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martes, 10 de junio de 2008

La IV Flota

El gobierno de los Estados Unidos activará próximamente la IV Flota, cuya área de actuación se centra, principalmente, en el Caribe.
En tiempo electoral donde se están cuestionando los gastos militares norteamericanos y como salir de la crisis de Irak (y Afganistán), así como ofreciéndose un supuesto cambio desde el lado demócrata, la activación de una nueva flota naval es un hecho muy significativo, quizás, uno de los más trascendentes, desde el fin de la segunda guerra mundial. La estrategia militar norteamericana pareciera haber influido en la decisión político-estratégica de enfrentar contundente una serie de amenazas patentes y otros riesgos y vulnerabilidades previsibles en la región, focalizados en un espacio geopolítico: el Caribe.
De un lado, está el rearme de Venezuela, cuyo presidente ha invertido sumas superiores a los 5 mil millones de dólares en compra de armamento muy diverso y propiciado una escalada regional. De otro, el consorcio del ALBA que pretende conformar un espacio totalitario cuya trascendencia no puede imaginarse sino multiplicando hasta el infinito la miseria, represión, falta de libertades y ausencia de garantías jurídicas que vive el pueblo de Cuba desde que Castro llegó al poder. El círculo se cierra con el apoyo venezolano y ecuatoriano a las FARC,s y algunos nexos con el grupo terrorista español ETA, generando un caldo de cultivo para la difusión del terrorismo de cualquier clase, potenciado, además, por vínculos iraníes a través de Nicaragua.
Por si lo anterior no fuera suficiente, la ruta del narcotráfico más insidiosa para USA pasa por el Caribe. La ausencia de tecnología (y de voluntad política), impide a muchos países ribereños seguir vuelos provienen de Colombia o Venezuela, lo que acrecienta el problema en países como Guatemala o Belice, donde se suelen perder las trazas de cargamentos aéreos de droga o de armas. A ello, sumar que muchos de los países isleños están próximos a la órbita venezolana y algunos son usados, para blanqueo de dinero, almacenamiento temporal de droga, tráfico de personas u otros hechos no lícitos o relacionados con el narcoterrorismo.
La guinda del pastel la pone la actual situación cubana. Los USA no pueden permitirse que, una vez fallezca el dictador, un sin número de cubanos abandonen la isla y lleguen a las costas de Miami. No sería soportable otro “Mariel”.
En definitiva, la decisión político-estratégica de activar la IV Flota es un acierto desde la perspectiva de la seguridad, potenciada tras la no aprobación por Mexico del Plan Mérida. Las críticas que reciba por parte de movimientos interesados no pone sino al descubierto el interés de que se deje el Caribe como área de pirateo al servicio de dictaduras como la venezolana o la cubana y la incapacidad de los gobiernos ribereños de adoptar una política clara y contundente que conforme un espacio de seguridad regional. De otra forma, la tibieza gubernamental, algo a lo que nos tienen acostumbrados los políticos latinoamericanos, pareciera haber alentado la decisión norteamericana.
La iniciativa, lejos de ser una militarización o intervención en la zona, debe interpretarse y valorarse desde la voluntad de asumir la responsabilidad, exclusiva de los Estados, en materia de seguridad. Algunos, si hacen sus deberes.

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