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lunes, 6 de enero de 2025

Y llegó el año 2025

¿Existirá una segunda oportunidad para esta administración?, es una pregunta que frecuentemente se puede escuchar en charlas de amigos.  


En 2024, precisamente por estas fechas, había un sentimiento generalizado de júbilo y expectación. Un análisis sobredimensionado de los optimistas habituales -muy lejos del realismo que los números marcaban- generaba esperanzas en un gobierno progresista que proponía acabar con la corrupción y mejorar los temas sociales, pendientes desde hace tiempo. Un año después, la ilusión ha desaparecido en aquellos que no entendieron la falta de improvisación política de quienes llegaban al poder. 
Dicen que para la primera impresión no hay segundas oportunidades, y es exactamente dónde nos encontramos. Un gobierno débil, pasivo, inexperto y sin logros, por mucho que algunos todavía se devanen los sesos buscando frases rimbombantes con las que justificar lo que el ciudadano no percibe. Dato mata relato, y no se ve nada en comunicaciones, un 34% más de niños muertos por desnutrición -los defensores dicen que había subregistro- y algunos cambios ministeriales que se avecinan por falta de resultados.
Se fue el año en resolver una disputa entre el Ejecutivo y el MP, aunque la institución investigadora ha sido infinitamente más hábil que el propio Presidente y, desde luego, que sus asesores. Y es que no entendieron que el ciudadano lo que necesita y busca son soluciones a los problemas que le aquejan: la económica, los precios de productos de primera necesidad, las medicinas, las carreteras, etc., y no los pleitos de alto nivel en los que se ensalzaron. No distinguieron entre lo urgente y lo importante.
Muy lejos del actuar presidencial, y con prácticamente el mismo tiempo en el poder, Milei, con las ideas infinitamente claras y un país institucionalmente en contra, por como lo dejaron los kirchneristas, ha sido capaz de implementar cambios que no se habían visto en décadas en parte del mundo occidental. Y es que la fe del ciudadano no está puesta en maquillajes que se borran con las primeras lágrimas, sino en medidas de fondo que pueden cambiar esas necesidades citadas.
Aquí, por el contrario, las justificaciones han sido asideros de cualquier comentario crítico: que si todo estaba mal -eso deberían haberlo sabido-; que si los anteriores robaban mucho; que la justicia no los deja ser partido -aunque el Ejecutivo podría hacer cosas-; y diferentes excusas de las que estuvo ausente el ministerio de gobernación -a cuyo ministro nunca oí quejarse- o el de educación, que con el remozamiento de escuelas pareciera haber culminado sus logros 2024. El que culpa a los demás tiene un largo camino por recorrer en su viaje. El que se culpa a si mismo está a mitad de camino. El que no culpa a nadie, ha llegado (proverbio chino).
¿Existirá una segunda oportunidad para esta administración?, es una pregunta que frecuentemente se puede escuchar en charlas de amigos. Pues a estas alturas del partido me da la impresión de que no. La razón principal es que no hay plan y para colmo de penas disputas internas, producto de corrientes diferentes de pensamiento partidario y de ambiciones, parecen no converger en algo que pueda unir a todos.
La oposición consiguió su presupuesto abultadísimo -más la ampliación- y una ley que le permite gastar lo del año pasado y lo de este, así que navegarán en ese río de aguas revueltas buscando ventajas, coimas y porcentajes en obras y otras contrataciones, algo que el oficialismo sabía, pero que prefirió apoyar con tal de sumar la aprobación de legislación que no les servirá para nada. También creyeron que pactaban la elección de magistrados, pero a la primera de cambio pudieron advertir que no, como era visible desde el primer momento, aunque nunca quisieron aceptarlo. 


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