marcos regulatorios mercantilistas. Así las cosas, se entra en una competencia que encarece el producto final: el poder, trasladando a los ciudadanos los elevados precios consecuencia de pactos secretos.
Significa lo anterior que hay que buscar fórmulas diferentes para optimizar el sistema y generar un punto de quiebre en esa demencial escalada de compra de voluntades. Si los partidos políticos -y los políticos en general- fuesen mínimamente coherentes con sus proclamas, harían pública una declaración notarial en la que manifestasen su compromiso de no cambiar de partido (transfuguismo) durante el tiempo que dure el mandato que los electores le otorgaron. Desistirían también del uso de los fondos rotativos (caja chica) evitando suntuosos gastos como almuerzos, gasolina o bebidas alcohólicas camufladas en facturas engrosadas. Constatarían por escrito que cualquier ley/norma que aprueben y beneficie a partidos o grupos políticos, entraría en vigor finalizada su legislatura, de forma que ellos no fuesen los favorecidos directos de tales disposiciones. Renunciarían al privilegio del seguro privado médico y se afiliarían al IGSS, demostrando que realmente esa forma de seguridad social “funciona” y es idónea para el resto de ciudadanos. Modificarían la ley de armas y municiones en aquellas disposiciones que les eximen de cumplir con los requisitos de cualquier otro en relación con permisos y licencias para portar armas. Por último -aunque pueden continuar buscando propuestas disruptivas- se comprometerían a fiscalizar y denunciar a compañeros de curul corruptos, puesto que nadie mejor que ellos conocen las malas prácticas, las mañas perversas y la patente inmundicia. De momento ninguno de ellos (ni de ellas) hace absolutamente nada de lo anterior -pudiéndolo hacer- aunque denuncian algún que otro suceso al estilo “lo que el viento se llevó”, por lo pronto que se les olvida.
Para certificar el pacto adquirido -además del poder notarial que refrende esos compromisos- deberían depositar en una entidad bancaria la cantidad simbólica de Q100 mil y caso de no observar lo convenido trasladar el dinero a alguna institución de caridad. Con esas ofertas de honestidad, decencia y coherencia, posiblemente no les haga falta mucho dinero para promoverse y publicitarse, huyendo del sistema actual que los amarra con sus financistas y potencia su inmoral actuar. Si de verdad desean hacer política dentro de parámetros de legalidad y decencia, ninguno tendría porqué desechar tales propuestas. No hacerlo supone consentir la corrupción, prestarse para ello o no estar realmente comprometido con lo que pregonan ¡Basta ya de hacerse los buenos!, de figurar y de proclamar lo que con actos no acompañan (fe sin obras….) ¿Quieren credibilidad?, ¡actúen creíblemente! Los ciudadanos, por su parte, deben de exigir ese tipo de actitudes para dar su voto. Cambiar las cosas haciendo lo mismo ya sabemos que se llama estupidez. Ahí tienen el reto ¿quién lo piensa tomar? Si no lo hacen, no se quejen luego de que a todos los llamen corruptos, hipócritas o mezquinos. Será con razón.

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