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lunes, 15 de marzo de 2021

Corrupción, corruptela y corruptos

Son buenos para señalar a los demás sin tener la mínima decencia ni honestidad intelectual de asumir la politización de esa casa de estudios 

Provoca pena y tristeza escuchar a algunos hablar de corruptos y de corrupción. Citan el famoso “pacto de corruptos”, manoseada frase que pretende promover un imaginario social en el que entra todo aquel que el receptor sea capaz de meter a sugerencia del emisor, pero sin comprometerse a nombrarlos. Una especie de tirada de piedra y escondida de mano. Quienes eligieron magistrados son corruptos; los elegidos (menos mis amigos, conocidos o apoyados) también lo son, y aquellos que nos cuestionamos el proceso, la ideologización y los intereses subyacentes -que nada tiene que ver con procurar justicia sino con mantener poder- también lo somos a los ojos de ese grupo de “filósofos” modernos ¡País repleto de corruptos!

Sin embargo, los que se llenan la boca de corrupción hacia los demás, han obviado y dejado de condenar clara, explícita, pública y contundentemente, la detención por diferentes delitos de dos rectores de la única -y por tanto monopólica- universidad estatal. Y es que “los del pueblo” -que tachan a muchos de corruptos- ignoran la viga que tienen en el ojo. Una quinta parte de los magistrados de la CC los nombran ellos y otra quinta parte los abogados mayormente egresados de sus aulas. Si sumamos corruptos, el 40% de la CC es nombrada por esos feroces críticos que miran hacia otro lado y no cuestionan -mucho menos proponen soluciones- sobre un sistema que es un auténtico nido de podredumbre en sus diferentes manifestaciones, la universitaria estatal una de ellas.

Son buenos para señalar a los demás sin tener la mínima decencia ni honestidad intelectual de asumir la politización de esa casa de estudios, por no entrar en las cuentas que no presentan o el presupuesto que despilfarran. La solución, si la quisieran, es sencilla -haya o no que modificar la constitución- y consiste en romper el monopolio concediendo el estatus de universidades estatales -similares a la USAC- a todos los centros regionales, con lo cual competerían por presupuesto, alumnos y calidad educativa y, además, que el Estado otorgue becas a los estudiantes, no a la universidad -subvención de la demanda y no de la oferta- para que cada uno invierta su dote económica en la universidad del país que estime mejor y de más calidad. En dos años, vaticino, cerrarían las instalaciones por falta de alumnos.

Pero, como tienen asegurada anualmente una importante cantidad de dinero y colocados en puestos claves a egresados, además de tener iniciativa de ley y otras prebendas, la USAC se ha convertido en un elemento de poder -que no de conocimiento ni enseñanza- en el que medran un sinfín de personajes que sencillamente les importa un bledo la calidad educativa universitaria, y mucho menos la juventud de este país. Eso cuando no otorgan títulos de doctorado a amiguetes sin que cumplan los requisitos mínimos: Baldizón, Gálvez, Moto y otros que irán saliendo.

Con ese modelo prefabricado para la corruptela,  seguiremos desprendiendo hedor en tanto no tengamos los bemoles para ser autocríticos y decir las cosas de frente y con la dureza que se requiere. Sin embargo, vaguear es más sencillo y rentable y a eso se dedican muchos de los que por allí zangolotean. Habrá que esperar a que se reactive la vida social tras el COVID para que vuelvan a cobrar  talacha, usen impunemente el pasamontaña, cobren en los parqueos o a la entrada y se queden con el dinero o, en el campus, vendan drogas, agredan sexualmente o se den ataques armados. Actividades “interciclos” entre las humillaciones anuales a estudiantes de primer ingreso. Mejor “id y cambiadlo todo”, que falta hace.

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