Vivimos en un mundo irreal en el que otros determinan la agenda política, aunque mientras sea con “dulzura” y vaselina somos capaces de cerrar los ojos a ciertas realidades
La suspensión sorpresiva de la reunión de jefes de bloque en el Congreso, por parte del presidente de su junta directiva -algo consensuado con anterioridad-, y la convocatoria con apenas tres horas de anticipación de una reunión para la discusión de la ley de competencia -lo que no es nada usual-, dejan entrever problemas que apuntan a la raíz del asunto.
SEMILLA es visiblemente un partido que tiene escaso poder en el Congreso -menor cada día-, y que el referente que constituyó después de las elecciones, se ha ido decantando en pro de quienes realmente consolidan, conforman y reconstruyen la supremacía en aquella cámara: los disidentes de la UNE, además de los aliados habituales de VALOR, VAMOS y TODOS, así como otros diputados rentistas. El vacío discursivo de la Semana Santa servirá seguramente para que, a la vuelta, veamos la realidad que algunos no quisieron ver -u ocultaron- a pesar de estar claramente definida en los resultados electorales del pasado año.
La enorme presión por aprobar una ley de competencia pareciera distraer el debate sobre los auténticos problemas nacionales. No es un hecho habitual, y debería de llamar la atención, que entre los invitados al “debate”, convocado por el diputado Ramos, la mayoría fueran norteamericanos y ocupen cargo como “Director asociado de la Comisión Federal de Comercio de los Estados Unidos”, “Director de la Oficina de Desarrollo Económico de los USA” o “integrante de la sección económica de la embajada” de dicho país. La reunión, además, coincidió con la visita del Secretario de Seguridad Nacional de los USA, Alejandro Mayorkas, y una semana antes de encuentros presidenciales de alto nivel en Washington. Da la sensación de que el interés desmedido sobre la ley de competencia, enmascara la discusión sobre los temas reales de preocupación norteamericana que figuran entre las preferencias de su electorado: la inmigración y el crimen/violencia, asuntos prioritarios además de otros domésticos relaciones con la economía.
Es impresionante ver cuánto se publicó sobre la presión de la administración Trump para que fuéramos “tercer país seguro”, pero como se obvia la que hace Biden, mucho más contundente y efectivo e igual de insidioso. De hecho, poco o nada habrá leído sobre los Centros de Atención para Personas Migrantes y Refugiadas (CAPMiR) que funcionan en el país y que han sido -y son- objeto de conversaciones tripartitas -USA-Guatemala-México- además de constantes reuniones entre administraciones, razón principal de la venida del Secretario Mayorkas y de las conversación allá entre Arévalo y Kamala Harris.
Vivimos en un mundo irreal en el que otros determinan la agenda política, aunque mientras sea con “dulzura” y vaselina somos capaces de cerrar los ojos a ciertas realidades y creernos cualquier cosa que nos digan. Según un estudio de 2023, Guatemala es el cuarto país del mundo con coeficiente intelectual más bajo, y parecemos demostrarlo orgullosamente en esta dinámica de relaciones internacionales que elegimos padecer.
Seguimos plegados a intereses de otros, quienes manejan la situación y el país a capricho del gestor de turno -republicano o demócrata- y de sus intereses. Independientemente de los gobiernos y políticos que pongamos al frente de las instituciones, no construimos nación porque nos dedicamos a pasear entre las nubes, a ver color de rosa una realidad más bien oscura y a seguir soñando y debatiendo a nivel de kínder político. Parece que la historia no nos ha enseñado nada, pero las experiencias que vivimos continuamente, tampoco. Otros deciden que hacemos y sonreímos en la foto con tal de aparecer en ella, en un acto infantil del que permanente se descojonan, apenas a unos miles de kilómetros hacia el norte.
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