Vivimos -o sobrevivimos- en un país de privilegios y privilegiados. Individuos y grupos de interés exigiendo sus regalías. Empresarios de buses que reclaman exoneración de impuestos; que paguemos el resto, pero no ellos. Diputados que defienden el antejuicio para esconderse tras esa figura anacrónica y dilatar o seguir por años impunes a procesos penales e investigaciones. Circos que vetan otros espectáculos internacionales que les puedan hacer competencia en el interior del país. Adultos mayores que quieren viajar ¨gratis¨ en los transportes públicos urbanos, bueno eso si se lo permitieran los pilotos y la forma cuasi asesina de manejar. Los talacheros de la USAC, delinquiendo impunemente y extorsionando como les viene en gana, remarcan la ¨legalidad¨ fotografiándose junto con el vicepresidente (¿quién le aconseja D. Rafael, que tan mal le quiere?). Autoridades públicas, demandando paso preferente con vehículos repletos de guardaespaldas y sirenas ruidosas, se niegan a hacer la fila que muchas veces ellos mismos generan por su incompetencia al intervenir en el tráfico. Reclusos que disponen de plasma, microondas, comidas servidas de restaurantes de lujo o cuentan con visitas extraordinarias, cuando no celdas privilegiadas y otras exclusivas comodidades. Ciertas mujeres, defendiendo la ley contra el feminicidio que visualiza el 10% de los asesinatos e ignora el otro 90% ¿Por qué no reclaman igualdad y piden eliminar la pena de muerte o que sean ejecutadas al igual que los hombres en contra de la “discriminación” que contiene la constitución al excluirlas de la pena capital? Determinados empresarios que permiten, suscitan y consienten normas que les favorecen y dificultan al resto el acceso a ciertos mercados o promueven monopolios. Algunos promotores de TV que aceptan (¿o imponen?) decretos que les reducen los impuestos y exclusividad publicitaria en sus medios. Sindicalistas y maestros que toman edificios públicos para reclamar mayores salarios y, además, excluyen a padres y alumnos de cualquier toma de decisiones, asegurándose la exclusividad para seguir presionando. Farmacéuticos que se creen proveedores únicos y amañan licitaciones. ¨Pobres¨ que alentados por el gobierno de turno reciben limosnas y dádivas o usan los buses que fletan para llevarlos a la playa ¨gratis¨. Proveedores de magdalenas con fotos que nunca supimos quiénes son. Si toda esa fauna es consentida y permitida, ¿qué no harán los narcos, las mafias, los financistas políticos, Cohesión Social y otros grupos con mayor capacidad de presión?.
Esos colectivos, y muchos otros, terminan por apropiarse de las estructuras del Estado y ponen al frente de las instituciones a quienes les favorecerán en el futuro con exenciones, premios, donaciones, subvenciones o entregas directas y descaradas de dinero o privilegios. Y, ¿qué pasa? ¡Pues nada! El resto, terminamos pagando sus piñatas sonriendo o sin quejarnos lo suficiente. Los votamos, pero deberíamos botarlos. Tenemos una organización político-social anacrónica, estúpida y burlona que posibilita todo lo anterior y mucho más que se quedó en el tintero, como ciertas organizaciones de la sociedad civil, aparentemente piadosas, que buscan exactamente lo mismo. Todos sumados no pasan de algunos miles, sin embargo, los millones restantes padecemos la presión de aquellos. Ya sabe, hágase socio de algún grupúsculo explotador, promueva su propia organización para sumarse a las que ya joden suficiente o de una vez enfréntelos y comience a descubrir a todos los (las) caras duras y a quienes los (las) sostienen y promueven ¿Actor o espectador? Usted decide.
Este es un blog personal donde se editan las columnas de opinion (y otras) que semanalmente publico en el diario PRENSA LIBRE de Guatemala. La idea es generar un espacio de debate y opinión con los lectores, de forma que la libertad de expresión sea en doble sentido.
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martes, 30 de marzo de 2010
lunes, 22 de marzo de 2010
¿Qué hacer con Portillo?
Desde que México remitiera por correo urgente al huido ex presidente, el caso ha estado diariamente presente en los medios de comunicación. La pregunta que se hace la mayoría de los ciudadanos es: ¿qué pasará ahora con Portillo?, ¿qué se puede hacer?
