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lunes, 5 de septiembre de 2016

Hoy, hace un año

“Lo único bueno de equivocarse es la alegría que produce a los demás”

Hace exactamente un año comenzó lo que para muchos era la esperanza de cambiar un viejo régimen de corruptela, visibilizado en múltiples causas judiciales. La ciudadanía desplazó terminantemente a aquel populista “que le tocaba” y a la mujer que “gobernó” años atrás, y prefirió a un neófito de la política convencidos de que más valía “lo bueno por conocer”. Se asumió un riesgo del 50%, pero cualquiera de las otras opciones: LIDER y UNE, representaban el 100% de fracaso asegurado y perverso continuismo. Se abría un espacio de esperanza que sorprendió, y que ningún analista había vaticinado. La ciudadanía eligió –y confirmó en segunda vuelta- a un binomio inexperto y desconocido; a una estructura política sin anclaje social, territorial ni conceptual. Se apostó por lo novedoso, porque el resto de opciones no satisfacían las expectativas de un votante cansado de prácticas políticas caprichosas y delictivas.
Ha pasado un año. El 50% de posibilidades de atinar se ha tornado en un 90% de certeza de habernos vuelto a equivocar. Este gobierno, sin planes, personas, infraestructura ni ideas, se sorprendió él mismo y a todos nosotros. La ingenuidad ciudadana al elegir se tradujo en improvisación gubernamental en gestionar. A lo más, sabemos que hay un Presidente que se distrae en los detalles anecdóticos: pupitres escolares, visitas a bomberos o desfiles marciales y deja a un lado la conducción político-estratégica del país; un vicepresidente que justifica de forma altanera y hasta grosera la contratación de algunos de sus parientes, y cuyo afán de poder ensombrece la figura del mandatario principal; y una estructura oculta y manejada en el Congreso por la bancada FCN que ha terminado por inflarse con desertores de otros partidos, con cuestionados antecedentes.
Por si lo anterior no bastara, la oposición de la UNE completa el pastel. La lucha interna por desplazar al tradicional liderazgo de Sandra Torres, encumbra la figura de algunos viejos-jóvenes conocidos de la administración Colom -¡mas de lo mismo!- pero entre bambalinas, y con sueños de retomar el poder antes de que la justicia les alcance o los votantes les olviden.
En la sombra, grupos de izquierda -radical y moderada, que de todo hay- sonríen sarcástica y complacientemente a quienes consideran que les abren las puertas del poder de forma indirecta. Directamente, es decir obteniendo votos, saben que jamás lo alcanzaran. Mientras, se visibilizan con inusual y complaciente descaro en su radicalismo por medio de propuestas antiempresariales y proimpositivas, promoviendo justamente el antidesarrollo.
Hemos vuelto a fracasar y no hay que dejar pasar más tiempo para aceptarlo. Seguimos siendo ciudadanos pasivos y solícitos que nos quedamos en las ramas de los árboles pero ignoramos la base del tronco.  Como mucho, sonreímos y nos congratulamos de que la SAT haya hecho pagar -¡por fin!- a morosos empresarios o de que la justicia nos de un alegrón de burro cada jueves. No observamos que en el fondo las cosas no han cambiado sustancialmente y que a fin de cuentas, y quitando esas “anécdotas”, nos ahogamos en un trafico invernal, la contaminación nos invade, los sindicatos siguen pactando y negociando, el dinero no alcanza para satisfacer caprichos políticos, los movimientos “sociales” siguen manipulados, la educación está en manos de chantajistas tradicionales, el Presidente cuando duerme no hace nada y cuando está despierto tampoco, los diputados “debaten” incongruencias -estupideces sería más correcto-, la delincuencia no para, el transporte no funciona, la ciudad se colapsa, la pobreza aumenta, el nepotismo subyace, no sabemos cuantos empleados públicos hay (aunque los pagamos), el IGSS no funciona, pero nos oponemos a privatizarlo, las carreteras se llena de agujeros, la salud es un desastre…….
¡Ya ha pasado, un año!

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