La “vieja
política” no ha desaparecido del escenario electoral y está tan presente y
enraizada como antes
Sandra Torres vuelve a postularse
para la Presidencia de la República ¡A la tercera va la vencida!, pareciera ser
el estratégico lema que le impulsa ¿Hay ausencia de liderazgo alternativo en un
partido con suficientes cuadros teóricamente capaces o, por el contrario, remarcado
caudillismo que no permite otra opción? Cualquiera que sea la respuesta no es
un buen diagnóstico para una oferta política.
Resulta difícil conseguirle votos a
una mujer que descaradamente gobernó de facto en tiempos de su entonces esposo
-Álvaro Colom- y que tomó fría y conscientemente la decisión de divorciarse de
él para participar en lo que fue su primer intento fallido de llegar a la Presidencia
de la República. La sociedad no le perdonó esa salida del guacal y se lo hizo
pagar -electoralmente hablando- en 2015, la segunda ocasión en que se presentó.
Se prefirió un bisoño como Jimmy Morales -aunque resultó mucho peor de lo
esperado- que una traspapelada “socialdemócrata” con ínfulas autoritarias.
En el fondo, y creo que es lo
importante después de tantos años, la no renovación del liderazgo en la UNE evidencia
un acomodado conformismo de políticos jóvenes a quienes se les pasa el arroz mientras
se contentan con ser diputados antes que confrontar un liderazgo caduco y
estéril. También -justamente por lo anterior- hay una manifiesta obstinación que
marida el absolutismo con el partido y lleva a concluir que la UNE y Sandra son
lo mismo y por lo tanto no son opción democrática. La “vieja política” no ha
desaparecido del escenario electoral 2019 y está tan presente y enraizada como
antes.
Frente a ese panorama -sobradamente
analizado por quienes planifican la estrategia electoral de la UNE- se ha optado
al parecer, por una política de “tierra arrasada”. Visto que en segunda vuelta
en 2015 no pudo con un novel, la decisión parece estar en sacar del tablero
político a quienes puedan hacer sombra, y mucho mejor si son todos. De esa
cuenta la ley contra el transfuguismo, certeramente vendida como herramienta
que impediría reelegir a quienes manoseaban la democracia, termina siendo la
mejor arma para impedir -o dificultar- que más de setenta diputados de
diferentes partidos queden fuera del mapa electoral. Hay que valorar tanto la
bondad de la norma como que saca del liderazgo local cuadros afines a partidos opositores
lo que beneficia a la UNE. Otra línea de acción es impedir el surgimiento de
liderazgos emergentes, razón por la que llenaron de piedrecitas el camino de
Semilla y harán lo propio al entrampar la inscripción tanto de Zury Ríos como
de Thelma Aldana, ambas contrincantes de doña Sandra y con quienes seguramente
perdería en una segunda vuelta, si es que llega ahí y no se le indigesta el
proceso.
Muchas cosas pendientes tiene la
UNE por las que necesita empoderarse: plazas fantasma por resolver, diputados enjuiciados,
todo el gabinete de la era Colom procesado y temas por aflorar de mayor calado
como la confrontación por la banda 4G, cuestiones judiciales y ciertas concesiones
millonarias que seguro persigue alguno de sus financista, además de la
resolución definitiva del caso multimillonario -Tigo/Claro- por el que Julio
Ligorría está procesado.
Durante la campaña veremos maniobras
chabacanas en un afán desmedido por tomar el poder para intentar reconducir un
rumbo que la justicia trazó hace rato pero que no es del interés de ciertos
políticos. Si hace unos años Baldizón sufrió un síncope tras su derrota, no es
de extrañar que este 2018 sea el momento en que a Sandra Torres le de un
jamacuco.
¡Al tanto del resultado!