La solicitud de extradición por parte de USA y la autorización positiva mexicana y nacional deja la pelota en el tejado político. La captura del ex ministro de finanzas de aquel gobierno y la presión que pudieran sentir algunos actores claves como la ex esposa y la hija del ex mandatario, entre otros, permite imaginar, para él y sus cómplices, escenarios preocupantes.
En este país, con alarmantes índices de criminalidad, el valor de sus vidas parece que va inexorablemente unido al de su silencio. La prolongada espera en cárceles nacionales llevaría aparejado el alto riesgo de una permanente sensación de vendetta o de fuga y siempre de trato privilegiado. Por otro lado, hay que valorar el futuro que le depararía la justicia norteamericana, dura y fría pero complaciente con los colaboradores. Si el gobierno decide no entregarlo, es presumible que el caso Portillo con toda su parafernalia termine siendo un importante lastre para la ya difícil gobernanza del país y para el desarrollo de las futuras elecciones, aunque para los que gustan de ambiente revuelto -y en este gobierno hay unos pocos- la estrambótica situación puede representar pingues beneficios para sus cuentas bancarias o las del partido. Recordemos que influyentes financistas y entusiastas del portillismo también lo fueron (y lo son) de la UNE. Incluso hubo un reconocimiento explicito a cierta persona de Oriente por el apoyo recibido para ganar las pasadas elecciones, lo que lleva a pensar en la posibilidad de un pacto para seguir manejando todo esto con bajo perfil y alta financiación, en espera de mejores tiempos y baja memoria ciudadana.
Otra posibilidad es que el gobierno decida extraditar al recluso y se quite los problemas de un solo. Ganaría mucho en imagen, voluntad de apoyo a la justicia y otros valores que necesita para revitalizarse, tal cual enfermo terminal. Sin embargo, se arriesgaría a que le retiraran el apoyo esos financistas en la sombra y a sufrir las represalias de aquellos viejos “amigos”. Algo más a agregar a este complejo rompecabezas, es que de confirmarse que alguno de los abogados que llevan el caso Portillo, también fue o es asesor gubernamental, se complicaría la solución final y la transparencia del caso, aunque frente a esas jugadas de escasa o nula limpieza ya estamos acostumbrados con la administración actual.
¿Qué hará el Gobierno?, es una buena pregunta que habría que estar haciéndose todos los días antes de que el tema se aletargue y sea opacado por el olvido, por los múltiples escándalos que todavía deben brotar o por las crisis que faltan por vivir en estos meses que restan para que volvamos a preocuparnos por procesos electorales.
Las investigaciones de la CIGIG serán clave, seguramente, para despejar algunas de esas dudas, sobre todo ahora que vemos una campaña de desprestigio cuestionándose la honestidad de la Comisión Internacional, a cargo de súbditos leales a aquel presidente que purga prisión por delitos muy diversos. Y es que cuando el patrón está encarcelado, preocupa mucho lo que pueda decir y como salpica peligrosamente a los demás.
Servido está el problema y pendiente la decisión que a fin de cuentas es más política que jurídica como todo lo que implica al derecho internacional. Veamos con qué nos sorprenden.
La solicitud de extradición por parte de USA y la autorización positiva mexicana y nacional deja la pelota en el tejado político. La captura del ex ministro de finanzas de aquel gobierno y la presión que pudieran sentir algunos actores claves como la ex esposa y la hija del ex mandatario, entre otros, permite imaginar, para él y sus cómplices, escenarios preocupantes.
En este país, con alarmantes índices de criminalidad, el valor de sus vidas parece que va inexorablemente unido al de su silencio. La prolongada espera en cárceles nacionales llevaría aparejado el alto riesgo de una permanente sensación de vendetta o de fuga y siempre de trato privilegiado. Por otro lado, hay que valorar el futuro que le depararía la justicia norteamericana, dura y fría pero complaciente con los colaboradores. Si el gobierno decide no entregarlo, es presumible que el caso Portillo con toda su parafernalia termine siendo un importante lastre para la ya difícil gobernanza del país y para el desarrollo de las futuras elecciones, aunque para los que gustan de ambiente revuelto -y en este gobierno hay unos pocos- la estrambótica situación puede representar pingues beneficios para sus cuentas bancarias o las del partido. Recordemos que influyentes financistas y entusiastas del portillismo también lo fueron (y lo son) de la UNE. Incluso hubo un reconocimiento explicito a cierta persona de Oriente por el apoyo recibido para ganar las pasadas elecciones, lo que lleva a pensar en la posibilidad de un pacto para seguir manejando todo esto con bajo perfil y alta financiación, en espera de mejores tiempos y baja memoria ciudadana.
