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lunes, 26 de diciembre de 2022

El fenómeno Al Capone “come back”

Estamos atrapados entre los extremos de una nefasta inercia pendular que da pie a la venganza, al odio y a la injusticia consentida.

A Capone fue un gánster que la justicia norteamericana llevó a prisión por evasión de impuestos, al no poder demostrársele otros crímenes más graves cometidos durante la década de los veinte. Un delito menor, probado y aceptado, puso punto final a una ardua persecución policial y cerró un caso notorio. Salvando la distancia y el tiempo, pero tomando el referente estratégico, vemos como pasan cosas “similares” a aquello de principios del pasado siglo.

Un ejemplo de lo relatado lo protagonizó el juez Baltazar Garzón y le puso final el Tribunal Supremo de España que lo inhabilitó por realizar escuchas que "sólo se encuentran en los regímenes totalitarios", para conseguir "la información que interesa al Estado". Naturalmente él lo justificó en nombre de la justicia que aplicaba y de su fama de persecutor de grupos de narcotraficantes y terroristas, pero cruzó la legalidad y erró. Por su parte, EE.UU. mantiene activo un Guantánamo con reclusos no juzgados, y viola la ley en nombre de la misma ley que pretende defender, lo que es injustificable. 

Aquí hay, sin duda, una colérica persecución a personas que en su momento hicieron un buen trabajo, al igual que antaño la hubo a quienes no resolvían conforme determinaba el poder de entonces. Y es que estamos atrapados entre los extremos de una nefasta inercia pendular que da pie a la venganza, al odio y a la injusticia consentida.

El fiscal Sandoval mantuvo un registro paralelo -quizá dos- al del MP para que no hubiese filtraciones de “sus investigaciones”, lo que produjo indefensión y sorpresa de muchos. La jueza Aifán permitió encadenar casos para que cada nuevo eslabón estuviese controlado por personas afines, en vez de seguir los procedimientos regulados para los de mayor riesgo. El juez Gálvez “inventó” y aplicó la prisión provisional, que aunque figura en la constitución, la ley desarrolla como prisión preventiva una vez se ha escuchado al encartado, y no antes. José Rubén Zamora fue “sorprendido” entregándole una suma importante de dinero a un delincuente para que se la bancarizara. Y la exfiscal Laparra tomó atribuciones que no le correspondían al incumplir la ley que determina cómo hacer las denuncias contra jueces.

Independientemente de la encomiable labor que esas -y otras- personas pudieran haber realizado en el ejercicio de sus funciones cuando ocupaban determinados cargos, y de que es evidente que hay una constante agresión de mercenarios de las denuncias aliados con parte del poder político, hay cosas mal hechas en su proceder y justamente el “fenómeno Al Capone” encontró nuevamente espacio un siglo después.

El Derecho penal del enemigo es normalmente utilizado en diferentes versiones y los ejemplos citados ilustran parte de ello. No se puede aplaudir el actuar de quienes vulneran la ley por el referente de lo que hicieron o la fama mediática que se les ha atribuido. No es aceptable violar el Estado de Derecho en nombre de la justicia, tal y como se ha demostrado especialmente en países que luchan contra el terrorismo. Hay que ser escrupuloso con las formas, los detalles, las acciones y el cumplimiento de la norma.

Sin embargo, la opinión publicada ha convencido a muchos de quienes son los “buenos y los malos”, y sin analizar sus resoluciones o escudriñar sus actos, juzgamos en función del nombre o el direccionamiento informativo que aconseja el momento. Esa actitud no deja de ser una manipulación consentida, además de una sustancial falta de criterio en materia de principios y valores que siempre deben de estar por encima de las personas, especialmente de quienes ocupan cargos públicos o ejercen autoridad. 

lunes, 19 de diciembre de 2022

De juicios, resoluciones y desacuerdos

Lo que se puede probar se juzga y el resto es imposible por muy “evidente y claro que parezca” a algunos.

Con poca diferencia temporal se han sentenciado los casos “La Línea” y “Virginia Laparra”. En ambos, hay un antes, un después y una enorme presión que condiciona o desvirtúa la lectura jurídica, y están mediáticamente posicionados lo que dificulta comprenderlos sin sustraerse del filtro de la militancia política, el activismo periodístico o la irracional emoción al ponerse “de parte de…”.

En el caso “La Línea” se inducía desde redes sociales la “necesidad” de una condena para los personajes principales implicados: Pérez Molina y Rosanna Baldetti -aunque había una treintena de señalados totalmente ignorados- y desde el inicio se presionó e incluso dudó de la capacidad del tribunal para sentenciarlos. Sin embargo, las tres juezas explicaron detalladamente las razones de su decisión y apreciaron ciertos delitos, condenando a determinadas personas y absolvieron a otras. Sintetizo lo que manifestó la jueza presidente: hay hechos que no se pueden evitar y otros que no se deben suponer, pero el prejuicioso ciudadano no está dispuesto a comprender -o le cuesta- que la verdad judicial no siempre coincide con la verdad real o incluso con lo que presenta el sistema mediático. Lo que se puede probar se juzga y el resto es imposible por muy “evidente y claro que parezca” a algunos.

