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lunes, 9 de marzo de 2015

Tutelados empedernidos

“Cuando se teme a alguien es porque le hemos concedido poder sobre nosotros”

Somos una sociedad enfermamente solicita de tutela. La historia muestra que el reclamo del tutelaje está incrustado en la genética nacional, y poco se puede hacer. Se recuerda devotamente a los dictadores -incluso se extrañan- y se alaba su gestión en conversaciones familiares y de amigos. Echamos de menos a MINUGUA y casi no la dejan ir porque las cosas no “estaban solucionadas”. Pedimos continuamente el beneplácito o la aprobación de “la embajada”, de la UE o de la comunidad internacional, cualquiera sea el tema. Discutimos fervientemente sobre la permanencia de la CICIG porque solos “no podemos” arreglar la justicia. Buscamos afanosamente un líder que nos saque del lodazal en el que nosotros mismos nos hundimos y, los más extremos, añoran un sistema parecido al cubano o al venezolano para que alguien, “investido democráticamente de despotismo”, venga a poner orden en las cosas ¡Su orden, naturalmente!
En todas las propuestas y reclamos el común denominador es que otro haga lo que nosotros no estamos dispuestos a hacer. Valoramos a los ex presidentes por cuanto “han dado”. Si “mejoró” el salario mínimo, se “preocupó” por los pobres o “no subió” la canasta básica, es vitoreado por masas pedigüeñas como alguien que debería repetir su mandato. En ese superficial e interesado debate, poco o nada se discute sobre qué pensamos hacer como personas, cuánto estamos dispuestos a sacrificar o cómo proteger a emprendedor que cada día mejoran su situación y, por ende, la de aquellos a los que sirve para que eso ocurra.
El socialismo “protector”, reemplaza al individuo y buscamos continuamente un pseudo líder que asuma la responsabilidad de solucionar nuestros problemas de cada día. Quienes más apoyan esta idea son, naturalmente, lo que viven subvencionados por el paternalismo externo concretado en parte de la cooperación, que paga para predicar el mensaje de que alguien/algunos -ellos, ¡por supuesto!- sean quienes nos rescaten ya que nosotros estamos mal, ¡muy mal!, y nunca podremos solos.
Alguna persona se molestó por algo que pregunté y que nunca dije. Creo que ahora, estoy en condiciones de afirmarlo: Somos una sociedad podrida. Y como posiblemente reaccionarán los que aman el tutelaje y otros cuyo hígado les obnubila el entendimiento, les animo a que lean, antes del disgusto, la definición del DRAE: “Dicho de una persona o institución: Corrompida o dominada por la inmoralidad ”, para que luego continúen, si así lo desean, con la crítica que corresponda.
En grupos humanos exitosos, las personas se sienten avergonzadas cuando reciben ayudas de otros porque evidencia que no son capaces de superarse por si mismas. En esos lugares, lo que más se valora es el emprendimiento, la decisión, la responsabilidad y asumir las consecuencias de lo que cada cual hace. Por aquí, menos triunfantes por cierto, ocurre exactamente lo contrario. Se premia y protege al fracasado, al irresponsable, al corrupto y se castiga a quien hace las cosas bien. Sin ignorar al que tiene mala suerte, como algunos falazmente argumentan, se trata de valorar méritos y no proteger al mediocre. El tutelaje es la aceptación de perdida de libertad y la anulación personal en “beneficio” de una autoridad que proporcione lo mínimo -la comida- aunque sea poca, mala y haciendo fila como en Cuba o Venezuela.

Siéntese. Medite. Mírese al espero y reflexione ¿Realmente necesita un líder que organice su vida o puede usted mismo hacerlo responsablemente?  ¿A qué espera? Empiece a ser su propio héroe.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Un anális bastante reflexivo. Inquietante y doloroso para el enfermo que ha de padecer esa enfermedad, enfermos con nombres y apellidos. Me parece un análisis coyuntural, lástimas que muy pocas personas somos alfabetas y llega a nuestras manos este tipo de opiniones. Un texto valorable.

Unknown dijo...

Un anális bastante reflexivo, inquietante y doloroso para el enfermo que ha de padecer esa enfermedad "social"; enfermos con nombres y apellidos. Me parece un análisis coyuntural, lástima que muy pocas personas somos alfabetas y llega a nuestras manos este tipo de opiniones. Un texto valorable.