Una especie de oligarquía bananera que pretende tomar el poder, a través de la venta de curules, y arrodilla al país ante el crimen organizado
Baldizón, Portillo y Jimmy Morales, no reúnen -independientemente de las condenas que tuvieron u otras circunstancias- la calidad de honradez que determina la constitución, y el TSE lo sabe. Los dos primeros admitieron delitos de lavado de dinero en Estados Unidos, y fueron condenados por ello. Aunque la sentencia no sea tenida en cuenta, hay que valorar la aceptación voluntaria de declararse criminales y culpables de los hechos. Es decir, de no ser íntegros en su obrar, por lo que el criterio de honradez no aplica. Respecto de Jimmy Morales, recordemos los millones aparecidos durante su gobierno en maletas en el interior de una casa, como posible cobro de coimas en uno de sus ministerios; el incendio en el Hogar Seguro en el que fallecieron más de cuarenta niñas; la estafa del libramiento de Chimaltenango, o aquella ONG promovida por la cubana que fichó a muchos de su gabinete -y a él mismo- con el objetivo de protegerse diplomáticamente, pero también para hacer negocios oscuros. A Jimmy, quien juramentó su cargo de diputado al PALACEN “versión Drácula” -a medianoche y escondido- no ha habido tiempo siquiera para investigarlo. La falta de “integridad en el obrar” -y en el caso Morales también la incapacidad- es más que evidente en esos jinetes de la Apocalipsis.
Para estas elecciones, los tres han hecho lo mismo: promover partidos personales en los que dos de ellos incluyen, además, a sus hijos -inexpertos e incapaces para el cargo que pretenden- y el de Zacapa a “sus mujeres”. Una especie de oligarquía bananera que pretende tomar el poder a través de la venta de curules, y arrodilla al país ante el crimen organizado. No estamos hablando de delitos menores ni de errores o equivocaciones presidenciales en políticas públicas, se trata de comportamientos dolosos continuados del crimen organizado -el narcotráfico siempre detrás- en el que hay robos de fondos públicos y lavado de dinero procedente de graves delitos.
Es necesario que el ciudadano tome conciencia de la importancia de su voto en este proceso electoral, quizá el más crítico de la democracia moderna guatemalteca. Hay que decir “no” a esos patricios, a sus hermanos, hijos, mujeres, y al resto de mafiosos asociados a sus formaciones políticas, independientemente de lo que diga el TSE o confirmen -si es que ocurre- tribunales superiores. La democracia está en peligro y el voto irresponsable es el único que puede colocar a esos impresentables en puestos de dirección. Una razón más para meditarlo seriamente e incluso para votar nulo, salvo que tenga claro su candidato o sea un tremendo irresponsable y cómplice de los resultados.
Es momento también de sacar de la legislación el antejuicio que permite que algunos se digan inocentes porque la ley impide que se les investiguen de los muchos delitos de que son acusados, y normar mejor las condiciones que deben de cumplir los futuros candidatos, para evitar discusiones vacías.
Ahora más que nunca su voto tiene el valor decisivo que siempre reclamó, pero debe ejercerlo con sabiduría y responsabilidad.
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