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lunes, 8 de diciembre de 2014

¿Y el 169 "B"?

Mentiras como bolas de nieve; mas ruedan mas grandes se hacen
El eco-histerismo -eco-manipulador y eco-difamador- difunde guacamayamente el mensaje de daño, contaminación, desastre y muerte que provocan minas, hidroeléctricas, monocultivos y otros proyectos de desarrollo promovidos por multinacionales, oligarcas y desaprensivos empresarios. Detrás, personajes que reciben dinero para tal fin, manejan carros último modelo, cuentan con oficinas en zonas caras de la capital y utilizan tecnología avanzada para elaborar sus "informes" ambientalistas, pero ese es otro tema.
No he visto en columnas e informes comentar el verdadero problema “medioambiental” del país, que para nada coincide con los referidos con cansina frecuencia. En muchísimos lugares del interior, el consumo esporádico de agua contaminada produce diarrea y otros males estomacales, lo que impide llevar una vida normal por días. Imagine esa situación prolongada en el tiempo para los habitantes del lugar. No en vano, las enfermedades intestinales y estomacales son la mayor causa de muerte y desnutrición en el país. La razón fundamental es la falta de agua potable y las basuras. En la mayoría de comunidades no existe agua entubada, depuradoras o sistemas de gestión de residuos que no sea tirarlos a algún lugar, o por todas partes. Pasan a la capa freática, donde se produce la contaminación de aguas que son extraídas y bebidas sin tratamiento, a los más un hervor generado con leña cortada para tal fin que, por cierto, arrasa con masas de bosques, otro tema de alto impacto soslayado por los/las eco-falaces en sus manipulantes discursos.
La esencia del problema, es decir el agua no potable, la destrucción de bosques y la contaminación humana por falta de gestión adecuada de residuos, no da dinero ni promueve el escándalo que pretenden proyectar con sus peroratas habituales. Además, enfrentarían la "ira" de ciertas comunidades en vez de contar con la complacencia actual. Decir la verdad siempre ha sido un problema que ha estado acompañado de la reacción visceral de quienes son responsables de lo denunciado. Si los/as eco-irritables fueran mínimamente honestos/as -¡quizá mucho pedir!- señalarían continuamente a los responsables políticos de esas comunidades, al liderazgo local y a quienes fuera necesario para salir de la autodestrucción y promover, en primer lugar, un sistema de depuración que evitará la muerte drástica de cientos de personas cada año. Sin embargo, el discurso se centra en "problemas" más rentistas y hace realidad aquello de la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”.

Habría que promover un convenio 169 "B" para consultar si se desea tener depuradora de agua, incinerador de basura, drenajes, etc., en lugar de seguir haciendo la payasada de condenar el inexistente cianuro, el desvió o corte inventado de cursos de agua y otras sandeces que únicamente salvan la vida de quienes se dedican, desde sus cómodas estancias, a incitar violencia mientras ignoran la muerte de niños con problemas estomacales e intestinales. La iglesia católica y ciertas ONG,s también se han sumado a estos mensajes, pero desconozco de un solo sacerdote -no digamos obispo- que haya visitado una mina y comprobado la situación que desde el púlpito y ciertas encendidas columnas denuncian. Estamos en un mundo al revés -o torcido- en el que mensajes prefabricados venden mejor que realidades comprobadas ¿Cuántos han muerto por cianuro? No tengo datos, pero si de los cientos que anual y anónimamente, mueren por enfermedades asociadas a lo arriba indicado. El eco-histerismo, disfrazado de eco-social, no es, finalmente, más que el ejercicio de una vergonzosa eco-irresponsabilidad de “defensores de la naturaleza”, pero no de la naturaleza humana.

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