En política no hay socios ni amigos, sino intereses, y pierdes valor una vez te conviertes en tercer país seguro, extraditas a quienes te piden y colaboras con el poder que te imponen
A los cien días del nuevo gobierno, una frase puede sintetizar el resultado político observable: “perdieron la oportunidad y están perdiendo poder”.
Aquello de “más sabe el diablo por viejo que por diablo” se confirma en el Congreso, mientras la inexperiencia política de unos, la bisoñez de otros y la inacción de todos, dejan espacios libres que son llenados inmediatamente por la oposición. El alegrón inicial, con descomunal metida de pata en la primera elección de la mesa directiva -luego anulada- permitió que los muchachos de la UNE -mañosos, experimentados, glotones y zorros- tomarán las riendas de la carreta haciéndoles creer a algunos que eran buenos, santos y probos, y que las cosas tomarían rumbo distinto en el futuro. Apenas un par de meses después, el poder se recompuso y ahora las iniciativas van de la mano de aquellos lobos con piel de oveja quienes, a pesar de ser suficientemente conocidos, engañaron a incautos y cándidos legisladores ¡La inexperiencia se paga!, aunque seamos los ciudadanos quienes asumamos el costo.
Les hicieron pensar que tenían el poder, y poco a poco fueron ajustando agendas, proyectos y estrategias. La última será sin duda el rechazo a las propuestas de reforma a la ley electoral para retomar el proyecto de la UNE liderado por el diputado presidente de la comisión correspondiente, Adim Maldonado, con apoyo de sus cuates -todos de la UNE- aunque anden repartidos por diferentes partidos. Una especie de hálito con el que SEMILLA resucita a la UNE y provoca una metamorfosis inversa, en la que las mariposas vuelven a ser gusanos.
El primer aviso lo vieron venir tarde, y coincidió con la exclusión de Samuel Pérez cómo posible integrante de la Junta Monetaria. El segundo, más visible, fue la negativa a aprobar el estado de calamidad. A partir de ahí ignorarán las recomendaciones de la comisión de reformas electorales -porque impondrán las suyas, transfuguismo incluido- y liderarán el nombramiento de jueces y magistrados, si es que eso llega ocurrir.
En todo caso, el proceso nacional no hay que verlo aislado, sino paralelamente al que transcurre en los USA, y asociado además a las próximas elecciones mexicanas y venezolanas. Es muy probable que la dictadura de Maduro -oxigenada por Biden- termine triunfando, y el partido de López Obrador imponga a su candidata. Se visualizan fuertes críticas a los demócratas por no haber sabido cambiar panoramas políticos de escasa utilidad para los norteamericanos, y salvo condena judicial en contra de Trump el ambiente en el Norte no será propicio para seguir convocando reuniones bi y multilaterales de esas que tanto gustan a los políticos para no avanzar en nada. Así las cosas, dejarán de ver con benevolencia el régimen guatemalteco, especialmente una vez plegado a los temas que interesan por allá: la migración, el narcotráfico y el crimen organizado, algo que han impuesto para que cooperemos fuertemente en solucionárselo.
En política no hay socios ni amigos, sino intereses, y pierdes valor una vez te conviertes en tercer país seguro, extraditas a quienes te piden y colaboras con el poder que te imponen, el resto son circunstancias que nadie atenderá. No habrá inversiones millonarias -mil veces prometidas- para luchar contra la migración ni macroproyectos y fondos ofrecidos cientos de veces.
¡Haz lo que te dicen y aléjate de China, y para lo demás búscate la vida que ya eres mayorcito! Cien días no son muchos, pero suficientes para entender lo que se viene, salvo que siga en la inopia y perdonando lo que no se ha sabido hacer bien. Seguir fielmente la política exterior de otros nos puede costar la doméstica.
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