Las dictaduras existen porque las democracias lo permiten y a esos personajes, sencillamente hay que aislarlos política y económicamente, y dejarse de medias tintas
Ha sido distraído, pero frustrante, leer y escuchar comentarios de expertos y opinadores en relación con las elecciones venezolanas. Algunos creyeron que habría un cambio ¡Ilusos! No entienden que los dictadores cruzan una línea de no retorno, y Maduro y su gentuza no tienen a donde ir; para ellos ganar es una lucha por la sobrevivencia. Se deshicieron en analizar lo que decían las encuestas y en elaborar escenarios de futuro, pero de uno que nunca llegará mientras viva el dictador. Venezuela es copia del régimen cubano y se sostiene, igual que aquel, con apoyos de potencias como Rusia y China, y por la torpeza norteamericana.
La comunidad internacional también es culpable de lo que ocurre en Venezuela -como en Cuba- porque ese espíritu idealista de las relaciones internacionales -que ha sido inútil en situaciones críticas, y la venezolana lo es- pretende dialogar con una manada de gorilas lo que es imposible a todas luces. La administración Biden, es particularmente culpable, por haber puesto al frente de las negociaciones a un izquierdista consumado, como el ahora cesado Juan González, quien no solo fracasó en su acercamiento y negociación con el dictador -o quizá no-, sino que además USA devolvió a Alex Saab a Venezuela, a cambio de diez estadounidenses secuestrados por el régimen, un chantaje que oxigenó a Maduro.
Las dictaduras existen porque las democracias lo permiten, y a esos personajes sencillamente hay que aislarlos política y económicamente, y dejarse de medias tintas que permiten, casi 70 años después, que Cuba siga a cargo de un tunante político sostenido por esqueletos vivientes.
Ciertos medios de comunicación también tienen su responsabilidad. Los mismos que no se cortan al hablar de extrema derecha son incapaces de llamar dictador a Maduro, y es que en el fondo hay un sentimiento ideológico que impide el uso de determinados vocablos mientras utilizan plácidamente otros ¡Una vergüenza gremial que el corporativismo periodístico silencia!
Los dictadores y autoritarios no siempre llegan al poder por la fuerza. Hitler lo hizo por la vía democrática, igual que los que sobresalen en América Latina, como Bukele. Poco a poco se afianzan y cambian las normas, pagan favores y prebendas, crean ilusiones y fantasías, y demasiados ciudadanos atolondrados o corrompidos -aunque no lo quieran admitir- aplauden a sus futuros verdugos sin notar que propician el ambiente del autoritarismo. Cuando se dan cuenta, como ocurre en Venezuela, ya es tarde, y al dictador le importa un soberano bledo todo lo que no sea su vida, riqueza, bienestar y el de quienes lo sostienen artificialmente en la cúpula.
Así que mientras se sigan elaborando escenarios ficticios, la comunidad internacional no aplique la contundencia necesaria y las democracias dejen de apoyar a las dictaduras, no habrá cambio alguno a pesar de que se pasen generaciones protestando, lamentándose o esperando cada cierto tiempo que, como ocurre en Cuba y Venezuela, el régimen cambie, porque nada va a cambiar.
Es vergonzoso que en pleno siglo XXI, en el que nos llenamos la boca de derechos humanos, democracia y cuestiones similares, carezcamos de la capacidad de entender algo tan simple como que las dictaduras mientras se les oxigene se irán construyendo o reconstruyendo, y que la única solución es el pragmatismo realista que significa el aislamiento internacional absoluto, total y sin fisuras. Todo lo demás son sueños oníricos de quienes no tienen las cosas claras o pretende seguir esperanzados -no sé cuántos años más- en que los cambios serán espontáneos.
Si a estas alturas no han entendido la cubanización de Venezuela, ¿qué más se les puede pedir que no sea seguir quejándose?