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lunes, 7 de marzo de 2022

El pintoresco orden internacional

A la fecha, las sociedades occidentales no están por la pelea, y dos no discuten cuando uno no quiere

Una vez finalizado cualquier conflicto se suelen extraen lecciones aprendidas. En el de Ucrania, se pueden deducir muchas cosas cuando apenas ha comenzado. El realismo político se impone nuevamente al idealismo. Aquello de “quien golpea primero, golpea dos veces” se convierte en la forma de accionar que genera resultados más rápidos, y muchos de ellos duraderos. Las peticiones de paz en el mundo, las sutiles amenazas de occidente o las protestas ciudadanas, no disuaden a Putin de alcanzar sus objetivos político-estratégicos. El silencio de China se traduce en apoyo velado enmarcado en aquel viejo trabalenguas: “los enemigos de mis enemigos son mis amigos”, y ya veremos Irán por donde sale.

Europa se ha acostumbrado a estar bajo la sombra de USA y no desarrolla un sistema de seguridad propio y efectivo con el que enfrentar amenazas. Se habituó a que sea Estados Unidos quien lidere y financie, y eso no es sostenible ni conveniente por mucho más tiempo, algo evidenciado por Trump pero a lo que pocos prestaron atención. Cada uno debe de asumir la responsabilidad de su seguridad y Europa evita ese debate social en el que hubiese fracasado antes de la invasión a Ucrania, y seguramente ahora también.

Las economías interconectadas es otra de las variables de la crisis, porque las sanciones afectan tanto a quienes las imponen como a aquellos que las “sufren”. Se puede cortar/limitar la cadena de suministros al oponente, pero cuando aquel proporciona petróleo y gas en abundancia es difícil hacer algo contundente sin perjudicarse, más allá de decisiones maquilladas o políticamente correctas. Este tema generará en el futuro propuestas estratégicas de desglobalización.

El concepto “guerra” es otra cuestión. No hay guerras, conceptualmente hablando, desde la segunda mundial. Me parece acertada -y curiosa- la denominación utilizada por el ministro ruso de relaciones exteriores: “conflicto militar especial”. Los rusos pagarán el precio de la reconstrucción ucraniana y no están por la destrucción total, algo que tampoco sería admitido por una sociedad que vive en directo las operaciones militares. Alcanzar al menor costo posible objetivos estratégicos que permitan la rendición o la negociación con el contrario, pareciera ser lo deseable. La destrucción o la persecución del enemigo son términos desaparecidos de los manuales militares.

Es oportuno también reflexionar sobre aquel principio bélico de “voluntad de vencer”, como firme propósito sin el cual es imposible acometer un enfrentamiento. A la fecha, las sociedades occidentales -las europeas más que las americanas- no están por la pelea, y dos no discuten cuando uno no quiere. La sociedad occidental es pacifista, dialogante y acostumbrada a una forma de vida que descarta cualquier violencia, y parece “no comprender” las razones de otras formas de idiosincrasia en las que por convencimiento o manipulación se usan las armas. Muchos dan por consolidada la democracia y la libertad sin advertir que hay que tener empeño y decisión, pero también ejércitos y armamento, para disuadir o confrontar a los desquiciados que aparecen por el mundo.

Finalmente, el liderazgo decidido y el carácter -o la ausencia de estos- son determinantes en situaciones clave, y en esa ocasión se percibe falta de liderazgo europeo, debilidad en USA y un Putin desafiante. Las potencias luchan por su preeminencia y quizá vivimos un cambio de orden mundial en el que ocurrirá lo mismo de siempre, pero dirigido por otros. Controlar las zonas de influencia es clave para el ejercicio del poder, y lo mismo que ocurrió con la crisis de los misiles de Cuba en los sesenta y ahora vemos la de Ucrania, posiblemente la próxima sea frente al mar de la China ¡Al tanto!


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