A medida que surgen noticias y se sabe de los personajes que rodean al candidato, el narcoestado nacional pareciera configurarse en todo su esplendor
La semana pasada advertimos súbitamente que hay un candidato con alta intención de voto. Hasta entonces, Carlos Pineda era alguien que venía “sonando” pero que no había pasado el filtro de la encuesta electoral. Un personaje iracundo, sin conocimiento de política, campechano, hablador, locuaz. Su maquinaria electoral -enorme y mayormente digital- no había sido detectada y quizá esa era la estrategia que ahora se visualiza con mayor claridad.
La idea era posicionarlo sin que llamara la atención, y llevarlo silenciosamente a la parrilla de salida, lo que generaría seguimientos mediáticos del resto de candidatos y la “ignoración” de Pineda, ya que no todo es claro a su alrededor, y cuanto más tarde se supiera de su entorno y amigos mucho mejor, para que el tiempo juegue a su favor. Sin embargo, las mismas redes que lo promoviendo, fueron capaces, en cuestión de días, de exponer la realidad, y ahora inicia la dura batalla.
Pineda comenzó como candidato vice presidenciable -aunque no llegó a ser proclamado- del delincuente Mario Estrada, condenado en USA. Luego formó un partido con los Baldizón, pero Manuel -otro delincuente condenado en USA por lavado de dinero- al salir en libertad condicional, tomó las riendas del partido y lo expulsó. Así que, tras corto peregrinaje, terminó en un partido lleno de personajes señalados de graves delitos, con los que ahora se codea, aunque él diga que no son de su cuadrilla y se distancie de ellos a la vez que pide el voto para “el lápiz”.
Pineda se enerva, especialmente cuando se le pregunta por la visa que no tiene para ir a EE.UU., algo que los norteamericanos niegan silenciosamente a personas relacionadas con la criminalidad organizada. Dice que nadie lo finanza, pero se mueve de un sitio para otro en caravanas con carros blindado y seguridad con armas largas, al mejor estilo de Sinaloa. Si en verdad nadie lo finanza -algo muy pueril de pensar- la sola “inversión” propia apunta a que terminará por cobrarla, lo que lo hace igualmente peligroso en el manejo de lo público, que por cierto desconoce con grandeza.
A medida que surgen noticias y se sabe de los personajes que rodean al candidato, el narcoestado nacional pareciera configurarse en todo su esplendor. Aquella CICIG que persiguió el financiamiento electoral con ahínco, ignoro, sin embargo, al narcotráfico y al crimen organizado, y dejó vía libre a quienes han crecido en el aporte de dinero para candidaturas municipales y nacionales. Ahora que el dinero se controla teóricamente -lo que es bueno- aflora únicamente el que no está controlado: el dinero sucio.
Dime con quien andas y te diré quién eres, dice ese refrán popular, y de momento al señor Pineda se le ha relacionado con esos delincuentes citados -Estrada y Baldizón-, pero también con el exasesor de la diputada García Navarijo -Ernesto Barrios-, Jorge Tobar Sosa sindicado en 2013 por lavado de dinero, Lesley Buezo exdiputada captura en Honduras, Fredy Salazar con orden de extradición por tráfico de cocaína, y otras bellezas similares.
No se trata de desprestigiar, sino de analizar de quien estamos hablando y las graves consecuencias que puede padecer el país de ser electo. Tampoco es que ahora que ha salido puntero en las encuestas se activen las críticas, sino que hasta ahora no se había prestado atención al personaje porque estaba en “zona gris”. Pineda es un Baldizón 2.0, pero sofisticado y con discurso populista, aunque eso no sería tan malo si sus socios no fuesen delincuentes confesos y personajes señalados por narcotráfico.
¡Al tanto con su voto, ahora más que nunca el ciudadano responsable tiene la llave!
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