Los
pueblos tienen un complejo freudiano de víctima cómplice con el victimario
(Chalaux)
La convulsión social-identitaria que vivimos, consecuencia
de las detenciones que CICIG/MP llevan periódicamente a cabo, nos debería de provocar
una profunda reflexión repleta de interrogantes: ¿Qué ha ocurrido para llegar a
este estado de cosas? ¿Qué hicimos para que esto ocurriera? ¿Por qué
abandonamos valores que hubiesen hecho sonar alarmas con tiempo?.....
No hay que echar exclusivamente la culpa a políticos
y jueces y obviar que detrás de ellos hemos estado los votantes y quienes se
adaptaron al sistema rentista o se aprovecharon de él ¿Cuántos tenemos permiso
de conducir obtenido correctamente? ¿Qué facturas -incluso de amigos- no
deberían de estar incluidas en la declaración del IVA? ¿Por qué no respetamos los
semáforos a partir de que oscurece? ¿Qué razón justificativa ofrecemos para
lanzar basura a la calle? ¿Somos capaces de aguardar una fila en vehículo o a
pie? ¿Cuántos accidentes hemos visto -o provocado- e ignorado y continuado la
marcha? ¿Quién tiene escriturada su casa por el valor real de compra?, etc. El
país ha funcionado así por décadas y nosotros -todos sin excepción- lo permitimos
por acción u omisión, y perdonamos y “limpiamos la conciencia” con un: “yo no
fui”.
El escándalo que vivimos casi a diario, un tanto
fariseo por cierto, supera la ficción más imaginaria y obedece al asombro de lo
que se revela pero, en mayor medida, a la vergüenza no reconocida que cada cual
asume como cuota de responsabilidad ¡Claro que se sabía lo que pasaba!, quizá
no con tanto detalle, pero no aleguemos ignorancia de un esquema de corrupción
que aceptamos y del que nos “beneficiamos” por años, aunque ahora paguemos el
costo.
El “héroe nacional” en toda esta movida ni siquiera ha
sido CICIG/MP sino un colaborador eficaz. Una figura, mas anglosajona que
latina, que ha venido a ser el motor de cambio, amén de la concurrencia de
otras muchas circunstancias sobradamente tratadas. No hubiese sido posible
conocer el detalle milimétrico de los chantajes promovidos desde el gobierno, con aquiescencia de otros
sectores, sin que un testigo descifrara públicamente el jeroglífico.
Nunca es tarde para los baños de pureza, tampoco para
cambiar y superar este pasado del que deberíamos de avergonzarnos por
generaciones para que el recuerdo impida repetirlo. Es significativo el
silencio cómplice que guardan partidos políticos y autoridades, todos ellos a
la espera de que cada día pasen las 6 am sin novedad ya que el famoso “jueves
de CICIG” se ha extendido a martes, a sábado…, y cualquier día es bueno para detener
a canallas. Se había olvidado el caso “estrella” de La Línea, frente al más impactante de TCQ, pero apenas estaba entendiéndose este cuando fue superado por el
denominado La Cooperacha. A la fecha,
son tantos los implicados que se confunden los procesados y se olvida rápidamente
quienes tienen orden internacional de detención.
Faltan todavía muchos en la lista, especialmente del
poder judicial, no depurado con la misma intensidad que el ejecutivo o el
legislativo. Parece que “barrer hacia afuera” es más fácil que hacerlo “hacia
adentro”, ¡algo natural! También es significativo el silencio sobre los
sindicatos, quizá por los oportunos y sigilosos pactos con los de Salud y
Educación el pasado mes de mayo.
Falta un recambio generacional, liderazgo natural y un
profundo cambio de formas y valores en el ejercicio de la gestión publica. A
pesar de todo, no es momento de una constituyente porque podríamos edificar
sobre terreno enlodado ni de propuestas de esas “que salvan el momento” pero
condenan al infierno más profundo.