Otra posibilidad es que el gobierno decida extraditar al recluso y se quite los problemas de un solo. Ganaría mucho en imagen, voluntad de apoyo a la justicia y otros valores que necesita para revitalizarse, tal cual enfermo terminal. Sin embargo, se arriesgaría a que le retiraran el apoyo esos financistas en la sombra y a sufrir las represalias de aquellos viejos “amigos”. Algo más a agregar a este complejo rompecabezas, es que de confirmarse que alguno de los abogados que llevan el caso Portillo, también fue o es asesor gubernamental, se complicaría la solución final y la transparencia del caso, aunque frente a esas jugadas de escasa o nula limpieza ya estamos acostumbrados con la administración actual.
¿Qué hará el Gobierno?, es una buena pregunta que habría que estar haciéndose todos los días antes de que el tema se aletargue y sea opacado por el olvido, por los múltiples escándalos que todavía deben brotar o por las crisis que faltan por vivir en estos meses que restan para que volvamos a preocuparnos por procesos electorales.
Las investigaciones de la CIGIG serán clave, seguramente, para despejar algunas de esas dudas, sobre todo ahora que vemos una campaña de desprestigio cuestionándose la honestidad de la Comisión Internacional, a cargo de súbditos leales a aquel presidente que purga prisión por delitos muy diversos. Y es que cuando el patrón está encarcelado, preocupa mucho lo que pueda decir y como salpica peligrosamente a los demás.
Servido está el problema y pendiente la decisión que a fin de cuentas es más política que jurídica como todo lo que implica al derecho internacional. Veamos con qué nos sorprenden.
lunes, 15 de marzo de 2010
Buena policía y policías buenos
Estoy convencido, desde hace tiempo, que el modelo policial que tenemos es caso perdido y no sirve. Algunos de los que evidencian o se quejan de su mal funcionamiento fueron actores directos de esta debacle. A pesar de la corta e interesada memoria de este país, recordemos que ciertas ONG,s y organizaciones de la sociedad civil, todavía activas, dijeron cómo y qué se tenía que hacer en la PNC y hasta participaron en su diseño. Con sus opiniones, injerencias, presiones y proyectos financiados internacionalmente, se inmiscuyeron en algo de lo que dijeron entender para, actualmente, recoger estos tristes resultados. Tenemos un mal modelo policial y dudo mucho que sea recuperable, reformable o renovable, simplemente debe sustituirse por otro. Sin embargo, una mala policía no es sinónimo de policías malos.
Hace pocos días asesinaron a algunos de esos buenos agentes. Jóvenes entrenados que trabajaban eficientemente en una unidad de elite. Cada vez que asesinen a funcionarios honestos, algo no siempre aislado, debería promoverse una manifestación pública condenando esas actuaciones. Claro que a fin de cuentas son parte de las cifras y datos estadísticos de esas 18 personas que cada día ultiman. No se debe pensar ni admitir que todos los integrantes de la PNC son corruptos, inútiles o ineficientes. Entre ellos hay personas capaces, aptas, dedicadas, entregadas y con espíritu de servicio. Sin embargo, la dirección de la PNC, desde mandos superiores hasta el propio ministro, no se han preocupado suficientemente de lo principal: el elemento humano. No podemos tener una buena policía cuando trabajan 24 horas continuas que en ocasiones se amplían, carecen de dormitorios que permiten el adecuado descanso, no siempre hacen las tres comidas ni se las facilitan, tienen un destino lejos de casa, no cuentan con garantías jurídicas o con una proyección de carrera, entre otras muchas penurias. De nada sirven los buenos policías en una policía mala, cuyo sistema no funciona y el ser humano no es el centro de atención. Para quien ingresa de nuevo, el modelo de referencia es el de comisarios encarcelados por corrupción o acusados de crímenes de alto impacto, ministros huidos en busca y captura o directores y subdirectores fuera del país señalados por diversos delitos. Con ese historial, ¿qué esperar del actuar de los oficiales? No es posible en solo dos años nombrar a cinco ministros, otros tantos directores y decenas de comisarios que hoy dirigen y mañana están delante del juez o son buscados por delitos diversos ¿Qué referente es ese?