El caso de Virginia Laparra fue similar. También desde temprano se presentó mediáticamente como persecución política o manipulación judicial; un juicio que había que anular y liberar a la encartada. Sin embargo, la jueza razonó y concluyó que efectivamente hubo un delito continuado de abuso de autoridad, por mucho que se cuestione lo contrario, o no guste la condena ¡Dura lex, sed lex!

En dichos casos, la opinión publicada y la narrativa difundida, quedaron desvirtuadas -al menos parcialmente- y las juzgadoras explicaron detalladamente sus razones. Otra cosa es querer comprenderlo, más allá de la emoción imprimida -cuando no el frenesí-, por personas y organizaciones que, en ambos casos, tienen condicionantes ideológicos o políticos, y en menor medida genuino interés judicial.

Las redes y la militancia mediática nos han habituado a ser jueces, abogados, doctores -durante la pandemia- o catedráticos universitarios. Cada cual tiene su opinión -racional o inducida- y no asumimos que solemos carecer de información -y formación- suficiente para aceptar que aquello que “se nos ocurre” no suele ser la verdad. Somos, además, una sociedad muy crítica pero poco autocrítica, y perfeccionamos a diario la capacidad de señalar lo que otros hacen sin advertir lo que nosotros hacemos. Una especie de soberbia social que la democratización de las redes ha alimentado en la medida que hemos puesto “nuestra tribuna” a la par de tribunas más cualificadas.

Se señala, con razón, el sistema y se reclama la República añorada -mensaje ahora de moda y en boca de quienes nunca utilizaron tal palabra- sin entender ni aceptar que en ese modelo republicano las instituciones son lo importante, que es precisamente lo que se cuestiona con la presión individual -o de grupos- que se pretende imponer por encima de aquellas.

Cambiar las cosas implica modificar el modelo, pero también aceptar que la fricción, la polarización, la venganza ideológica y otros factores presentes en esta sociedad, no son razones que sustenten la búsqueda de objetivos sociales comunes. Seguimos enfrentados porque es mentira que busquemos un pacto social; únicamente pretendemos posicionar nuestro interés. La venganza se confunde con la justicia y no somos capaces de abandonar ese círculo pernicioso que muchos alimentan desde adentro o del exterior. 

Seguimos siendo manipulados e incapaces de formarnos una opinión propia y cualificada, y bailamos, como casi siempre, al ritmo que otros imponen.

lunes, 12 de diciembre de 2022

Entre bomberos no se pisan la manguera

Se constata que, efectivamente, hay una “teoría de complot ideológico”, basada en una realidad más visible y evidente que ya no se niega .

Que el gobierno de Pedro Castillo iba a ser un desastre fue algo sobradamente anunciado y suficientemente visible durante la campaña electoral peruana, bastaba analizar a los personajes, los discursos y la propuestas que se manejaban. Aun así, los ciudadanos de aquel país decidieron libremente equivocarse y hete ahí las consecuencias y sus resultados ¡Cosas de la democracia que algunos pagan más caro que otros!

Después del burdo golpe de Estado en Perú, Petro -el presidente colombiano -de cuerda ideológica similar al peruano- intentó defender y justificar a Castillo desde distintos ángulos: “que si era profesor y lo arrinconaron desde el principio” o pidió medidas cautelares a la CIDH. Por su parte, López Obrador dio instrucciones a su canciller -aunque Ebrard se hiciera el loco- para que Castillo fuese acogido y refugiado en la embajada de México, haciendo gala, sin pudor alguno, de esa tradicional condescendencia mexicana con delincuentes, propios y extraños.  Nicolás Maduro, desde Venezuela, y para no ser menos, alegó que Castillo vivió una “persecución sin límites”, a pesar de haber sido el descarado autor de un delito de rebelión. Todos ellos decidieron justificar, apoyar, sostener y acoger a un presidente delincuente que la mayoría de la comunidad internacional, y los ciudadanos de su país, condenaron desde que ocurrieron los hechos.

En medio de ese mar de insensateces, Lula, otro izquierdista reelecto por una ciudadanía que parece reclamar también su derecho a equivocarse, le da un papel protagónico a su esposa -¿quién la votaría?- en el proceso de transición de poder en Brasil, y pretende dejar fuera del presupuesto de la nación la millonada que prometió entregar a quienes le votaran, porque “ahora advierte” que con el gasto público regular no le llega.

La tercera pata del banco la aporta Cristina Kirchner, condenada por corrupción y apoyada también por López Obrador y por el gobierno español, cuya vicepresidenta -igualmente de izquierda- viajó a Argentina para solidarizarse con la ahora convicta. En conclusión, las izquierdas se asocian y apoyan entre sus dirigencias políticas al estilo corporativista de la tradicional internacional socialista. Y es que lejos de descartar, como hacen muchos, ese discurso de "izquierdas y derechas", pareciera ser que está más vivo que nunca, y determinadas situaciones lo ponen de manifiesto.

