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lunes, 31 de julio de 2023

Democracia prostituida

La culpa no es exclusiva de los políticos, sino también de aquellos que lucran con su voto, ambos actos censurables y delictivos

Increíble que un partido como la UNE obtuviera la mayor cantidad de votos en primera vuelta sin haber publicado un programa político que pudiera leerse y analizarse. Los electores de los verdes -y no son los únicos- votaron sin conocer ni mucho menos analizar la propuesta de Sandra Torres. Pudieron hacerlo por fe, convencimiento, atracción por la señora o cualquier otro motivo que escapa de lo racional, pero no por estar de acuerdo con el inexistente plan.

Por otra parte, charlas con líderes de distintos departamentos -y varias denuncias- confirman la compra de votos, lo que establece un clientelismo entre el político que paga y el ciudadano que vende, con la esperanza de que si es electo le volverá a pagar en el futuro. Una prostitución del voto de la que muchos exculpan a “los más pobres”, como si fueran los únicos. En democracia todos los votos valen lo mismo, porque el derecho es universal para cualquier ciudadano, por lo tanto, no es concebible exonerar a quienes exigen iguales privilegios, pero eluden la responsabilidad de ejercerlos honestamente. La culpa no es exclusiva de los políticos, sino también de aquellos que lucran con su voto, ambos actos censurables y delictivos. Esos “pobres” -que algunos suelen justificar- tienen clarísimo que están vendiendo su derecho y libertad a elegir, y conscientemente lo hacen. Si eso se justifica por necesidad, cualquier otra cosa: prostitución, robo, atraco o similar, podrá ser igualmente justificable ¡No nos engañemos! Lo que hay que promover -teniendo como principio no cuestionable el voto universal- es que quienes elijan lo hagan con responsabilidad o, de lo contrario, sean condenados con igual contundencia que quienes les pagan. No hay que callar ni ser débil para decirlo porque ninguno es víctima, y ambos son delincuentes.

Lo que reflejan los hechos descritos es que hay un lupanar de la democracia. El ciudadano, exigente de derechos, ha olvidado la responsabilidad de ejercerlos con ética, porque le importa un soberano bledo el programa político de los candidatos y es feliz si se embolsa una cantidad de dinero, aunque sea prostituyéndose con el voto. No nos quejemos luego de los resultados, porque aquel que pagó a quien lo votó, necesita depredar recursos públicos para resarcirse y volver a pagar a otros, que se sumarán a esa subvención encubierta. 

El comportamiento no es más que el reflejo de una extensa hipocresía nacional que mientras sea silenciosa no perturba, no molesta. Llenamos el país de moteles para ocultar infidelidades, pagamos parte del salario en nómina o factura y otro poco en cash, para eludir deberes fiscales, y compramos el carro o la casa a nombre de la empresa para desgravar impuestos. Un país con demasiada ciudadanía de doble moral -y poca ética- capaz de hacer todo lo anterior mientras se rasgan las vestiduras en público para mostrar el enojo que producen “los corruptos”, y grita reclamando -pero a otros- decencia, dignidad y buen gobierno. De tal cuenta, nunca acertamos a seleccionar bien a los gobernantes por razones como las citadas, aunque no falta aquello de culparlos continuamente.

Como es habitual, en esta ocasión deberemos elegir entre bandidos o inexpertos. Seguramente apostemos por la decencia -aunque ya veremos la cantidad de votos que consiguen los otros- y dedicaremos una administración más a aprender como gobernar “bien” el país. En 2027, el debate no será muy diferente, porque volverán los mercaderes de votos con proyectos de infraestructura, canastas, bolsas solidarias, becas…, para seguir desanimando al reducido grupo que va quedando de “honestos a toda costa”. 

Siento que la realidad sea tan dura de describir, aunque ni siquiera así despertamos.

lunes, 24 de julio de 2023

Hoja de ruta en época de guerra

Esta sociedad tiene, entre sus males, uno muy remarcado: la incapacidad de hablar, debatir racionalmente y escuchar

Una enorme confusión permea el ambiente, y la fricción extrema -antesala de la violencia- se deja ver en demasía. Desatada la debacle, los extremista habituales -que Dios los recoja pronto- queman sus últimos cohetes y muestran su vileza, truhanería y desesperación. Como los espacios no suelen quedarse vacíos, surgen otros -extremistas- progres con similares formas y modos. Una suerte de péndulo con oscilaciones que cada vez tienen picos más altos, y ocasionalmente se da la vuelta y aparece por el lado opuesto. Hay demasiados radicales -desesperados o eufóricos, según miremos, pero fanáticos al fin y al cabo- y el ambiente aconseja un llamado a la cordura en lugar de tensar la cuerda, con riesgo de romperla. El sistema está tan presionado que es preciso que cada uno asuma su papel para reducir la probabilidad. 

