El argumento del “respeto a la democracia, al Estado de Derecho, a los Derechos Humanos y al resultado del proceso electoral”, es buena razón, pero no el objetivo
El embate norteamericano/internacional contra Guatemala, después del proceso electoral, no tiene parangón en las últimas décadas. No recuerdo la firma de una declaración de más de una docena de exdiplomáticos norteamericanos ni que en pocos días varios altos cargos visitaran el país con una única y definida finalidad: presionar. Tampoco que colectivos de abogados y oenegés hicieran declaraciones intimidatorias concurrentes, alentando sanciones de la UE, especialmente cuando Nicaragua se convirtió antes sus ojos en una dictadura, Honduras va por un camino tenebroso, y el autoritarismo en El Salvador avanza hacia un régimen autocrático; ambos con fiscales generales que no gustan a los USA, pero que silenciosamente aceptan. Mucho menos que se haya azuzado a la OEA hacia esos lugares, centrando toda la atención y la presión sobre Guatemala. Como me dijera un amigo: “Falta una pieza del puzzle para entender todo esto”.
El argumento del “respeto a la democracia, al Estado de Derecho, a los Derechos Humanos y al resultado del proceso electoral”, es buena razón, pero no el objetivo, especialmente después del trato preferencial otorgado a dictaduras como Cuba o Venezuela, por parte de la administración Biden, por no insistir en lo que ocurre en El Salvador; por ahí no van los tiros, hay que buscar en otra parte. Por tanto, es necesario pensar fuera de la lógica del discurso que muchos repiten -engañados, convencidos o contratados- sobre las intenciones del momento, y recordar que tanto en Irak -se actuó tras la acusación de que poseían armas químicas-, como en Cuba -hundimiento del USS Maine durante la guerra hispano-norteamericana de 1899- se fabricaron excusas para el fin último, e incluso se utilizaron medios escritos de prestigio para difundir información manipulada y agencias de inteligencia para construir falsos escenarios, por si desea considerarlo en este análisis.
Excluido como hipótesis el discurso dominante, y agregado que la política exterior norteamericana responde a los objetivos de su política interna -como debe de ser-, se pueden elaborar diferentes líneas de acción, tomando como desafíos reales los publicados en el Annual threat assessment of the U.S. intelligence community, en febrero 2023. En dicho documento, se contemplan amenazas como Rusia, China, Irán, el terrorismo global, el crimen transnacional organizado y la migración, casi todas ellas presentes en la región. A lo anterior hay que agregarle que Guatemala es la última trinchera frente al embate chino -seguimos fíeles a Taiwán-, y también el último estado tapón que le queda a la geopolítica USA frente al avance imparable de la geoeconomía China, que ha superado la distracción norteamericana de los últimos años.
¿Puede ser el riesgo de envío masivo de fentanilo a territorito nacional lo que preocupa a los USA? ¿O el cuello de botella que representamos para la migración ilegal? ¿Somos la preocupante retaguardia del narcotráfico y del crimen organizado mexicano? ¿Es la tecnología y la 5G -negociada silenciosamente con Bukele- un objetivo clave? ¿Cómo explicar que mientras USA demanda la dimisión de la Fiscal General, el MP y la PNC arrestan complacientemente a dos narcotraficantes extraditables? ¿Es casualidad/causalidad que USA no haya enviado a su nuevo embajador en Guatemala? ¿Hay discrepancias -político-ideologías- entre el Departamento de Estado y las agencias antidroga, nada nuevo por otra parte?
Me parece que la democracia es solamente la excusa, porque no están muy preocupados por lo que pasa en la región, salvo en territorito nacional. El fin es -siempre ha sido- el poder y el control, aunque esa hipótesis se verificará décadas después de vivir la tensión, la manipulación y los efectos, si es que llega a conocerse con certeza.
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