Cada vez es más visible la existencia de una explícita red político-ideológica global -siempre la hubo- que aglutina un liderazgo capaz de criticar no importa qué cosa del contrario mientras impunemente acoge a dictadores y delincuentes con asombroso descaro, y sin mucho rubor, en tanto promuevan sus intereses. Hay que subrayar que, hasta el momento, se libra de toda esa complicidad el régimen chileno, igualmente sostenido por una coalición de izquierdas, pero con una madurez y sensatez digna de estudio sociopolítico, y cuyo presidente -Boric- ha actuado con un grado de responsabilidad que es necesario reconocer y destacar. Otros países, más descarados y con menos peso internacional, como lo son Cuba y Nicaragua, los sacan o incluyen en el club en la medida que interesa, sirve a sus propósitos o no enojan demasiado a las grandes potencias.

Se constata que, efectivamente, hay una “teoría de complot ideológico”, basada en una realidad más visible y evidente que ya no se niega. Una región con Maduro, Petro, Kirchner, Lula -más Ortega y Díaz-Canel- y otros personajes, y con unos EE.UU. cuyo régimen pugna entre moderados y radicales demócratas, el futuro de América apunta a una consolidación del poder de China y Rusia, y una vuelta al manoseo de décadas pasadas. 

Pareciera ser que como región estamos condenados al fracaso. Eso sí, con anuencia del democrático y libre electorado.


lunes, 5 de diciembre de 2022

¿Quién ganará?: fútbol y elecciones

Lejos de predecir el panorama electoral es mejor ofrecer parámetros para que cada uno emita su voto libre y responsablemente

Conversar unos minutos con alguien conduce a responder la pregunta que todos hacen: ¿quién ganará las elecciones del próximo año? Es más fácil imaginar quién triunfará en el mundial que señalar al político o el partido que alcanzarán el poder en el 2024. En el país de las bolas, pareciera haber desaparecido la más importante: la bola de cristal.

Un sistema solo genera que aquello para lo que fue diseñado, y el electoral se estira hasta donde lo permite su ajustado corsé, que no es mucho. Después de que la corte de constitucionalidad negará el amparo interpuesto por el CACIF, seguirá siendo imposible hacer campaña política antes del banderazo de salida. Es un absurdo que en política se impida hacer campaña permanentemente y no se permita conocer a los posibles candidatos y sus propuestas en detalle mucho antes de ese corto tiempo que la ley permite.

De casi treinta partidos inscritos -con previsión de que lleguen a cuarenta- es presumible que apenas pueda nombrar tres o cuatro posibles candidatos. Los demás están en la sombra porque no pueden exponerse a ser bloqueados por campaña anticipada. El absurdo legal se explica solo, pero acostumbrados como estamos a desenvolvernos en un sistema fantoche, no llama la atención más que otras estupideces legales que estoicamente soportamos.

Llegaremos al preámbulo electoral y entonces candidatos y partidos comenzarán a darse a conocer, lo que será imposible con el ceñido espacio que marca la ley, tanto en tiempo como en presupuesto, porque el sistema está hecho para dar ventaja a los conocidos. El resto, deberán posicionarse para dentro de cuatro u ocho años, y así estar en esa parrilla ventajosa de salida que configura la norma.

Cuando me preguntan quién ganará las elecciones, creo que por primera vez la respuesta es más difusa que en pasadas ocasiones. Lejos de predecir el panorama electoral -como aquel pulpo hiciera con un mundial de futbol- es mejor ofrecer parámetros para que cada uno emita su voto libre y responsablemente, lo que no es poca cosa. Al igual que en el mundial, no hay que tener únicamente nombre y fama, sino que es preciso anotar el día del partido. Todo lo demás es estadística.

Averigüe sobre los candidatos, mire de qué han vivido los últimos diez años y si ejercieron una profesión noble y correctamente. Pregúntese de dónde sacan el dinero que les permite ejercer como político sin trabajar en otra cosa y analice si el nivel de vida se corresponde con los ingresos. Relájese y ponga la canción “despacito” y al ritmo que le marque, léase el proyecto político que proponen. Si no está disponible, ignore esa opción porque no es la adecuada. Indague sobre los diputados que incluyen en sus listados, y vea cuántos han sido condenados o procesados; deseche la opción cuando encuentre alguno de ellos.

Si hizo todo lo anterior, seguramente se formará un criterio de las opciones convenientes. Vote por el partido o la persona que responda a esa calidad de perfil que nos merecemos. De lo contrario vote nulo, a pesar de que digan que no sirve para nada porque le están mintiendo. Usted es el encargado de marcar el gol del triunfo, aunque nadie se lo espere y las probabilidades señalen a otro como favorito. Su voto es crucial y contribuirá a la victoria que merecemos. No falle el penalti, porque nos condenamos a cuatro años más de espera. 

Por si le sirve de referente, en la China de Xi Jinping y en Irán los ciudadanos confrontan a sus gobiernos y logran resultados ¡La idiosincrasia de los pueblos, y su destino!