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lunes, 9 de enero de 2017

Sin patrullas combinadas ¿Y ahora qué?

Se percibe que la corrupción permeó altas esferas y la confiabilidad hay que cambiarla de lugar

El año inició con el anuncio de que acabarán las patrullas combinadas que el Ejército realiza conjuntamente con la policía (PNC) para mejorar la seguridad, lo que ha servido un debate polarizado.
En el mundo occidental -al que pertenecemos- la seguridad interior está a cargo, indiscutiblemente, de la policía. Sin embargo, los ejércitos colaboran, sobre todo en situaciones especiales, algo visto por toda Europa cuando hay amenaza terrorista o desastres. No es por tanto descabellado avanzar hacia esa dirección estratégica en que la PNC asume el rol principal en seguridad ciudadana, y el Ejército la complemente en caso necesario.
Desde 1996 se han dado cambios y resistencias. La constitución todavía asigna la misión de la seguridad interior y exterior al Ejército, la PNC no aparece en el texto legal y la reformas por implementar no contemplan tal modificación. Por otra parte, las policías municipales se han conformado y fortalecido en casi todos los municipios y actúan con importante grado de eficacia, lo que refuerza el modelo local de seguridad y facilita el estatal. También, la PNC ha alcanzado un número significativo de efectivos que le permiten, cualitativa y cuantitativamente, acometer nuevos retos. Finalmente, el Ejército tiene pendiente reflexionar, en profundidad, sobre los cometidos a asumir en el siglo XXI, sean los clásicos, como fuerza de proyección, fuerza intermedia, parte de un proyecto de seguridad colectiva regional o cualquiera de las misiones que podría desempeñar -directa o indirectamente- de las incluidas en la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional, especialmente las referidas a terrorismo, narcotráfico, grupos armados ilegales o maras, bien como protección a fuerzas actuantes de policía o con el empleo de fuerzas especiales. La desaparición de las patrullas combinadas alentará, sin duda, la discusión aplazada sobre la reforma de los asuntos militares.
A pesar de ser la institución castrense las más valorada, la cúpula del anterior gobierno tiro por la borda años de trabajo y socavó considerablemente su credibilidad. El hecho de que, entre otros, el expresidente, un exministro de Gobernación, dos exministros de la Defensa y un exsecretario de inteligencia estratégica (SIE) estén en prisión acusados de graves delitos -habiendo sido altos cargos de las fuerzas armadas- ha acabado con todo el capital que la institución militar, con mucho esfuerzo, forjó en los últimos veinte años. Se percibe que la corrupción permeó altas esferas y la confiabilidad hay que cambiarla de lugar.
La PNC ganará con esta nueva forma de operar, sumando a ello sus logros; el Ejército irá perdiendo progresivamente la sensación de institución fiable en tanto en cuanto desaparezca del posicionamiento con el que ahora cuenta; el Sistema Nacional de Inteligencia se reconfigurará y descansará más en inteligencia civil, con el ánimo de que la SIE sea quien de verdad coordine el Sistema y defina los lineamientos estratégicos, y la inteligencia militar, quedará relegada a su papel de recolectora de información y análisis en temas exclusivos de Defensa, y poco más. Todo ello excluirá progresivamente a los militares del poder tradicional en aduanas, antisecuestros, grupos disidentes, información privativa y otras cuestiones. El panorama del poder se reconfigurará.
Ahora queda el trabajo arduo de recomponer un institución manchada y hundida por algunos que le juraron lealtad mientras hipócritamente cantaban el himno nacional y esperar seguramente una decena de años -o más- para que la integración civil-militar y el aprecio ciudadano por sus fuerzas armadas adquiera nuevamente protagonismo.
No es una elucubración, es la historia repetida de lo que ha ocurrido, en mayor o menor media, en muchos otros países.

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