Enfrascados en ese círculo vicioso y buscando al culpable, se nos va el tiempo sin educarnos, porque somos una sociedad carente de civilidad
Es reclamo frecuente del ciudadano los atascos por el tráfico y las horas devengadas dentro del vehículo, así como otras cuestiones que afectan y complican lo cotidiano por no ser eficazmente supervisadas por las autoridades. Parte sustancial del problema del tráfico es la mala planificación de la ciudad: falta de pasos a desnivel, ausencia de circunvalaciones, mal manejo policial, etc., sin embargo, hay cuestiones que no son culpa de aquellas: motos circulando por aceras, no respetar semáforos, bloquear cruces, circular contra la vía, obstaculizar carriles, detener el bus en lugares en los que cada uno desea abordarlo y no en las paradas regladas o cruzar la carretera por debajo de las pasarelas, entre otras. A estas alturas del problema no se sabe de quien es la mayor responsabilidad, y los mismos ciudadanos que nos quejamos del político -a quien votamos libre y democráticamente-, incumplimos las normas cuya observancia reclamamos sean impuestas por la fuerza ¡Un quilombo, como dirían algunos de cantarín acento!
Enfrascados en ese círculo vicioso y buscando al culpable, se nos va el tiempo sin educarnos, porque somos una sociedad -engloba a gobernantes y gobernados- carente de civilidad. Nos falta educación vial, respeto a la ley y a los derechos de los demás; simplemente hacemos lo que nos viene en gana y lo justificamos de mil formas. En otros países no es necesariamente la imposición legal y la sanción lo que primordialmente hace que el ciudadano sea respetuoso y actúe consecuentemente, sino la educación, la solidaridad, la responsabilidad y la civilidad. Aquí, contrariamente a lo que demuestra ese mundo que progresa, le seguimos otorgando a Hobbes un excesivo protagonismo, incluso mayor del que realmente reclamaba, y exigimos un “Leviatán” que nos ponga en orden, cuando podríamos hacerlo preferentemente de forma voluntaria y respetuosa si fuésemos consecuentes con lo que exigimos.
Un 60% de la población económicamente activa -o similar- está en la economía informal y le vale un bledo la irresponsabilidad de eludir el pago del ISR que asume desde esa posición; otros evitan o disimulan el pago del IUSI -legal aunque no guste- sin advertir su actuar fraudulento e insostenible en la democracia que anhelan ni ser consecuentes con las exigencias que reclaman. De otro lado, cuando la policía actúa es criticada, apaleada o sencillamente es expulsada del lugar de los hechos, y siempre hay excusas para justificar esos incívicos actos porque en el fondo persiste la anarquía y la impunidad a la que nos hemos acostumbrado y promovemos.
Carentes de respeto y educación cívica, alentamos o contratamos personas que invaden la calle frente a nuestro negocio con pequeños botes llenos de agua para reservar los parqueos, privatizando descarada e impunemente, en nuestro favor, el espacio público. Los más exquisitos colocan conos -seguramente sustraídos de alguna parte- para que nadie use ese parqueo público del que se apropian porque está frente a su puerta, al considerar -desconozco en base a qué derecho- que les corresponde; la zona 15 está llena de esa despreciable práctica. Los buses, por su parte, se detienen en el carril central y suben o bajan a personas que tampoco exigen que se detengan en la parada correspondiente, lo que las pone en peligro al igual que al resto de conductores.
Somos una sociedad incivilizada y abusiva, aunque moleste que nos lo digan y recuerden. Pedimos servicios de primera que no queremos pagar y reclamamos que otros -las autoridades- arreglen problemas que no estamos dispuestos a solucionar porque no gustamos de la observancia de las normas.
¡Un absurdo social disfrazado de hipocresía, como en muchas otras cosas!