Se puede hacer un esfuerzo por comprender pero no es admisible gimotear durante el sepelio, recordar la gran labor que realizaban o consolar a sus viudas si faltan agallas para entrarle al toro por los cuernos y no se asume la responsabilidad en los nombramientos de autoridades señaladas de delinquir o en el diseño efectivo de planes de seguridad. Mas brío y decisión y menos suspiros y “lágrimas de cocodrilo” post mortem. Me viene al recuerdo aquella leyenda andaluza que cita a Muhammad XI, conocido como Boabdil el Chico, cuando al salir de Granada camino de su exilio y coronar una colina, volvió la cabeza para ver su ciudad por última vez y lloró al tiempo que su madre, la sultana Aixa, le decía: "llora como una mujer lo que no supiste defender como un hombre".
No dicen que hay que recordar y aprender de la historia. Pues pilas, ¡eso si es lección histórica y de la buena!
Hace pocos días asesinaron a algunos de esos buenos agentes. Jóvenes entrenados que trabajaban eficientemente en una unidad de elite. Cada vez que asesinen a funcionarios honestos, algo no siempre aislado, debería promoverse una manifestación pública condenando esas actuaciones. Claro que a fin de cuentas son parte de las cifras y datos estadísticos de esas 18 personas que cada día ultiman. No se debe pensar ni admitir que todos los integrantes de la PNC son corruptos, inútiles o ineficientes. Entre ellos hay personas capaces, aptas, dedicadas, entregadas y con espíritu de servicio. Sin embargo, la dirección de la PNC, desde mandos superiores hasta el propio ministro, no se han preocupado suficientemente de lo principal: el elemento humano. No podemos tener una buena policía cuando trabajan 24 horas continuas que en ocasiones se amplían, carecen de dormitorios que permiten el adecuado descanso, no siempre hacen las tres comidas ni se las facilitan, tienen un destino lejos de casa, no cuentan con garantías jurídicas o con una proyección de carrera, entre otras muchas penurias. De nada sirven los buenos policías en una policía mala, cuyo sistema no funciona y el ser humano no es el centro de atención. Para quien ingresa de nuevo, el modelo de referencia es el de comisarios encarcelados por corrupción o acusados de crímenes de alto impacto, ministros huidos en busca y captura o directores y subdirectores fuera del país señalados por diversos delitos. Con ese historial, ¿qué esperar del actuar de los oficiales? No es posible en solo dos años nombrar a cinco ministros, otros tantos directores y decenas de comisarios que hoy dirigen y mañana están delante del juez o son buscados por delitos diversos ¿Qué referente es ese?
Se puede hacer un esfuerzo por comprender pero no es admisible gimotear durante el sepelio, recordar la gran labor que realizaban o consolar a sus viudas si faltan agallas para entrarle al toro por los cuernos y no se asume la responsabilidad en los nombramientos de autoridades señaladas de delinquir o en el diseño efectivo de planes de seguridad. Mas brío y decisión y menos suspiros y “lágrimas de cocodrilo” post mortem. Me viene al recuerdo aquella leyenda andaluza que cita a Muhammad XI, conocido como Boabdil el Chico, cuando al salir de Granada camino de su exilio y coronar una colina, volvió la cabeza para ver su ciudad por última vez y lloró al tiempo que su madre, la sultana Aixa, le decía: "llora como una mujer lo que no supiste defender como un hombre".
No dicen que hay que recordar y aprender de la historia. Pues pilas, ¡eso si es lección histórica y de la buena!
lunes, 8 de marzo de 2010
Pregón
En este país -también mío- de miedo y superchería, de tradición despótica y amenazante por quien se siente poderoso sobre el que estima lo es menos y del elocuente empleo de la detestable frase: “sabés quien soy”, es más difícil la vida cotidiana de las personas normales que generalmente son más honestas, íntegras y portadoras de valores que todos esos prepotentes.
Vine al país con Naciones Unidas para supervisar parte de los Acuerdos de Paz y decidí regresar dos años después. En casi diez años, no me sentí amenazado ni recibí directamente intimidación alguna. He sido tratado con respeto y amabilidad y salvo algún anónimo discrepante de lo que publico o manifiesto, redactado mas con el hígado que con la cabeza, nadie ha traspasado usualmente la amplia franja de la cortesía. En una ocasión, la secretaria de la esposa del actual Presidente, me envió una diferencia de opinión de aquella con un artículo mío, algo que acepté como critica aunque me sorprendió, y se lo hice saber, que me escribiera a mi correo electrónico privado que pocos conocen y que ella, por “azar del destino”, lo tenía en su agenda.
