La realidad apunta al Congreso, donde un grupo de diputados controlan la dinámica nacional y ejercen el control
Siento que no sobrepasamos la capa superficial de la crisis que padecemos. Culpamos al Presidente, a la Fiscal General, a diferentes Cortes, a grupos indígenas, al sector privado y a colectivos que protestan, manifiestan, bloquean o desconocen reclamos populares. Se desgañitan y reprochan los unos a los otros, sin que nada suceda, y es porque no se apunta al verdadero blanco, a los gestores del problema, más allá de los citados quienes pueden ser “víctimas” o herramientas de una sórdida pugna de mayor calado.
De un lado, un núcleo binacional anclado al Departamento de Estado -no a todo el Departamento, más preocupado por la crisis en Gaza- sino a quienes se focalizan en la región, que desde “X” generan dinámicas reproducidas y amplificadas con este ardor localista que nos sitúa en el centro del mundo. No recuerdo antes a catorce exembajadores y altos cargos de la administración exterior norteamericana avalar un comunicado difundido por CNN y reclamar acciones puntuales para un país, ni siquiera contra la dictadura nicaragüense, venezolana o el intento de perpetuarse en el poder de Bukele ¿Por qué lo hacen para Guatemala, y qué significado tiene? Evidentemente “parte” de Washington lanza un órdago frente a la posibilidad de perder el único bastión geopolítico en Centroamérica, y el control de poderes: narcotráfico, crimen organizado, migración y China, aunque con reclamos mal dirigidos que emplean formas, también equivocadas, y proyectadas por grupos específicos -allá y acá- en medios y redes.
El poder verdadero -que nos tiene patas arriba- no es la tozudez de la Fiscal General, el silencio cómplice presidencial, la relativa pasividad de las Cortes ni los señalados integrantes del sector empresarial. La realidad apunta al Congreso, donde un grupo de diputados controlan la dinámica nacional y ejercen el control, financiados por el narcotráfico, el crimen organizado y la corrupción, sin saber quién aporta más al cuchubal. Los actores institucionales serán relevados a partir del 2026 -algunos antes- pero los legisladores seguirán nombrando jueces y magistrados, cambiarán marcos normativos estratégicos o decidirán si dan posesión a ciertos cargos o los desaforarán. Personajes oscuros y en la sombra -no todos detectados y uno nada visible- que han sido los verdaderos operadores políticos de este y del pasado gobierno, y que se erigen como los que pueden condicionar seriamente al venidero, empedrando el camino difícil que le tocará tanto a Arévalo como a los diputados de Semilla, y a sus posibles socios.
A esos parlamentarios -reelectos por la democracia que tenemos- les importa un soberano pepino los reclamos porque ya están incluidos en varias listas de los USA, y únicamente les afectaría algo más contundente, aunque al estar entre la espada y la pared, no creo que sean fáciles de disuadir. Una confrontación social se lleva a cabo contra varios “prisioneros de sus ambiciones” que quizá nos sean “libres” de tomar decisiones autónomas, frente a la amenaza de ser perjudicados a futuro, y les es más costoso dar marcha atrás que seguir adelante.
La estrategia -dicotómica y confrontativa- está mal planteada, y la lucha por controlar el país es clara. Sacar a las mafias debe reconducirse con diferentes alternativas, y por otra vía menos costosa para el ciudadano medio y más contundente para quienes operan desde los bajos fondos, que además no son difíciles de buscar porque se identifican muy fácilmente en la cueva de la corruptela del Congreso.
Sin embargo, doctores tiene la iglesias y organismos de inteligencia y estratégicos los USA, así que mejor abstenerse de proponer ideas o dar lecciones. Mientras tanto, sigamos viendo la última temporada y los nuevos capítulos de esta trágica serie distractora.
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