“El socialismo
representa un salto de la libertad a la necesidad”
La caída de la URSS supuso un “duro golpe”
moral-ideológico para quienes dedicaron su vida a la causa socialista. Se
derrumbó un régimen impuesto a la fuerza, pero también se puso de manifiesto el
engaño al que habían estado sometidos sus seguidores y el retraso en el
desarrollo y la pobreza que habían sufrido millones de personas. Posteriormente,
la ola privatizadora mercantilista -tachada por algunos progres como
“neoliberal”- dio al traste con otra década que se sumó a aquella perdida de
los ochentas en la que el proteccionismo estatal se evidenció como inútil fórmula
de progreso. Ello permitió, más tarde, reflotar teorías fracasadas de la mano
de “salvadores patrios” como Chávez, los Kirchner, Ortega, Morales o Correa
apoyados en los estertores de la dictadura cubana controlada por los Castro. El
experimento no fue exclusivo de la región y se basó en los mismos principios que
hicieron colapsar a la URSS: salvaje gasto público en seguridad y dominio estatal interno, compra de
voluntades de países satélites y férreo control de la opinión pública. Todo
ello fue posible en una excitada sociedad ansiosa -y analfabeta- de democracia
y de derechos individuales, y con un precio del petróleo sin precedentes. El
coqueteo con el terrorismo internacional no estuvo ausente de la política
exterior y los frecuentes acercamientos con Irán formaron parte de la agenda.
Sin embargo, y como dijera Margaret Tatcher: “el socialismo fracasa cuando se acaba el dinero de los
demás”, la caída de los precios del crudo fue el inicio
del fin de esa turba de tiranos manipuladores.
La ola comenzó en Argentina, se extendió a Venezuela, en Bolivia recientemente fracasó
otro intento de reelección presidencial y prosiguen, aunque tocados, los
regímenes ecuatorianos y nicaragüense, sin olvidar lo que se viene en Perú y
Brasil. En Europa, el caso griego evidenció el peligro al igual que actualmente
el de PODEMOS en España.
De la comparación de esos regímenes, el uso y control
del los medios de comunicación llama la atención. Desde que el
nacional-socialista Goebbels demostrase aquello de que una mentira repetida mil
veces termina convirtiéndose en verdad, prensa, radio, televisión y ahora nuevos
medios, han sido una obsesión de autoritarios y dictadores. El control estatal
argentino, la expropiación de medios en Venezuela o las leyes mordaza en
Ecuador, además de la violencia contra medios en Nicaragua (por no mencionar a
Cuba) han formado parte del menú intervencionista del socialismo. Piensan que cuanto
menos se sepa de lo que hacen mejor podrán implementar inútiles medidas
económicas, políticas y sociales que empobrecen más al ciudadano. El último
botón de muestra es el enojo del presidente Evo Morales al cuestionar el actuar
de las redes sociales que, según él, han impedido prorrogar sus “nobles
intenciones” de permanecer eternamente en el poder.
El dinamismo que imprimen los medios electrónicos en
la actualidad permite no volver a caer en esos engaños, pero de igual forma,
facilita la hipnosis ante el cúmulo de información disponible. Es preciso
diferenciar los cantos de sirena de la realidad, lo que se traduce en un llamado
a la responsabilidad individual y a la razón, por encima de pasajeras emociones.
Mientras eso ocurre en la región, por estos lares algunos
pretenden implementar normas que “repartan adecuadamente” las frecuencias para
“consolidar el derecho a la libre expresión”. El final será la manipulación mediática
que desde Hitler hasta Correa ha sido una constante de autoritarios ¡No
aprendemos casi nada!, y repetimos errores.