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lunes, 8 de marzo de 2010

Calamidades y militares

ARTICULO NO PUBLICADO. INEDITO

En todos los países, cuando una catástrofe, natural o provocada, genera una grave situación de calamidad pública, se recurre a todas las instancias para que a través de la colaboración interinstitucional se coadyuve a superar la situación de crisis. En muchos lugares, son las fuerzas armadas, los ejércitos, quienes en última instancia y tras la declaración del correspondiente estado de alarma, excepción, calamidad o similar, toman el control de la zona, la aíslan y bajo el control de una autoridad civil o militar emprenden el proceso de reconstrucción. Varía, según el país.
El reciente terremoto en Chile no fue una excepción dentro del proceso descrito. Sin embargo, no todos los políticos están dispuestos a que sea el ejército quien asuma el control de la situación y lleve a cabo las actividades indicadas. En eso, tampoco Chile lo fue. El modelo exitoso chileno se puso en evidencia cuando no hubo voluntad política de declarar zona de emergencia sino después de pasadas muchas horas. Se quiso hacer una conducción política y se evitó el empleo de las fuerzas armadas que contaban con toda su capacidad instalada, con el último fin de evitarles protagonismo y no dar la impresión de que se gobernaba como en épocas pasadas. La dilación pudo ser la causa de ciertos problemas conexos, como que se escaparan unos 200 presos de una cárcel, la misma cantidad en otra y, además, la quemaran. También vimos en TV como un grupo de vándalos asaltaba un supermercado, lo que originó, del otro lado, la organización de patrullas de autodefensa como reacción al caos que se veía venir y en previsión de situaciones similares. A pesar de ello, el personal militar se fue enviando con cuentagotas. Los viejos resabios pudieron más que la responsabilidad de gobernar y lo dramático y urgente del momento.
Es lamentable que ciertas personas de un país que se tiene como referente de progreso y desarrollo, amén de otras virtudes y cualidades, no hayan superado ese estigma que imposibilita la concurrencia del esfuerzo necesario, especialmente en situaciones graves. La constante retórica de antagonismo con la que se narra el pasado en América Latina ha hecho, en este caso, que presos de sus propias palabras, sean incapaces de contar de inmediato con todo el potencial. A lo interno, las “circunstancias no superadas por algunos” producto del régimen militar, permitió la situación expuesta. Una cosa es la percepción externa que se tiene del presidente de cualquier país y otra, no siempre coincidente, la interna. Obama es el mejor ejemplo de ello. Bachelet se ha sumado al club y parece que fue la presión del presidente electo quien forzó la toma de algunas decisiones que tardaban en llegar. La capacidad de liderazgo se mide en momentos difíciles y en este caso, como en otros, la prensa y los militares terminaron por llegar donde los políticos no quieren, no se atreven o no saben.
La energía hay que reconducirla al presente, a la gestión política eficaz y eficiente y al futuro, pero parece que hay una dinámica extendida en la región por mirar atrás y dejar de ver hacia adelante. Lamentablemente el mejor referente no dio la talla deseada. Esperemos que el ejemplo sirva para superar barreras que algunos todavía apuntalan. Solidaridad con los chilenos, porque cualquier país está sujeto a catástrofes no previsibles. Lo que no es perdonable es que los sentimientos prevalezcan sobre la razón. A fin de cuentas quienes sufren o mueren no tienen la culpa de muchas cosas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gusta y pienso que las fuerzas armadas en nuestro pais no desarrolan planes, para momentos de guerra o bien situaciones de caos, es mas no creo que tengan la capacidad, el ejercito de nuestro pais nos ha demostrado que de aplanar calles en trios o bien como las bautizaron fuerzas combinadas, no pasa, que lastima porque cuentan con infraestructura y recursos económicas suficientes, para poder convertirse en una verdadera guardia nacional, y atacar los problemas de mayor relevancia. Fernando Hernandez