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lunes, 31 de agosto de 2020

No son los médicos cubanos, es la dictadura

La “diplomacia de batas blancas”, una moderna forma de esclavitud humana, de tráfico de personas, utilizada por el castrismo 

Todas las dictaduras son nefastas. En algunas se pueden resaltar hechos positivos porque sin duda existen. Sin embargo, en todas ellas se pierde la libertad de movimiento, expresión, reunión, disenso, etc., y también en todas el gobierno, que suele ser extremadamente violento, acosa, persigue, encarcela, asesina -directa o indirectamente- y destruye o pulveriza -como diría Orwell- a sus ciudadanos. La dictadura castrista es la decana de todas ellas, y después de más de 61 años sigue violando los derechos humanos, la libertad y los principios de la democracia, entre otras muchas cosas. No reconocer lo anterior supone cerrar la razón a lo evidente o ser demasiado cínico. 

En 2008 publiqué una de mis primeras columnas de opinión destacando el carácter alegre y sufrido de los cubanos -http://miradorprensa.blogspot.com/2008/04/qu-caracter.html-, y la sostengo íntegramente. El ciudadano cubano es extraordinario y con un espíritu envidiable, a pesar de las circunstancias. En Guatemala, desde hace una veintena de años, los médicos cubanos están en los lugares más recónditos atendiendo a personas que no tendrían acceso a la salud sin ellos. Vaya por adelantado mi reconocimiento y admiración. El debate sobre las “Brigadas médicas cubanas” no es ataque o rechazo a profesionales de la medicina que dejan su vida por el mundo haciendo cosas increíbles que deben reconocerse

No obstante lo anterior, es legítimo plantearse el modelo cubano de “diplomacia de batas blancas”, una moderna forma de esclavitud humana, de tráfico de personas, utilizada por el castrismo  desde hace tiempo. Hay muchos casos documentados además del reporte del Departamento de Estado USA: https://www.state.gov/at-the-2020-trafficking-in-persons-report-launch-ceremony/. Cada cooperante enviado desde Cuba a Guatemala recibe un aproximado de Q7000, lo que no hace gratis el servicio que brinda. De esa cantidad, el receptor entrega una parte sustantiva al gobierno cubano -cifrado en algunos informes en 75%- y, además, como se documenta en diferentes medios, es constantemente vigilado y controlado para reducir el contacto con lugareños y evitar la deserción, como han hecho atletas, bailarines o músicos. Un equipo, camuflado entre los cooperantes y/o con apoyo diplomático en el lugar, se encarga de la seguridad y de la inteligencia. La garantía del regreso la dan los familiares que quedan “confiscados” en Cuba para que el cooperante vuelva y siga siendo servil al régimen.

Se puede limpiar la conciencia de muchas formas, incluso ponerle perfume, pero es innegable que cuando se establece un convenio de “colaboración retribuida” con el gobierno dictatorial cubano se está financiando la cúpula en el poder, los desmanes que hace y el modelo que la sostiene. Puede incluso ignorarse o pensar que como hacen un bien todo se justifica, lo que suele ser sospecho y siempre peligroso, al considerar el mal menor y el bien mayor, algo propio de corrientes teleológicas que analizan la intención como criterio de máxima moralidad. Una especie de híbrido entre el utilitarísmo y el consecuencialísmo ético que termina por justificar que muchas cosas buenas superan a las malas. No es de recibo hacer el mal para conseguir el bien, el mal debe evitarse siempre y ver la solución para alcanzar un estado deseable de cosas sin llegar a justificarlo, como irracionalmente hacen demasiados.

El debate está servido, aunque la diplomacia de batas blancas y la “cooperación” cubana han establecido una red de adoctrinados, colaboradores y serviles que seguramente serán capaces de negar la más dilatada dictadura en el mundo, y los crímenes cometidos. Recuerden que en época de la UNE intentaron concederle la Orden del Quetzal a Fidel Castro, aunque aquel no les puso coco y los ignoró.


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