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lunes, 29 de abril de 2013

Universidad, política y negocios


Monopolio educativo: tradicional forma de manipulación 
La USAC “popularizó” la protesta por no recibir al menos el 5% del presupuesto de ingresos, tal y como indica la Constitución. En términos de legalidad puede ser cierto. No obstante, la monopólica universidad estatal no presenta un solo informe de cómo gasta cada centavo que recibe. Imposible encontrar la fiscalización de algún diputado -de esos que dicen escudriñar todo- sobre cómo se va el dinero asignado y cuánto termina costando cada alumno que pagamos quienes contribuimos con impuestos. La autonomía universitaria -eslogan que manejan- no significa opacidad ni arbitrariedad en el gasto. Lo peor es que tampoco hay un debate interno en la Tricentenaria sobre cómo terminar con el monopolio educativo público que mantienen, aunque siempre son capaces de encontrar explicaciones para que otros monopolios y oligopolios empresariales dejen de existir, argumento que comparto, pero que es descaradamente incoherente con su discurso. Son capaces -en clave de refrán- de encontrar la paja en el ojo ajeno, sin ver la viga en el propio. A la universidad estatal -aunque levante ampollas entre los cerrados a la reflexión- le falta una catarsis profunda sobre su propia existencia y finalidad. En general, las universidades deberían de salir aceleradamente de los cometidos y prebendas constitucionales con que cuentan. Es nuevamente la USAC quien tiene más espacios de decisión política, lo que ha terminado por contaminar los puestos de dirección y administración y olvidar a muchos de sus integrantes que el fin primordial y único es la educación y la formación, no la política.
La marcha ha consumido recursos de todos -obtenidos con impuestos- para solicitar más recursos públicos. Cotejado contrasentido que justifica dispendiar lo poco que se tiene para solicitar más. Mediatizaron la forma, aunque disimularon el fondo, para mostrar a cierto partido político -invisiblemente sumado a la protesta- la capacidad de convocatoria y el potencial electoral con el que podría contar si, por ejemplo, el rector de la USAC terminase por presentar su candidatura en las próximas elecciones o fuese compañero de fórmula de los rojos, sobre todo ahora que los colorados ganan en Paraguay y el mismo color también forma parte de Venezuela ¡Al final rojo pasión!, no necesariamente racional. Utilizaron la manifestación para evidenciar su poder difuso y su capacidad de extorsión, en vez de buscar mejorar el modelo educativo, transformando el evento en un míster Hyde político. Mientras eso ocurre, olvidan y manipulan a los estudiantes -verdaderos beneficiarios teóricos de la inversión educativa del Estado- en pro del mercantilismo y del legalizado rentismo político con que cuenta la Tricentenaria ¿Puede haber mayor despropósito, peor “inversión” educativa y falta de eficiencia y claridad del gasto del presupuesto nacional?
No se trata de criticar a la institución ni a sus profesores, más bien de presentar un punto de debate que parece no es favorablemente acogido por quienes deberían enfrentar realmente estos desafíos antes de que el Saturno ideologizado que alimentan y sostienen termine devorándolos. Hay excelente profesores y mejores alumnos, no me cabe duda, pero tampoco la tengo de la existencia de intereses muy superiores a los educativos como el oportunismo político, las alianzas con políticos y sobre todo ninguna trasparencia presupuestaria, además del insostenible monopolio que olvidan en esos discursos proletariados, sociales y humanistas que algunos elaboran a pesar del nulo ejemplo con su actitud. Si desean más dinero tienen que comenzar por focalizarse en la educación y apartarse de la politiquería, de lo contrario no deberían de esperar el apoyo del ciudadano responsable. 

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