Arévalo debería de emitir un mensaje de sosiego y paz, y capitalizar la imagen conciliadora que ello representa. Sandra Torres podría dejar de avivar el fuego con comentarios desesperados y populistas, y apostar por la racionalidad. El MP tiene que comprender que el proceso electoral hay que respetarlo y abstenerse de realizar acciones fuera de lugar. El TSE continuar con lo que ya le han dicho: llevar a cabo la segunda vuelta. La CC no soltar las riendas del país que, aunque no le corresponde, a eso nos acostumbramos hace años, y lo aceptamos con jurídica resignación. A la CSJ le compete suspender inmediatamente al juez Orellana, para evitar esos frecuentes desmadres judiciales. El PDH tiene que asumir su papel y denunciar la vulneración de derechos humanos, además de promover la convivencia y la legalidad. El gobierno, lo mejor que puede hacer es dimitir en pleno y salir corriendo. El Congreso emitir una declaración institucional en la que apoye el proceso democrático y exija respeto a las normas constitucionales. Los activistas, disfrazados o no de periodistas, dejar de azuzar, provocar, falsear noticias irresponsablemente y buscar “likes”, en beneficio de un clima necesario de paz y tranquilidad. Por su parte, colectivos empresariales, agrupaciones de la sociedad civil, instituciones en general y mayoría de ciudadanos, han hecho lo que deben: ponerse del lado correcto de la historia y hacerlo público.

Esta sociedad tiene, entre sus males, uno muy remarcado: la incapacidad de hablar, debatir racionalmente y escuchar. No es nuevo, y la historia lo evidencia en más de una ocasión. Guste o no, ha llegado el momento de que los sediciosos acepten que “no pasarán” y reconduzcan sus intenciones. A los golpistas hay que sacarlos de la ecuación, pero al mismo tiempo evitar que entren otros similares en la medida que salen los primeros. 

Apostamos el futuro en un órdago electoral, y los resultados se hicieron ver, aunque nada está escrito en piedra y falta una segunda vuelta definitoria, en la que muchos -de varios bandos- han puesto toda la carne en el asador. En la victoria hay que ser humilde y en la derrota hay que tener dignidad, y reivindicar la lucha por valores y principios, más que por personas o partidos, además de respetar las reglas de la democracia previamente aceptadas. 

Cada personaje, institución, organización y ciudadano tienen un papel en todo esto, y no deben de esperar a que alguien dé el pistoletazo de salida, sino actuar inmediatamente. Está en juego la incipiente democracia y la convivencia pacífica, pero sobre todo el futuro de nuestros hijos que no puede quedar en manos de narcotraficantes, criminales, golpistas de cuello blanco o progres con pelo alborotado. La revolución violenta no conduce a ninguna parte, pero la pasividad tampoco.

lunes, 17 de julio de 2023

“No hay democracia sin determinación”

Ser demócrata se muestra en el fracaso, cuando los elegidos no son de su preferencia, porque ensalza el valor superior de reglas previamente establecidas

Me atrevería a decir que ni siquiera en 2015 hubo un acuerdo nacional tan amplio. En esta ocasión faltaron únicamente los sediciosos habituales, a quienes no hay que nombrar para que se vayan vaporizando al estilo orwelliano, y sean inmediatamente condenados al ostracismo. Esos extremistas delincuentes, atentaron abiertamente contra el modelo democrático, pero particularmente contra lo que dicen defender: el futuro de nuestros familias, especialmente de nuestros hijos, y en general contra las aspiraciones de muchos jóvenes. Intentan desesperadamente promover “los dos minutos de odio” con trasnochados discursos, cuando lo que persiguen realmente es mantener el control mafioso de instituciones desde las que depredan recursos públicos por años.

El autor de la frase que titula la columna es Julio Anguita, un encomiable paisano cordobés y comunista, y empuja la necesidad de destacar -en ese “espontáneo consenso”- a dos grupos que sobresalieron por omisión o acción. El primero incluye al Ejecutivo y al Congreso. Del Presidente no se puede esperar mucho, salvo que termine su tiempo, se largué y engrose la lista de ilustres despreciables nacionales, pero el Vicepresidente y su silencio no tienen perdón ni justificación, así como la de los ministros. Por cierto, dos renunciaron. Del Congreso se hubiese esperado que algún partido político -¡alguno!- presentará una declaratoria para condenar lo ocurrido, pero lejos de eso todos ellos y la mayoría de los diputados -cobarde o interesadamente- callaron.  Y si, son los mismos partidos y diputados que pedían el voto hace apenas una semanas y prometían un futuro feliz, aunque son incapaces de promover una declaración institucional o dar la cara frente a lo que sucedió ¡Mi desprecio a todos ellos!, y también a la mayoría de los alcaldes.

