No nos engañemos, a los delincuentes los eligen otros delincuentes, así que consolide primero sus valores y principios éticos
La pregunta más frecuente que recibo es ¿por quién voto?, y algunos agregan: ¡usted que sabe de esto! Siento desilusionar a los curiosos porque no es posible una respuesta que señale directamente a candidato alguno. Sin embargo, y para no dejarlos en la inopia, propongo una fórmula que cada uno debería de elaborar y aplicar.
El primer paso es tomar conciencia de que su voto forma parte de los necesarios para designar a los políticos que tendremos durante los próximos cuatro años, así como de autoridades que aquellos nombren. Si entiende eso, comprenderá rápidamente la responsabilidad que tiene como ciudadano y la trascendencia de no tomarse a broma a quien elegirá, así evita lamentos posteriores.
Hecho lo anterior -condición imprescindible para continuar- debe de meditar sobre sus principios y valores. Es decir: ¿está realmente contra la corrupción o forma parte de esos grupos que viven de los políticos que les otorgan el puesto o los contratos por amiguismo? ¿Desea un mejor futuro para sus hijos o le da igual lo que pase en el país? ¿Es de los que se salta la fila o maneja por la acera o verdaderamente aspira a un mundo de respeto y valores universales? No nos engañemos, a los delincuentes los eligen otros delincuentes, así que consolide primero sus valores y principios éticos. Hecha la tarea, puede ir desechando a muchos estafadores, narcotraficantes, vividores que estuvieron en la política y sabemos cómo actuaron, y un largo etcétera que reducirá el listado sustancialmente. Pero busque, no espere que nadie lo haga por usted, sea un ciudadano responsable y de tiempo completo.
Como seguramente todavía tiene suficientes opciones, analice los planes de gobierno de los candidatos -si es que los tienen- y reflexione sobre el contenido y que harán en el poder. No crea a quienes ofrecen cosas gratis porque debería saber que el presupuesto está desfinanciado y no hay dinero. Además, pregúntese -y pregúntele- a quienes beneficiarían, porque con dinero público se puede prometer cualquier barbaridad. Tampoco se deje llevar por la pasión o la emotividad doctrinario-ideológica, quizá sea mejor alguien honesto de ideología opuesta que un perfecto sinvergüenza del ”mismo bando”.
Con ese nuevo ejercicio habrá reducido sustancialmente las opciones. Entonces, y solo en ese momento, tome la decisión que considere oportuna. Deseche la ideología, la canción, el eslogan, la gorra, el desayuno o la belleza del candidato surgido de las redes sociales. Después de utilizar la razón, es momento de emocionarse con el voto y ponerle pasión al proceso, pero evite que sea a la inversa.
Y si, seguido el procedimiento indicado no le queda nadie en la lista -cosa altamente probable-, no se desilusione, todavía tiene el voto nulo, ese que muchos dicen que no sirve para nada, aunque mientan cada vez que lo afirman ¿Es difícil que gane?, muy difícil ¿Pueden los mismos candidatos volver a postularse?, es cierto, pero eso no quita que usted ejerza su derecho de protesta deslegitimadora de un sistema del que no gusta. Ir a la guerra con un palo no es lo mejor, pero es preferible a no llevar nada. Además entre votar mal o de manera conformista -cuyo resultado ya conoce de elecciones pasadas- puede ser preferible optar responsablemente por otra forma, que es lo que una postura ética -referida al inicio- le diría que debe de hacer.
He ahí la grandeza de la libertad, pero también la responsabilidad de ser ciudadano integrante del grupo de demócratas que pretende construir un mejor país ¡Ahora tiene la oportunidad, y únicamente de usted dependen los resultados!
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