Las democracias se construyen, no se generan espontáneamente, y para ello la clave es un ciudadano preparado, comprometido y exigente
El problema de no exigir debates entre candidatos a puestos públicos y votarlos sin haber leído y analizado sus propuestas de gobierno es que pagamos muy caro el atrevimiento. En democracia, una mayoría que no lee, analiza, cuestiona, entiende o vende su voto, termina por elegir a presidentes, diputados y alcaldes por lo que balbucean en los mítines. No advierten que la mayor parte de las ofertas suelen ser imposibles de cumplir, algo que comprueban a alto costo cuando ya están en el poder. No en vano, al difunto Cabral se le ocurrió aquello de: “Los pendejos son peligrosos, porque al ser mayoría, eligen hasta el presidente”.
Seguramente muy pocos hayan leído las propuestas económicas de los dos partidos que llevan a su candidatos presidenciales a la segunda vuelta. Presumiblemente tampoco lo hicieron en la primera, sobre todo porque la UNE todavía no la había hecho pública.
Sandra Torres, en cada mitin, y acorde con la idiosincrasia del lugar, abre la boca para dilapidar, en una sentada, millones que no son suyos. Promete todo lo que se le ocurre: Q5 mil para los pensionados, becas para los estudiantes, préstamos “a la palabra” -solo ella sabe qué es eso-, bolsas de deporte “con pelota incluida”, además del equipamiento deportivo, y similares linduras. Miles de millones en promesas salariales, de equipamiento, infraestructura o donaciones, incluidas en 261 inútiles páginas propias de una paca política populista.
Bernardo Arévalo, en menor espacio, tampoco convence con sus propuestas económicas. Sobre la base de un crecimiento anual igual o superior al 4.2% del PIB pretende obtener recursos para financiar la acción de gobierno de SEMILLA. El texto evita comentar que en los últimos 24 años únicamente se ha igualado o superado ese porcentaje en 6 ocasión -una de ellas después de la pandemia- y las otras 18 veces el incremento ha sido menor. Por lo tanto, el contexto económico probable haría imposible sus deseos y aspiraciones, sin que medie otra solución que obtenerlo de “lo que se roba”, concepto ampliamente utilizado pero indefinido, y tan elástico que dentro del mismo cabe hasta la propuesta de la gestión económica de un gobierno.
A los planteamientos anteriores -poco o nada cuestionados por los votantes- se añade que la recaudación fiscal, aunque crezca, estará en torno a los Q90/95 mil millones anuales, lo que deja una presupuesto desfinanciado en un 20/25% según el partido, el año y el cálculo, y que, acorde con expertos, aproximadamente el 85% -si no más- del presupuesto nacional está comprometido. Es decir, no quedará de otra que endeudarnos, subir los impuestos o, sencillamente, no cumplir los compromisos adquiridos porque en la disputa electoral cualquier promesa, por estúpida que parezca, tiene sentido para atraer votantes. Tampoco dicen nuestros candidatos cómo piensan lidiar con la voracidad sindical -salud y educación en especial, aunque hay otros depredadores- cuyos dirigentes han chantajeado por años a los diferentes gobiernos, ni cómo lidiaran con mafias tradicionales que se benefician de estructuras establecidas para la contratación pública, entre otras.
No dudo de las buenas intenciones -aquellas que pavimentan el camino al infierno- pero mientras la ciudadanía no exija cuentas claras y un cálculo económico mínimamente racional, seguiremos con esa democracia formal ausente de debates, propuestas posibles y concretas y, sobre todo, de votantes interesados e informados. Las democracias se construyen, no se generan espontáneamente, y para ello la clave es un ciudadano preparado, comprometido y exigente. Por ahora, falta de todo, pero especialmente el interés real por construirla y la responsabilidad del votante de ejercerla. Naturalmente cada cuatrienio nos cae lo que tenemos.
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