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lunes, 14 de enero de 2013

Dictadores y cobardes


La mejor arma de la dictadura es el secreto (David Bohr)

Se consolidó el golpe de estado en Venezuela. El presidente electo no tomó posesión del cargo ante la Asamblea Nacional ni ante el Tribunal Supremo de Justicia. Decidieron reglar la transición a puerta cerrada e ilegalmente ignorar la fecha y el procedimiento del artículo 231 de la constitución bajo el artificio de la “continuidad”, algo insólito en el mundo y que no crea ruptura de periodo, lo que pueden usar más adelante para reelegirse. Consolidaron la transición de una “democracia populista” de socialismo posmoderno al autoritarismo, engrosando el parque jurásico del comunismo caribeño. Lo peor, sin embargo, no es el deplorable hecho en sí mismo. El silencio cómplice de la comunidad internacional, particularmente de la Unión Europea y de los Estados Unidos, dice mucho. Tan dispuestos que estuvieron en el caso hondureño condenando, retirando embajadores, convocando ruedas de prensa con presencia del mismo Chávez acompañado de Raúl Castro -y otros dictadorzuelos- y exigiendo a la OEA que tomará cartas en el asunto o llevando el tema a la Asamblea de la ONU, en esta ocasión callan cómplice y cobardemente. También enmudecen ciertos columnistas manipuladores o comprados. Su silencio, tan poco observado en otras ocasiones, refrenda precisamente que las violaciones de los derechos y los golpes de estado son cuestiones únicamente achacables a “la derecha” pero cuando los “revolucionarios” los llevan a cabo, la aprobación o la permisividad es unánime. Es la hipocresía de la realpolitik que demuestra que la Guerra Fría únicamente se calentó un poco, pero sigue instalada en la mente, en el corazón y en el actuar de los vividores generadores de conflictos. La justicia que tanto imploran y exigen les importa un carajo. Las normas únicamente sirven para que las respeten otros y la violencia, aunque sea de bajo perfil, sigue siendo el modo preferido de actuar, con el acompañamiento, ¡cómo no!, de ciertos “actores internacionales” que enmierdan el peor espectáculo político de la era moderna. Difícil avanzar en una sociedad permisiva que se pasea por las normas vigentes -o lo permite- y las adapta a las circunstancias del momento bajo el criterio flexible del todopoderoso gobernante, postulado defendido por revolucionarios, pero también por majaderos nacionales de distinta tendencia que en ocasiones pierden la oportunidad de mantener un silencio edificante.
Saben, porque la historia lo demuestra, que si resisten pueden usurpar el poder por años. El régimen asesino y criminal de los Castro, de al Assad o de los coreanos del norte lo demuestra. La comunidad internacional es tan hipócrita, cobarde y permisiva que no levantará un dedo para señalar al violador de la ley, porque entre ellos hay muchos iguales. Los ciudadanos, para mientras, abandonan la gestión administrativa en manos de esa calaña política que se aviene a conservar el poder a toda costa y beneficiar a sus allegados, quienes los votan y promueven. No he oído al parlamentario Colom que cerró las fronteras durante la crisis hondureña, a forzaron allá una comisión “de la verdad”, a la millonaria Kirchner hacer declaraciones como las que lanzó contra los “golpes” de Honduras y Paraguay, ni otros personajes que recurren a similares mamarrachadas, cando no babean acudiendo a la no toma de posesión o visitan al moribundo. Todos, por cierto, comprados con dinero del petróleo venezolano.
Como dijera un presentado de TV tiempo atrás: lo peor no es que te crean tonto, es que te lo digan en la cara a diario. Así las cosas, el ciudadano se relaja y disfruta, ¡total! vaselina hay en todas partes del mundo.

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