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lunes, 12 de diciembre de 2011

Cultura de depredación

Las grandes comilonas son el denominador común de los gastos políticos “imprevistos”

La búsqueda, detención y juicio de alguna de las Torres es una aguja en un pajar de corrupción generalizada que se viene denunciando desde hace tiempo, producto de una suerte de “cultura política consentida y tolerada” que practican quienes, sin vergüenza y con descaro manifiesto, hacen lo que les viene en gana. El caso Torres no es el único que evidencia el saqueo de recursos estatales. Nunca he visto cómo gasta los fondos asignados la USAC. La tricentenaria debe tres siglos de claridad y transparencia en el uso de dinero público. Los ingresos, desperdigados por el presupuesto, son difíciles de determinar y muchos menos conocer con certeza el costo por estudiante puesto que al contar con más del triple de los que ingresan cada cinco años, hace que cada graduado le salga al erario publico -a los que pagamos impuestos- tan caro como si estudiara en Harvard. Eso sin contabilizar cómo y quienes gestionan los ingresos por parqueo, las matriculas, los pagos mensuales o las tienditas que pululan en el interior. Seguro no se invierte ni en mejoras tecnológicas ni en infraestructura. Una incógnita no desvelada a la fecha por ningún ente fiscalizador.
Otra fuente de corrupción es el fondo rotativo del Congreso. Cada bancada -según el número de diputados- la junta directiva, las comisiones de trabajo y la administración, tienen asignada una cantidad para gasto discrecional (Q300.000/mes aproximadamente). La caja chica se ha convertido en arca escandalosa. El diputado Taracena, retornado de su honeymoon, admite en una liquidación (noviembre 2011), cinco facturas de un tal Jorge Alfonso Samayoa Arroyave por igual valor de Q5,250 cada una (total de Q26,250) y otras siete de la misma persona -en otra liquidación diferente- por un total de Q36.750. Las doce facturas con numeración correlativa -¿Samayoa sólo factura a don Mario?- no se corresponden con el orden de la fecha, ¡Ah!, y aprobadas por los auditores del Congreso.
En todas las bancadas y comisiones se observan recibos por montos enormes que alimentarían a más de un centenar de personas de las que se mueren de hambre mientras los “notables” tragan a destajo, se lo chupan en restaurantes y cevicheras o incluso compran en una librería católica, algo que no consigo entender, salvo que sea un prontuario de oraciones para salvar sus corrompidas almas. La Primera Secretaría del Congreso gasta demasiado en la gasolinera Marte (dos o tres veces al día, fines de semana incluidos) y en el restaurante la Marea, donde el marisco le relaja la moral. La comisión de probidad desembolsa sistemáticamente el dinero de cada mes (Q3.000) en dos sentadas de Comida Rápida Bethel con facturas de cuestionada numeración. La comisión del menor y de la familia liquida múltiples recibos de comida rápida que alimentan a diputados para que comprendan mejor a los niños. Los Unionistas, a punto de desaparecer, celebran continuamente en la fonda de Don Nayo con montos cada uno de alrededor de Q3,000. La URNG, muy revolucionaria y de izquierdas, aprovecha algunos fines de semana en el hotel Miralvalle. Unión Democrática gusta de la comida española de la zona 13 y el diputado Reynabel Estrada gasta en hotel y cafetería Kimberly y en cafetería Yosselin cerca de Q15.000 en tres días (uno domingo). Negocios de familia, propios o de amigos ¡Corrupción a fin de cuentas! Muchos ciudadanos honrados trabajan duro diariamente para que ciertos caraduras despilfarren nuestros recursos. Aun así somos agraciados, miles mueren de hambre sin enterarse de todo esto ¡Qué basura! ¡Qué asco! ¡Qué poca vergüenza!

1 comentario:

Carlitos dijo...

y nosotros bien gracias por mantener una manada de ladrones que no generan nada productivo pero se dan la vida de millonarios a nuestras expensas de la cuales ninguno de nosotros nos damos el lujo de hacerlo y algunos que ni conocemos por lo que legislan pero si por lo que se roban, congreso bola de ladrones....