El segundo grupo es más censurable porque fueron activos, y me refiero a ciertas iglesias evangélicas. Desde púlpitos muy reconocidos -y otros muy ignorados- se promovieron mensajes de rechazo, condena y odio al candidato Arévalo, en un marcado afán por satanizarlo, endemoniarlo y presentarlo como el maligno. Algunos de esos pastores tienen intereses partidarios y hasta hijos diputados, y otros han sido cuestionados por lavado de dinero en sus respectivas iglesias, pero ¡solo es casualidad! Desde la fe, que maneja y manipula a muchas personas, no es aceptable ese discurso destructor, utilizado también, por cierto, por sectores católicos contra proyectos hidroeléctricos o de minería. Quienes condenan desde la militancia religiosa terminan validando a aquel enemigo de las confesiones: “la religión es el opio del pueblo”.

Serviles políticos, manipuladores pastores y el grupito de golpistas profesionales son los únicos que han estado en pro de este intento de rompimiento constitucional o golpe a la democracia. El resto: cámaras empresariales, organizaciones de la sociedad civil, grupos de apoyo nacionales y extranjeros y la activa ciudadanía, se mostraron contrarios a la acción de inescrupulosos mafiosos que pretenden seguir moviendo los hilos en el país. También se ha demostrado que estamos muy lejos de Nicaragua, Venezuela o Cuba. Lo aquí ocurrido -imposible en aquellos países- lo pone de manifiesto, sin ser menos cierto que hay quienes, vestidos de salvadores fariseos, empujan en esa dirección autoritaria. 

Ser demócrata se muestra en el fracaso, cuando los elegidos no son de su preferencia, porque ensalza el valor superior de reglas previamente establecidas. En agosto hay que aceptar a quien la mayoría decida en la urnas. No hacerlo, demostrará una preocupante sintomatología golpista por parte de esperpentos sin valores ni principios que pretenden sacrificar eternamente a nuestros hijos en beneficio de sus delincuenciales aspiraciones. Esta vez, los ciudadanos, la última línea de defensa, pero la más efectiva, nos encargaremos de mandarlos al carajo.

lunes, 10 de julio de 2023

El pintoresco diseño institucional

Con un sistema así diseñado no es de extrañar que estemos permanentemente radicalizados, enojados, furibundos, polarizados, asqueados

Si fuésemos una sociedad autocrítica -que no lo somos- y tuviéramos espíritu de superación, de mejora y de perfeccionamiento -que tampoco lo tenemos- estaríamos regocijándonos por la primera parte cumplida del proceso electoral, pero cuestionándonos a la vez por qué se ignora al 17% de ciudadanos que expresaron su deseo de repetir las elecciones -voto nulo- y otro 7% de votos blancos que podrían significar lo mismo. El voto nulo es un rechazo a las ofertas electorales -a los candidatos- no al proceso democrático, y debería pensarse en cambiar la ley. En lugar de llamarle voto nulo tendría que sustituirse en el futuro -para dejar las cosas claras- por una casilla que diga “repetir las elecciones”, que en definitiva es lo que expresa.

Sin embargo, aquellos que aplauden la democracia y la vitorean permiten que se ignore a la mayoría de los ciudadanos cuando deciden desechar, libre y responsablemente, las ofertas electorales. Claro, como a esa mayoría se le rechaza, no queda de otra que votar siempre por los que quedan, porque la repetición electoral está excluida como opción ¡Es impresionante la incongruencia con la que vivimos!, no solo en temas relacionados con la política y la democracia, sino en infinidad de aspectos, y así nos va.

Esa es la razón, y no otra, de la falta de legitimidad de los gobernantes desde el inicio de la era democrática. Se lo pongo en números que suena mejor aunque duela más: 1 de cada cuatro ciudadanos de los que votaron, 1 de cada seis de todos los que pudieron votar o 0.8 de cada diez habitantes de este país, eligieron no ya al presidente -que sería ridículo-, sino conjuntamente a los dos candidatos que pasan a segunda vuelta que es más caricaturesco. El Presidente, finalmente, será el “preferido” de prácticamente la mitad de los números anteriores, que son quienes votaron por alguna de las dos opciones ¡Ahora hablemos de democracia, de mayorías, de legitimidad y de otras cuestiones!, y luego echémonos a dormir, o nos descojonamos de risa.

Con un sistema así diseñado -que ignora a la mayoría que piden repetir las elecciones y paupérrimas minorías eligen a sus gobernantes- no es de extrañar que estemos permanentemente radicalizados, enojados, furibundos, polarizados, asqueados o, si pertenece a alguno de esos pequeños porcentajes citados: feliz, exaltado o encendido. Somos una sociedad muy mediocre en términos de calidad democrática, lo que evidencian todos los indicadores institucionales, y es imposible avanzar siquiera un milímetro sin superar la estupidez humana numéricamente visible. Es decir: estamos como estamos, porque somos como somos.

