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lunes, 18 de abril de 2016

Cifras y números

 “Las matemáticas son una gimnasia del espíritu y una preparación para la filósofia”

No hay día que no escuche o lea múltiples comentarios sobre la necesidad de emprender tales o cuales reformas políticas. No importa el tema. Hay propuestas para modificar cuestiones relacionadas con el Legislativo, cambiar aspectos del Ejecutivo y entrarle, ¡cómo no, al poder Judicial. Cada poco tiempo, se retoman esos buenos deseos y se repite el guión o surge alguna idea nueva que se incluye en un listado creciente y que, de vez en cuando, pierde alguna que otra añeja o caducada sugerencia. Esa continua y dinámica intención de cambio es el alma de muchos tanques de pensamiento, organizaciones de la sociedad civil y personajes tradicionales -o de moda- que proponen emprender el difícil camino del cambio político, porque no funciona lo que hay.
No hace mucho, en una reunión académica, un profesor universitario expuso un trabajo sobre América Latina y su tesis principal (en la forma) era que los números que tenía no coincidían con la percepción sobre el continente que transmitían medios de comunicación y analistas. No voy a entrar a presentar aquella charla -no es mi terreno- pero me quedo con la idea de las cifras a las que aludió con especial e inusual énfasis. De esa cuenta, yo también hice algunos números.
Si observa los quince primeros lugares en la clasificación que hace el Índice del Desarrollo Humano (2015), verá que (sin contar a Hong Kong) ocho son monarquías parlamentarias, cuatro repúblicas parlamentarias, uno monarquía constitucional y otro presidencialista. Idéntico ejercicio se puede hacer con el Índice de Libertad Económica (2015), y aparecen cinco monarquías parlamentarias, cuatro repúblicas parlamentarias y cinco regímenes presidencialistas. El Doing Bussines (2015) tiene, en esa reducida élite, siete monarquías parlamentarias, cuatro repúblicas y tres presidencialismos. Finalmente, el Índice de Democracia de The Economist (2015), posiciona en esa limitada cúspide a ocho monarquías parlamentarias y siete repúblicas parlamentarias. Los resultados acumulados de los cuatro indicadores seleccionados muestran que de todas las opciones posibles el 49,12% son monarquías, el 35,09% repúblicas parlamentarias y el 15,79% regímenes presidencialistas. Más simplificado aún: el 84.21% sistemas parlamentarios y el resto presidencialistas.
El debate sobre qué sistema de gobierno es más adecuado, no es nuevo. Linz ya generó discusiones al respecto y, posteriormente, en la década de los noventa, politólogos como Amorim Neto, Adam Przeworski, y aún mas cercanos Sebastián Linares o Gabriel Negretto, continuaron con la discusión. Quizá nos perdemos entre las ramas de las reformas y deberíamos analizar el fondo de la cuestión ¿Qué tienen esos países, la mayoría europeos (62%, ¡de nuevo los números!), que los hacen “más exitosos” que otros? Sería simplista querer resumirlo pero posiblemente analizar al tema de “el tiempo y la política”, como sustento de un sistema monárquico, la necesidad de una burocracia profesional, como elemento intermedio entre el ciudadano y el político (Max Weber), el estado de derecho y su trascendencia en la estabilidad, amén de otras cuestiones no menos importantes, podría iluminar esas interminables discusiones nacionales que, aunque alentadoras, no llevan a ningún puerto y los años así lo demuestran.

No creo que el parlamentarismo sea determinante, porque las excepciones así lo indican, pero cuando los cantidades y las cifras marcan un determinado rumbo, podemos ignorarlos o, de una vez por todas, tomar en serio la estadística y abrir otro espacio de debate que genere mejores resultados.

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