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lunes, 3 de febrero de 2025

La cooperación a debate

La finalidad de la cooperación internacional es actuar como brazo de política exterior de los Estados, y dejémonos de romanticismos

Entre los embates a cosas que considera que es necesario cambiar, y formaron parte del discurso preelectoral por el que fue elegido, míster Trump ha paralizado, por tres meses, la cooperación internacional de los USA. La política general parece ser no gastar un centavo que no tenga una repercusión directa en el país, lo que me parece muy bien porque en definitiva son impuestos de los ciudadanos estadounidenses. Quienes no advierten que pagan ayudas con sus contribuciones y son partidarios de que se siga haciendo, lo que pueden continuar libremente entregando donaciones, pero no obligando a que todos participen. 

La finalidad de la cooperación internacional -ayuda o como se le quiera denominar- es actuar como brazo de política exterior de los Estados, y dejémonos de romanticismos. Los gobiernos, salvo en situaciones de catástrofes, colaboran con otros en función de sus intereses políticos, y no porque sean piadosos o tengan una conciencia superior, eso simplemente es una visión sensiblera y fantasiosa.

En los setenta, la Asamblea General de la ONU acordó que los países ricos -concepto no definido, y marcadamente subjetivo- destinaran el 0,7% de su producto nacional bruto a la ayuda al desarrollo. En algunos lugares se promovió lo que se denominó el “movimiento 0,7%”, grupos de personas que vieron una forma de vivir de la cooperación internacional “gestionando” esos pingües fondos que iban a liberar los “países ricos”. Se acababa de crear una profesión que necesitaba más militancia que universidad.

Prestos, crearon ONG,s en infinitas proyecciones sociales, para arreglar todos los problemas habidos y futuros, y de esa manera ser receptores de fondos estatales para tales fines. En las calles, una legión de jóvenes intentaba afiliar a transeúntes para que donaran en pro de salvar las ballenas, ayudar a las madres jóvenes de Somalia o en defensa de los gatos abandonados en cualquier parte del mundo, porque no hay sector que no se pueda asociar al nombre de una ONG. Únicamente hay que tener creatividad, y cara dura en ocasiones.

Tuve la oportunidad de darle seguimiento a algunas de esas organizaciones, y después de 25 años que llevo viviendo en el país, siguen perpetuadas con idéntica prédica, sin que hayan cambiado absolutamente nada, a pesar de que contaron con cientos de millones de dólares y de euros. Los muy vivos gastan en cada escalón de transferencias entre un 15/20% para gestión en ese nivel, así que si hay dos o tres, finalmente llega, con suerte, dos o tres quintas partes a los sujetos objetivo porque lo demás se queda en vehículos, oficinas, suntuoso pago a los oficiales de proyectos, inútiles publicaciones, además de talleres de socialización y reuniones con desayunos, cuando no pago a manifestantes.

Los temas más atractivos por estos lares han sido aquellos relacionados con el indigenismo, el genocidio o la mujer, trasladados desde USA en donde se aniquilaron a todos los pueblos originarios -no aquí- o desde Europa, lugar en el que los índices de violencia contra la mujer son porcentualmente más altos. Una suerte de efecto espejo que promueve el debate lejos de las fronteras donde sucedieron/suceden los acontecimientos, y el consecuente desgaste lejos del origen.

Ciertamente no toda la cooperación es negativa, pero como cuenta un amigo mío cooperante: cobramos miles de dólares o de euros al mes, aunque pagamos menos impuestos que los locales e idénticos salarios a nuestros empleados. Eso sí, criticamos que los nacionales tributen poco, pero realmente nosotros hacemos lo mismo. 

Una forma de vida, y la materialización de aquello de “haz lo que digo pero no lo que hago”.

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