Con esas cifras ridículas, todavía algunos se permiten “profundos debates” sobre si hay o no que volver a contar los votos, como si, dados los porcentajes, se modificara esencialmente alguno de ellos. También están aquellos otros que hablan de “fraude” -mientras abren la boca más de la cuenta, como si con ello transmitieran un fraude mayor- sin advertir que desde que no se considera la voluntad de la mayoría el fraude democrático está consumado. Con la falta de legitimidad que los números expresan, hablar de fraude o de conteo es perder el tiempo en la inútil periferia del debate.

Nos quejamos de que no progresamos, nos estancamos, hay corrupción, los políticos no atienden los problemas nacionales y una larga retahíla sobradamente conocida. No advertimos -pobrecitos- que con este sistema seguiremos eternamente igual porque, en el fondo, y aunque no guste, muy pocos ciudadanos son los que (im)ponen a las autoridades al frente de este país. Lo demás son acciones derivadas de la causa principal: falta de autocrítica, capacidad de diálogo, entendimiento y seriedad.


lunes, 3 de julio de 2023

Toca resolver el dilema

Los discursos políticos son eso: discursos, y cuando se alcanza el poder no se suele actuar como en campaña electoral

Ganó el voto nulo por decisión de la mayoría de los ciudadanos, y de eso se trata la democracia, aunque no habrá una nueva elección. El sistema está mal diseñado y pasan a segunda vuelta los candidatos dos y tres, lo que vulnera el deseo mayoritario y expone un grave problema de diseño institucional. 

Aunque la UNE representa “lo tradicional”, hay que concederle los más de 800 mil votos obtenidos y quizá otros 200 mil derivados a VOS, y cuya suma es similar a los de 2019. Semilla se presenta como “nuevo y antisistema” aunque en la presente legislatura ha participado en el Congreso, y obtiene sorpresivamente un alto número de votos. El resto de partidos no ha sido desplazado por la “izquierda”, sino por el cansancio y el hartazgo de la corrupción. 

La pregunta sin respuesta es hacía dónde se encaminarán los votantes en la segunda vuelta. Suponiendo que quienes eligieron esas dos preferencias continúen con ellas, la participación baje al 40/45% y se reduzca el voto nulo que no tiene efecto práctico en esta oportunidad, habrá unos 2 millones de votos “disponibles” por atraer. Recordemos cómo en las pasadas elecciones Thelma Aldana apostó por Telma Cabrera, pero también Sandra Torres se alió con cualquier grupo en su voracidad por el poder. Muchas combinaciones son posibles, y hay que esperar a ver si el ciudadano se decanta por un partido tradicional y pragmático -UNE- o apuesta por algo nuevo y hasta cierto punto esperanzador -Semilla-

Ambos son de marcada izquierda económica -la UNE migró hacia el utilitarismo-, lo que representará un importante gasto público que pagará el contribuyente. Proponen proyectos sociales clientelares, intervencionismo estatal, subsidiariedad y temas de una agenda progresista con matices populistas, pero requieren de pactos, y Sandra -igual que en esta legislatura- lo tiene mejor con el Congreso electo. A Arévalo le será complejo, y abre una puerta a utilizar las manifestaciones populares como mecanismo de apoyo y presión. La UNE es socia de los partidos que han obtenido mayoría de diputados, mientras Semilla atraería votos de partidos minoritarios, con los que coquetea en el hemiciclo, aunque serán suficientes. Quizá haya que reflexionar sobre si es mejor tener amigos y aliados que enemigos con poder, y analizar el riesgo.

Hay que destacar, también, un voto más en línea en la UNE: presidencia, congreso y municipalidades, lo que optimiza teóricamente la gestión pública. No ocurre con Semilla que experimenta un fenómeno similar al del MLP en 2019: aceptación presidencial -y en el Congreso en este caso-, pero con un único alcalde en todo el país ¿Cuál opción generará más equilibrio de poder?

La ciudadanía reclama cambios y está harta, de ahí que el ganador de estas elecciones sea el voto nulo, pero no todos comparten la forma de hacerlo. El dilema no es fácil porque la incertidumbre y el rechazo son los elementos principales. Lo que ocurra dependerá de muchos factores, algunos todavía desconocidos, y especialmente del sentir ciudadano en el momento de depositar su voto. Los discursos políticos son eso: discursos, y cuando se alcanza el poder no se suele actuar como en campaña electoral. Yo me fijaría, entre otras cosas, en el costo económico y social de la oferta, en los hechos, en el pasado y las acciones de cada candidato, en el sentir personal después de haber meditado responsablemente el voto y en lo que ocurre en el entorno político regional. Cualquiera puede equivocarse, pero quien no analiza la situación y se deja llevar por la emoción tiene muchas más posibilidades de errar, y de lamentarse luego.