He notado mi teléfono burdamente intervenido en alguna ocasión; si me han seguido, nunca lo noté y al menos me han investigado dos veces, según me cuentan mis amigos. La primera, hará poco más de un año; la segunda, en estos días. No encontrarán nada que no fabriquen artificialmente. Pongan droga en mi vehículo, pero descarten vérmela comprar o utilizar; busquen vulnerabilidades y llenen el inventario con el excesivo consumo de café, el descomunal estrés o el desmesurado gusto por la paella; escudriñen bajo las piedras y frústrense en su inútil esfuerzo. ¡No vayan por ahí!, pierden tiempo y energía.
Tengo hijos maravillosos y alumnos extraordinarios, muchos de ellos tan chapines (o más) que quienes no gustan de mis opiniones directas y firmes, y no estoy dispuesto a que hereden un país fracasado y artificialmente destruido donde únicamente predominan los intereses de cierto sector de rufianes. Disfruto de decenas de amigos certificados, de los que no te traicionan. Rondan a mí alrededor algunos que no termino de definir y espero contar con un grupo de enemigos que equilibren esa balanza que todo ser humano debe tener. Ocasionalmente no gusta lo que digo e incluso llega a molestar, pero no me turba lo más mínimo. Los sabuesos peludos deben entender que mis principios no están a la venta ni se negocian y de una vez por todas desechar la presión como elemento que puede modificar un comportamiento que aseguro honesto y no mercenario como el de ellos. Seguiré llamando ladrón al que roba, inmoral al que estafa, criminal al que delinque y pusilánime o cobarde al que no asume su responsabilidad, no sabe ponerse en su sitio o no da la cara cuando debe. No esperen otra reacción de mí. Asumo y abandero el desafío de dejar este país mejor para mi prole y mi entorno y ningún manipulador, o todos juntos reunidos en conclave, podrá cambiar esa línea medular.
No prefiero morir de pie a vivir de rodillas. Antes bien, apuesto por vivir dignamente erguido y estoy dispuesto a permanecer y enfrentar la batalla como ciudadano con cédula, aunque no de origen. Y, a pesar de las reuniones secretas en Miami contra la libertad de expresión, voy a aportar mi granito de arena para cambiar este país. ¿Lo quieren más fuerte?, se puede hacer. Más claro, no es posible.
Vine al país con Naciones Unidas para supervisar parte de los Acuerdos de Paz y decidí regresar dos años después. En casi diez años, no me sentí amenazado ni recibí directamente intimidación alguna. He sido tratado con respeto y amabilidad y salvo algún anónimo discrepante de lo que publico o manifiesto, redactado mas con el hígado que con la cabeza, nadie ha traspasado usualmente la amplia franja de la cortesía. En una ocasión, la secretaria de la esposa del actual Presidente, me envió una diferencia de opinión de aquella con un artículo mío, algo que acepté como critica aunque me sorprendió, y se lo hice saber, que me escribiera a mi correo electrónico privado que pocos conocen y que ella, por “azar del destino”, lo tenía en su agenda.
He notado mi teléfono burdamente intervenido en alguna ocasión; si me han seguido, nunca lo noté y al menos me han investigado dos veces, según me cuentan mis amigos. La primera, hará poco más de un año; la segunda, en estos días. No encontrarán nada que no fabriquen artificialmente. Pongan droga en mi vehículo, pero descarten vérmela comprar o utilizar; busquen vulnerabilidades y llenen el inventario con el excesivo consumo de café, el descomunal estrés o el desmesurado gusto por la paella; escudriñen bajo las piedras y frústrense en su inútil esfuerzo. ¡No vayan por ahí!, pierden tiempo y energía.
Tengo hijos maravillosos y alumnos extraordinarios, muchos de ellos tan chapines (o más) que quienes no gustan de mis opiniones directas y firmes, y no estoy dispuesto a que hereden un país fracasado y artificialmente destruido donde únicamente predominan los intereses de cierto sector de rufianes. Disfruto de decenas de amigos certificados, de los que no te traicionan. Rondan a mí alrededor algunos que no termino de definir y espero contar con un grupo de enemigos que equilibren esa balanza que todo ser humano debe tener. Ocasionalmente no gusta lo que digo e incluso llega a molestar, pero no me turba lo más mínimo. Los sabuesos peludos deben entender que mis principios no están a la venta ni se negocian y de una vez por todas desechar la presión como elemento que puede modificar un comportamiento que aseguro honesto y no mercenario como el de ellos. Seguiré llamando ladrón al que roba, inmoral al que estafa, criminal al que delinque y pusilánime o cobarde al que no asume su responsabilidad, no sabe ponerse en su sitio o no da la cara cuando debe. No esperen otra reacción de mí. Asumo y abandero el desafío de dejar este país mejor para mi prole y mi entorno y ningún manipulador, o todos juntos reunidos en conclave, podrá cambiar esa línea medular.
