En estas elecciones, extremadamente polarizadas, la mayoría de los medios de comunicación hicieron evidente campaña a favor de Kamala Harris
Las recientes elecciones en los Estados Unidos representan, sin duda, un punto de inflexión en muchos temas, pero especialmente en los relacionados con los medios de comunicación y las encuestas.
Después de conocer los resultados del triunfo republicano, hay quienes todavía justifican su frustración enfatizando sobre el empate técnico del que se habló, y cómo cualquier resultado era posible, lo que no es del todo cierto. No recuerdo haber escuchado que el Senado y la Cámara de Representantes serían republicanos o que Trump ganaría el voto popular además del colegio electoral con un 58% de aceptación.
En estas elecciones, extremadamente polarizadas, la mayoría de los medios de comunicación hicieron evidente campaña a favor de Kamala Harris. El periodismo, en general, tomó partido, militó, y enfatizó una alternativa que conducía el proceso electoral en una única dirección. No me refiero a columnistas de opinión, cuya función es precisamente la de emitir su parecer, sino la del resto -la mayoría- que debería presentar la información de una manera no sesgada. Sin embargo, la opinión pública -claramente reflejada en el voto- se sustituyó por la opinión publicada que consideraron las salas de redacción. Se utilizaron, además, descalificativos -El País es una muestra, aunque no el único-, como el de “ultraderechista”, a uno de los candidatos, palabra que ni siquiera el medio emplea -en sentido contrario, por supuesto- para designar a dictadores o autoritarios regionales. Se construyó un “efecto tren” al repetir quien tenía más probabilidades de ganar, lo que se contrapuso con las debilidades del contrario, para incorporar a los votantes a una corriente de opinión creada, en lugar de que meditaran libremente su voto.
Con las encuestas ocurrió lo propio. El ciudadano, que se siente vilipendiado en redes y medios si opina contra la corriente dominante publicada, prefiere ocultar sus preferencias para evitar la crítica y la cancelación, y se incluye en ese grupo de “no sabe/no contesta” que le permite un cómodo anonimato frente a quienes se dicen defensores de la democracia, aunque no estén dispuestos a que les lleven la contraria ¡En verdad son autoritarios que todavía no lo saben!
Noelle-Neumann presentó todas estas tesis en su libro “La Espiral del Silencio”, y parece ser que hasta Goebbels tiene fecha de caducidad. El votante, mucho más listo que todos ellos, cambio esa “opinión publicada” internacional y mostró la verdadera opinión pública norteamericana.
En estas elecciones perdieron los medios de comunicación -posiblemente porque quisieron recuperar el ejercicio del cuarto poder, en lugar de ser contrapoder-, pero también las encuestas, los “niños bonitos” de la costa Este, el grupo de "expertos" electorales y la mayoría de las artistas de Hollywood que con sus intervenciones se sumaron a esa falsa causa, aunque mediáticamente difundida, del voto progresista, femenino, negro y latino, que fue lo que les hicieron creer,
Las redes sociales han venido a crear un efecto de inmediatez que no siempre coincide con la realidad. No suele ser tendencia lo que realmente se piensa, sino lo que más rápidamente se posiciona, y valida aquello de que “el que más grita no siempre tiene la razón, pero es al que más se le escucha”.
Habrá que ir tomando nota, y en futuras ocasiones analizar apropiadamente resultados electorales, pero también otras cuestiones relaciones con la información y la “opinión pública”. El problema de la pérdida de confianza es que se suele tardar un tiempo exponencial para recuperarla, respecto del utilizado para perderla, y medios, periodistas, influenciadores y artistas parecieran haber perdido el referente que eran hasta el momento.
¿Cuánto se sorprendería Goebbels si levantara la cabeza?
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