Tan aprovechado es aquel que promete sandeces como el analfabeta político que lo vota y lo coloca al frente de instituciones
La sugerencia del título le puede hacer pensar en la Navidad, fechas memorables en las que ponemos cara de buena gente, quizá en la Semana Santa que se aproxima, en la fecha de su cumpleaños o en el mes del cariño que se acaba hoy. Pero está equivocado, lo más bonito del año es la época preelectoral.
En estos meses previos a las elecciones se bachean las calles que por años han estado llenas de agujeros y deteriorado la suspensión de su vehículo; jardines abandonados repletos de papeles, vidrios o basura se tornarán floridos y elegantes o se presentarán nuevos autobuses y mostrarán las comodidades disponibles. Todo gracias a la gestión de “su alcalde”, quien le pedirá el voto para continuar en esa línea de “desarrollo, bienestar y justicia social para todos”.
Escuchará diversas propuestas sobre lo fácil que es arreglar el tráfico, la falta de agua, el desorden en los parqueos de la vía pública o el contaminante basurero municipal, del que emanan múltiples olores y es punto de cita para todo tipo de bichos. Se asombrará al ver como los bordillos de las banquetas adquieren colores vivos, producto de una mano de pintura electoral, mientras los alcaldes, que llevan cuatro años escondidos en sus despachos ignorando reclamos ciudadanos, aparecen por doquier, como zompopos de mayo, a saludar y pedir que los llamen por su nombre o por su apodo, porque son “gente del pueblo”.
Años sin hacer nada para en cuatro meses asfaltar todas las calles al mismo tiempo, llenar de máquinas, camiones y desniveles las vías, generar atascos y entorpecer el tráfico y así mostrar lo que son capaces de hacer durante su gobierno en “pro del ciudadano”. No sé si llorar de pena o de risa; tomármelo en broma o con resignación; gritar o poner la música alta para no escucharme.
Cuántas rinoplastias habría que hacer después de las elecciones si realmente fuese cierta aquel cuento de Pinocho y su nariz creciendo cuando mentía. Qué hipocresía en cascada más evidente, notable y descarada. Cuánta mala gestión acumulada que ahora pretende una reelección con propuestas que encandilan a algunos, duermen a otros y generan escozor y urticaria en la mayoría de los ciudadanos.
No debería ser tan difícil mandar al carajo a esos personajes que permanecen por años en forma de larva, y súbitamente surgen cual mariposa alada pavoneando los lindos colores del partido. A mí me produce algo de nauseas mezclado con sentimiento de desprecio porque con mayor frecuencia -tema de edad seguramente- no tolero a mentirosos, hipócritas, vividores y a quienes hunde progresivamente el país con gilipolleces que no son capaces de sostener más de un par de meses, tiempo promedio que hablan cada cuatro años.
Propongo que las elecciones sean cada dos años, al menos lavaremos la cara del país bienalmente. Incluso se puede hacer bien y separar las elecciones municipales de las nacionales y el Congreso cambiarlo al 50% durante esos procesos.
Sin embargo, no puedo desconocer que lo relatado ocurre porque hay un caldo de cultivo social que lo permite y promueve, más ahora que ha subido el precio de los huevos. Tan aprovechado es aquel que promete sandeces como el analfabeta político que lo vota y lo coloca al frente de instituciones que no le generan los resultados esperados al elector -o incluso se vuelven contra él- y además les paga un jugoso salario extensivo a sus hijos, primos, novias, madres, parientes, e incluso paga cirugías reconstructivas a alguna de sus amantes.
Perdón, pero no se me ocurre otra cosa que gritar: ¡qué tontos somos!
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