No prefiero morir de pie a vivir de rodillas. Antes bien, apuesto por vivir dignamente erguido y estoy dispuesto a permanecer y enfrentar la batalla como ciudadano con cédula, aunque no de origen. Y, a pesar de las reuniones secretas en Miami contra la libertad de expresión, voy a aportar mi granito de arena para cambiar este país. ¿Lo quieren más fuerte?, se puede hacer. Más claro, no es posible.
Calamidades y militares
ARTICULO NO PUBLICADO. INEDITO
En todos los países, cuando una catástrofe, natural o provocada, genera una grave situación de calamidad pública, se recurre a todas las instancias para que a través de la colaboración interinstitucional se coadyuve a superar la situación de crisis. En muchos lugares, son las fuerzas armadas, los ejércitos, quienes en última instancia y tras la declaración del correspondiente estado de alarma, excepción, calamidad o similar, toman el control de la zona, la aíslan y bajo el control de una autoridad civil o militar emprenden el proceso de reconstrucción. Varía, según el país.
El reciente terremoto en Chile no fue una excepción dentro del proceso descrito. Sin embargo, no todos los políticos están dispuestos a que sea el ejército quien asuma el control de la situación y lleve a cabo las actividades indicadas. En eso, tampoco Chile lo fue. El modelo exitoso chileno se puso en evidencia cuando no hubo voluntad política de declarar zona de emergencia sino después de pasadas muchas horas. Se quiso hacer una conducción política y se evitó el empleo de las fuerzas armadas que contaban con toda su capacidad instalada, con el último fin de evitarles protagonismo y no dar la impresión de que se gobernaba como en épocas pasadas. La dilación pudo ser la causa de ciertos problemas conexos, como que se escaparan unos 200 presos de una cárcel, la misma cantidad en otra y, además, la quemaran. También vimos en TV como un grupo de vándalos asaltaba un supermercado, lo que originó, del otro lado, la organización de patrullas de autodefensa como reacción al caos que se veía venir y en previsión de situaciones similares. A pesar de ello, el personal militar se fue enviando con cuentagotas. Los viejos resabios pudieron más que la responsabilidad de gobernar y lo dramático y urgente del momento.
Es lamentable que ciertas personas de un país que se tiene como referente de progreso y desarrollo, amén de otras virtudes y cualidades, no hayan superado ese estigma que imposibilita la concurrencia del esfuerzo necesario, especialmente en situaciones graves. La constante retórica de antagonismo con la que se narra el pasado en América Latina ha hecho, en este caso, que presos de sus propias palabras, sean incapaces de contar de inmediato con todo el potencial. A lo interno, las “circunstancias no superadas por algunos” producto del régimen militar, permitió la situación expuesta. Una cosa es la percepción externa que se tiene del presidente de cualquier país y otra, no siempre coincidente, la interna. Obama es el mejor ejemplo de ello. Bachelet se ha sumado al club y parece que fue la presión del presidente electo quien forzó la toma de algunas decisiones que tardaban en llegar. La capacidad de liderazgo se mide en momentos difíciles y en este caso, como en otros, la prensa y los militares terminaron por llegar donde los políticos no quieren, no se atreven o no saben.
La energía hay que reconducirla al presente, a la gestión política eficaz y eficiente y al futuro, pero parece que hay una dinámica extendida en la región por mirar atrás y dejar de ver hacia adelante. Lamentablemente el mejor referente no dio la talla deseada. Esperemos que el ejemplo sirva para superar barreras que algunos todavía apuntalan. Solidaridad con los chilenos, porque cualquier país está sujeto a catástrofes no previsibles. Lo que no es perdonable es que los sentimientos prevalezcan sobre la razón. A fin de cuentas quienes sufren o mueren no tienen la culpa de muchas cosas.
