La derecha es algo muy serio como para ser confundido con radicalismos descalificadores utilizados convenientemente
En medios y redes, es relativamente común referirse a Miley -el presidente argentino recién electo- como alguien de “ultraderecha”, calificativo que también atribuyen, entre otros, a Donald Trump, Bolsonaro o al partido político español VOX. En una búsqueda rápida en Google, el término ultraderecha aparece unos 8 millones de veces, en contraste con el de ultraizquierda que apenas lo hace trescientos mil. Y es que el uso de este último vocablo es muchísimo menos profuso, y por supuesto no lo aplican a Lula, López Obrador o al partido PODEMOS -España-, lo alimenta esa diferencia de cifras antes indicadas. Un interesante contraste mediático teniendo en cuenta que la mayoría de los regímenes en América Latina son de “izquierdas” y no de “derechas”, algo que tambien ocurre en el resto del mundo, y seguramente en igual proporción con comunicadores y medios.
¿Qué entenderán algunos por ultraderecha? Algo difícil de averiguar, pero clara la intencionalidad descalificadora del término y, en contraste, la ausencia del uso de su antónimo. De hecho, ciertos medios de comunicación eluden calificar a personajes como Ortega o Maduro, destacados autoritarios que se han declarado de izquierda y se fueron al extremo dictatorial. En contraste, atrevidos opinadores endilgan el término de ultraderechista a Bukele, alguien que se forjó y salió electo, en sus dos primeros cargos, por un partido marcadamente de izquierda -ultra-, como es el FMLN, aunque ahora responda a otro grupo político marcadamente populista y tragalotodo.
Puede ser torpeza de quienes escriben -aunque no les concedo tal excusa-, pero sobre todo falta de seriedad de sus editores y, especialmente, mucha mala leche en el uso de la terminología de la neolengua orwelliana. Utilizan conservadurismo como sinónimo derecha -olvidando que conservadores son Cuba o Corea del Norte- o confunden las dictaduras con la derecha, ejemplificándolas con Hitler -nacionalsocialista- o Franco, quienes pudieron ser nacionalistas, tradicionalistas, fascistas o incluso anticomunistas, Además, lideraron movimientos de corte social-popular, y legislaron como hoy lo haría un partido socialdemócrata. Únicamente hay que leer un poco de Historia desapasionada; ¡si se busca se encuentra!
Los dictadores son dictadores, igual que los populistas, populistas, y cuentan con identidad propia. Ni los unos ni los otros son de izquierda o de derecha, porque los primeros atienden a su propia voluntad -errática la mayoría de las veces y siempre impositiva- y los otros complacen las demandas ciudadanas con el fin de obtener votos y lealtad. Sin embargo, hay toda una campaña mediática de torpes, aprovechados o ideologizados escribidores que militan a la vez que redactan, y pretenden confundir a ciudadanos más necios que ellos, quienes dan crédito a términos mal empleados e interesadamente utilizados.
La derecha es algo muy serio como para ser confundido con radicalismos descalificadores utilizados convenientemente, por unos, y asumidos torpemente por otros, en su ignorancia supina. Aboga por principios claros en materia económica y política, en libre mercado y democracia, da prioridad al ser humano, defiende la libertad, la convivencia en paz, y respeta los derechos individuales.
Orwell lo predijo -incluso antes que los Simpsons- y lo que se lee en determinados medios -algunos muy prestigiosos- es producto de una opinión publicada con fines perfectamente claros que responden a la dirección y clientela del medio y a la voz dominante de quienes más gritan, aunque no sean los que más razón tienen. El problema, nuevamente, no es el periodista -que, como otras personas, milita aunque sin decidirlo-, sino del ciudadano que termina por creerse todo lo que lee sin establecer el más elemental filtro de la razón, del estudio y del análisis.
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