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martes, 17 de junio de 2008

Previsibilidad

Por segunda vez, en poco tiempo, el presidente de la República decidió dar marcha atrás en una decisión. En este caso, en relación con la reactivación de una ley de hace más de treinta años que obliga a cultivar determinados productos agrícolas cuando se dispone de cierta superficie en propiedad rural. En otra ocasión, al poco de aprobar un decreto gubernativo por el que su señora esposa podría ser designada para formar parte del gabinete socio ambiental, consideró, igualmente, que no era lo apropiado y lo modificó.
Esas señales indican varias cosas. La primera, es que hace parecer las decisiones de gobierno como insuficientemente meditadas y, por eso, luego de tomarse se derogan, desaprueban o desdicen. La segunda, que el elenco de asesores está muy disperso en su pensamiento ideológico y concepción estratégica o sus intereses no encuentran punto de convergencia ni de coordinación, lo que permite que el presidente cometa esos errores más de lo deseable.
Cualquier país, para desarrollarse y prosperar, requiere de ciertas condiciones básicas. Entre ellas, la seguridad es la primera, luego podríamos seguir por la justicia y la infraestructura y, posiblemente, alguno añadiría otras. En cualquier caso, hay una tan fundamental como las anteriores y esa es la previsibilidad. Se refiere esa característica a la actuación predecible de autoridades e instituciones, de forma que cualquier proyecto que se acometa pueda ser planificado en el mediano y largo plazo porque las condiciones generales sobre las que se basa la estructura de razonamiento de quien planifica, no cambian de forma abrupta ni sorpresiva. Sin ello, es presumible que muchos de los inversores potenciales terminen por preferir otros lugares donde la normalidad en la actuación del gobierno sea una característica y un plus agregado a la oferta que el país puede hacer como atractivo financiero, de inversiones o de desarrollo de proyectos.
No se puede generar ese clima de confianza si un día se decide una cosa y, al pronto, se da marcha atrás. Mucho menos, si la contumacia es la norma que preside este tipo de resoluciones políticas pendulares.
Un mandatario no puede darse el lujo de cambiar frecuentemente de opinión en temas, siempre sensibles, porque refleja mala asesoría o incapacidad de tomar decisiones meditadas, ponderadas y discutidas. Eso de ir resolviendo en tal o cual dirección para, al poco tiempo, mudar de sentido, se traduce en una mala percepción y proyecta una serie de sensaciones con impacto negativo. Es necesario que se tome un poco más de tiempo para que cuando acuerde avanzar en tal o cual dirección, no sea necesario, al poco tiempo, volver la vista hacia atrás o en otra dirección, con el consiguiente desgaste interno y externo que ello representa.
Puede que alguien, en su benevolencia, vea una virtud en esto de rectificar. Ya se sabe que rectificar es de sabios, sin embargo, generalmente, los sabios se toman mucho más tiempo para hacer las cosas y, por tanto, no es preciso que luego rectifiquen. ¿O conoce usted a alguno que lo haya hecho?.

PD. El Congreso, ni abordarlo. Sencillamente, da vergüenza. Ahora que están de “vacaciones”, ¿por qué no reflexionan, en su soledad, sobre el daño que todos, con sus acciones u omisiones, le hacen al país?.

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