En todos los países, cuando una catástrofe, natural o provocada, genera una grave situación de calamidad pública, se recurre a todas las instancias para que a través de la colaboración interinstitucional se coadyuve a superar la situación de crisis. En muchos lugares, son las fuerzas armadas, los ejércitos, quienes en última instancia y tras la declaración del correspondiente estado de alarma, excepción, calamidad o similar, toman el control de la zona, la aíslan y bajo el control de una autoridad civil o militar emprenden el proceso de reconstrucción. Varía, según el país.
El reciente terremoto en Chile no fue una excepción dentro del proceso descrito. Sin embargo, no todos los políticos están dispuestos a que sea el ejército quien asuma el control de la situación y lleve a cabo las actividades indicadas. En eso, tampoco Chile lo fue. El modelo exitoso chileno se puso en evidencia cuando no hubo voluntad política de declarar zona de emergencia sino después de pasadas muchas horas. Se quiso hacer una conducción política y se evitó el empleo de las fuerzas armadas que contaban con toda su capacidad instalada, con el último fin de evitarles protagonismo y no dar la impresión de que se gobernaba como en épocas pasadas. La dilación pudo ser la causa de ciertos problemas conexos, como que se escaparan unos 200 presos de una cárcel, la misma cantidad en otra y, además, la quemaran. También vimos en TV como un grupo de vándalos asaltaba un supermercado, lo que originó, del otro lado, la organización de patrullas de autodefensa como reacción al caos que se veía venir y en previsión de situaciones similares. A pesar de ello, el personal militar se fue enviando con cuentagotas. Los viejos resabios pudieron más que la responsabilidad de gobernar y lo dramático y urgente del momento.
Es lamentable que ciertas personas de un país que se tiene como referente de progreso y desarrollo, amén de otras virtudes y cualidades, no hayan superado ese estigma que imposibilita la concurrencia del esfuerzo necesario, especialmente en situaciones graves. La constante retórica de antagonismo con la que se narra el pasado en América Latina ha hecho, en este caso, que presos de sus propias palabras, sean incapaces de contar de inmediato con todo el potencial. A lo interno, las “circunstancias no superadas por algunos” producto del régimen militar, permitió la situación expuesta. Una cosa es la percepción externa que se tiene del presidente de cualquier país y otra, no siempre coincidente, la interna. Obama es el mejor ejemplo de ello. Bachelet se ha sumado al club y parece que fue la presión del presidente electo quien forzó la toma de algunas decisiones que tardaban en llegar. La capacidad de liderazgo se mide en momentos difíciles y en este caso, como en otros, la prensa y los militares terminaron por llegar donde los políticos no quieren, no se atreven o no saben.
La energía hay que reconducirla al presente, a la gestión política eficaz y eficiente y al futuro, pero parece que hay una dinámica extendida en la región por mirar atrás y dejar de ver hacia adelante. Lamentablemente el mejor referente no dio la talla deseada. Esperemos que el ejemplo sirva para superar barreras que algunos todavía apuntalan. Solidaridad con los chilenos, porque cualquier país está sujeto a catástrofes no previsibles. Lo que no es perdonable es que los sentimientos prevalezcan sobre la razón. A fin de cuentas quienes sufren o mueren no tienen la culpa de muchas cosas.
lunes, 1 de marzo de 2010
Antístenes y Diógenes
La salida del Ministro Argueta por desobedecer la sentencia de la CC de entregar la información completa de MIFAPRO, deja entrever cosas preocupantes ya evidenciadas. Bien por el poder judicial que hizo valer la orden, primera piedra de un Estado de Derecho, pero lastimoso el cinismo de quien declara: “cumpliré al pie de la letra la resolución emanada de la Corte”, cuando precisamente la destitución es producto de una transgresión manifiesta a un fallo de aquella. Queda más claro quién manda en este país, aun sin haber sido votada. Y si hay que sacrificar parte del gobierno no preocupa porque el fin último de quien ordena y dispone, es seguir con la manipulación y el nepotismo que maneja por encima de cualquier clima de legalidad, decencia, honestidad y principios básicos de democracia. La prueba: el Ministro entrante reiteró la entrega de datos de forma incompleta. Cada día se esmeran más por mentir o decir las verdades a medias que es mucho más peligroso y descarado.
