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lunes, 30 de enero de 2017

¿Asistencialismo o responsabilidad?

La persona prefiere la dependencia y la protección a la libertad

Llevamos unos días -muy interesantes por cierto- debatiendo en clase con alumnos sobre los dos grandes pilares que sustentan las políticas públicas: el asistencialismo y la responsabilidad. El primero, sostiene aquellas en las que el gobierno apoya, dona u ofrece ayuda, generalmente permanente, a personas, organizaciones o instituciones. El segundo, se refiere a la observancia de la máxima de que cada acción tiene consecuencias y es preciso asumir las responsabilidades derivadas.
Ejemplo sobran, y el análisis de ellos sirve para concretar ideas. Si tiene un accidente y es culpa suya por conducir bajo efectos del alcohol o drogas o del vehículo por no estar en condiciones, deberían cobrarle el servicio prestado quienes le ayuden: bomberos, hospital, policía, etc., porque usted fue el responsable de lo que ocurrió. Con idéntico criterio, tendría que asumir los daños del desastre que ocasione y que probablemente otros paguen. Si choca su carro y tiene seguro, la entidad contratada tendría que entenderse con el contrario que no lo tiene y no, como ahora ocurre, que si no hay acuerdo consignan ambos vehículos sin distinguir quien asume su responsabilidad con el seguro y quien la evade. Finalmente, ayudas recibidas a través de becas, con apoyo a estudios, a transporte, etc., tendrían que devolverse a lo largo de la vida profesional de quien las recibió, asumiendo el compromiso frente a los prestamista que con sus impuestos lo hicieron posible ¡Hay muchos más!
Sin embargo, las políticas plasmadas en legislación, suelen ser de corte asistencialista y terminan por “premiar” al irresponsable además de acostumbran a otros a que no es necesario correr con los costos de los errores de cada quien porque el gobierno se hace cargo de acciones equivocadas o dolosamente ejecutadas. El resultado es que quienes actúan responsablemente terminan asumiendo los costos de esos otros imprudentes. Y es que la persona prefiere la dependencia y la protección a la libertad, nada nuevo lamentablemente.
De esa forma, se promueve una cultura de irresponsabilidad o si se quiere, no se promueve la toma de conciencia de que cada quien debe asumir las consecuencias de su actuar. Surge así la idea -aceptada y difundida- de salud, educación y transporte colectivo gratis o a bajo costo, amén de otros servicios que el Estado “debe prestar” para el desarrollo personal, pero de los que cada quien intenta zafarme en la medida que no contribuye al pago impuestos -informalidad- o se responsabiliza de sus acciones. El ejemplo mas evidente que se reproduce cada año es el perdón de las multas e intereses que hace el Presidente a particulares e instituciones o la reducción del pago de las sanciones de tránsito que promueven los alcaldes ¡Los irresponsables, salen siempre ganando!
Eludimos el debate sobre los costos de los servicios “sociales” y nos hemos acostumbramos a que los paguen quienes denominamos “ricos” y que -indefinidos- asumen una carga mayor que el resto quienes tenemos “el derecho” de disfrutarlos. Así es difícil generar progreso porque muchos dejan a un lado el ejercicio de la responsabilidad y ponen por delante el “derecho” al asistencialismo, desplazando la preeminencia que deben tener las acciones responsables de cada quien.
Curiosamente es en la vida en sociedad donde se dan esos fenómenos fomentados por el gobierno. En el resto de las relaciones humanas no ocurren así, y en comunidades cerradas -familia, condominio empresa, vecindario, etc.- queda claro, y se exige, que cada quien asuma su responsabilidad.

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¡Increíble que lo tengamos tan claro en algunos círculos y tan interesadamente difuminado una vez salimos de casa!

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