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lunes, 12 de febrero de 2024

El mundo boca abajo

La ciudadanía, especialmente la joven, ha comprado el falso discurso político de que la democracia todo lo arregla.

El mundo parece estar boca abajo o patas arriba, según al grupo que pertenezca de esos que ven el vaso medio lleno o medio vacío. En todas partes se observa lo mismo, aunque el localismo percibe y siente lo cercano e inmediato.
Jóvenes descontentos con la democracia, y democracias que no satisfacen expectativas ciudadanas. Agreguemos a los políticos que prometen no importa qué cosa antes de hablar con la verdad, que seguramente generaría descontento y pérdida de votos. Hartazgos por doquier que terminan en situaciones límite como son las elecciones de gobiernos extremistas, populistas o “particularmente innovadores”, todos ellos con muy alto riesgo -más en unos que en otros- de que las cosas se salgan de lo tolerable y terminen en un punto mucho peor que el de partida.
Las razones son diversas. Una, y creo la más importante, es que la ciudadanía, especialmente la joven, ha comprado el falso discurso político de que la democracia todo lo arregla. La creación artificial de derechos insostenibles en el Estado, como esos de que se debe de garantizar gratuitamente educación, salud, transporte o trabajo y vivienda dignos, es un cuento chino que muchos aceptan como catecismo de fe, sin reparar que hay que contar con la infraestructura adecuada -humana y material-, y sobre todo pagarlos. Así que en la mayor parte de los países -desarrollados o no- la queja es que no existen tales servicios -que se han vendido como derechos- o que cobran demasiados impuestos y no queda dinero para vivir, justamente porque hay que pagar los “derechos” anteriores. Se entra en un círculo vicioso en el que cada vez se exigen más cosas gratuitas, y disgusta pagar para tenerlas  porque el político, y esta es la segunda razón, cobra -y mucho- por la inoperante gestión de esa forma de vida estafadora que promueve el estado benefactor. Además, al cobro hay que sumarle soborno, chantaje, comisión o cualquier otra forma de corruptela, lo que multiplica el gasto. Personajes como Petro, Boric, Trump o Bukele ofrecen soluciones distintas, pero con un eje en común: son drásticas, porque no hay forma de gestionar decentemente lo público con esas ofertas electorales que hacen.
Por si no fuera suficiente el tema doméstico, la migración, tanto en la Unión Europea como en América es otra cuestión por considerar. En Europa y América se genera un importante choque étnico-cultura Sur-Norte, con el agregado racial y religioso del viejo continente que lo diferencia. Quienes han “construido” una forma de vida no están dispuestos a que otros vengan a cambiarla sustancialmente, aunque necesitan a “esos otros” para que la dinámica económica pueda seguir manteniendo la forma de vida, lo que vuelve a genera un círculo de interdependencia de agrio sabor.
La lucha por el poder de las grandes potencias también se hace sentir en el ambiente. Desde la geopolítica norteamericana, europea y rusa, hasta la geoeconomía china, y el soft power de todas ellas, inciden por todo el mundo y generan espacios de fricción y de posibles “intercambios” a futuro: Taiwán, Ucrania, Siria, Centroamérica y otros lugares, son tutelados por unos y reclamados por otros, en un afán de lograr una mejor posición en la tablero de ajedrez mundial.
Vivimos en un mundo complejo y complicado similar al de hace un siglo, en el que se desencadenaron dos guerra mundiales, y agreguemos que la mayor parte de sus habitantes han nacido en el presente, sin tener noticias siquiera de dictadores, del mundo de la postguerra y de la Guerra Fría. Si la polemología tiene razón entramos en la antesala de acontecimientos bélicos preocupantes.


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