Aprovechando el ruido, también salieron los Ministros de Agricultura y de Gobernación, ambos acusados de mal manejo de fondos públicos o convocatorias poco claras. Un escándalo ha servido para diluir otras ineptitudes, actitudes delictivas o crisis de Gobierno. En Educación, la firma del pacto con el magisterio es un imposible, porque no hay dinero para pagar lo prometido y eso será la punta de lanza para proseguir con el discurso del pacto fiscal. En Gobernación tendremos un ministro que veremos si promueve la información transparente o usa técnicas periodísticas para maquillarla que era la preocupación del poder real de este país. Lo de siempre: nula capacidad de generar políticas públicas en ninguna de las áreas de gobierno y continuar promoviendo fricción, además de no asumir responsabilidades ni reconocer el patente fracaso suficientemente constatado.
Seguimos con la estrategia regional de ignorar la división e igualdad de poderes que la teoría montesquiana implementó hace años y sobre la que se sustenta la democracia moderna que deseamos. El gobierno en la sombra no está dispuesto a acatar nada que no provenga de su propia cosecha. Venden entelequias como la transparencia y la honestidad cuando no están por la labor de cumplir mínimamente ni la una ni mucho menos la otra. Estamos al borde del bochinche porque la desobediencia a sentencias casadas y firmes o a leyes vigentes son práctica frecuente en alcaldías y ministerios. De eso a estar como en Honduras o Nicaragua no hay un abismo como el que los más optimistas auguran ni mucho menos el imposible que los soñadores proclaman.
Es lamentable que quienes debieran dar lecciones de legalidad se pasen esta por la bragadura. No tienen vergüenza para exigir ningún pacto fiscal ni reforma tributaria cuando todos los días salen escándalos documentados donde magistrados, diputados o personas del gobierno malogran fondos y aquí no pasa nada. Esos gestos requieren de medidas urgente y rápidas, entre ellas la manifestación continua de la indignidad publica, del inconformismo con ese tipo de actitudes, del rechazo de la prepotencia, del respeto a la justicia y de asumir, de una vez por todas, que o hacemos algo o no la van a terminar clavando mucho más que hasta la fecha. Hemos caído en un espacio donde el cinismo de algunos ha sobrepasado los límites de la más sufrible de las paciencias.
¿Qué le queda?. Bueno, puede llorar por más tiempo o ponerse de una vez los pantalones.
Aprovechando el ruido, también salieron los Ministros de Agricultura y de Gobernación, ambos acusados de mal manejo de fondos públicos o convocatorias poco claras. Un escándalo ha servido para diluir otras ineptitudes, actitudes delictivas o crisis de Gobierno. En Educación, la firma del pacto con el magisterio es un imposible, porque no hay dinero para pagar lo prometido y eso será la punta de lanza para proseguir con el discurso del pacto fiscal. En Gobernación tendremos un ministro que veremos si promueve la información transparente o usa técnicas periodísticas para maquillarla que era la preocupación del poder real de este país. Lo de siempre: nula capacidad de generar políticas públicas en ninguna de las áreas de gobierno y continuar promoviendo fricción, además de no asumir responsabilidades ni reconocer el patente fracaso suficientemente constatado.
Seguimos con la estrategia regional de ignorar la división e igualdad de poderes que la teoría montesquiana implementó hace años y sobre la que se sustenta la democracia moderna que deseamos. El gobierno en la sombra no está dispuesto a acatar nada que no provenga de su propia cosecha. Venden entelequias como la transparencia y la honestidad cuando no están por la labor de cumplir mínimamente ni la una ni mucho menos la otra. Estamos al borde del bochinche porque la desobediencia a sentencias casadas y firmes o a leyes vigentes son práctica frecuente en alcaldías y ministerios. De eso a estar como en Honduras o Nicaragua no hay un abismo como el que los más optimistas auguran ni mucho menos el imposible que los soñadores proclaman.
Es lamentable que quienes debieran dar lecciones de legalidad se pasen esta por la bragadura. No tienen vergüenza para exigir ningún pacto fiscal ni reforma tributaria cuando todos los días salen escándalos documentados donde magistrados, diputados o personas del gobierno malogran fondos y aquí no pasa nada. Esos gestos requieren de medidas urgente y rápidas, entre ellas la manifestación continua de la indignidad publica, del inconformismo con ese tipo de actitudes, del rechazo de la prepotencia, del respeto a la justicia y de asumir, de una vez por todas, que o hacemos algo o no la van a terminar clavando mucho más que hasta la fecha. Hemos caído en un espacio donde el cinismo de algunos ha sobrepasado los límites de la más sufrible de las paciencias.
¿Qué le queda?. Bueno, puede llorar por más tiempo o ponerse de una vez los pantalones.
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