El problema del populismo es que puede aparecer como consecuencia de una falta de planteamientos políticos mínimamente coherentes
El triunfo de Petro en Colombia ha vuelto a desatar la exacerbada pugna derecha-izquierda, con alabanzas y condenas en función de donde se sitúe cada cual. El corazón, la pasión y la emoción, vuelven a desplazar a la razón, y pareciera no entenderse mucho lo que se avecina.
No soy temeroso de la izquierda democrática, aunque no me gusta como opción política. Gobernó en Chile -Bachelet-, El Salvador -FMLN-, Guatemala -UNE- y en otros muchos países sin que se notara su presencia ni hiciera diferencia con inútiles e inservibles gobiernos de “derecha”. Hay quienes también confunden conservadurismo con derecha o izquierda, sin advertir que el conservador puedes estar, cómodamente instalado, en cualquiera de las dos opciones, porque en ambas existe la tendencia a no cambiar formas, postulados, comportamiento y propuestas. El problema real no es ideológico, más bien obedece al continuo fracaso de los distintos gobiernos, lo que nos lleva irremediablemente al populismo.
Los populistas, al igual que los dictadores, no son de derechas ni de izquierdas, calificativo que suelen adjudicar quienes desean extender la polarización más allá de los límites. Tienen “personalidad propia”, justamente porque carecen de ideología o se imponen a la fuerza y son simplemente personajes que recrean mensajes bien recibidos por la población de los lugares donde surgen y en los que se ofrecen como solución, o imponen la suya.
Guatemala pasa por un momento político en el que nos quieren orillar a los extremos e impedir ver más allá: o seguimos con gobiernos de “derecha” o vendrá una “izquierda” comunista, antipatria, antifamilia y degenerada, nos dicen. No hemos advertido que los gobiernos que hemos tenido no son de derecha -al menos la que yo entiendo- pero tampoco una izquierda democrática nos hundirá más en el agujero de la corruptela en que estamos sumidos. El problema del populismo -o el autoritarismo- es que puede aparecer como consecuencia de una falta de planteamientos políticos mínimamente coherentes -aunque sean ideologizados- y hacia ahí nos conducimos. Analice el espectro político nacional y advertirá que la mayoría de las opciones políticas no se definen ideológicamente, porque pretenden abarca el mayor espectro posible de votantes. Unido a lo anterior -y a la fecha- seguramente no será capaz de nombrar tres o cuatro partidos para los próximos comicios, porque la mayoría de los que tendremos como “opción” en 2023 se desconocen porque están en construcción y sus liderazgos escondidos hasta el banderazo de salida electoral ¡Así no hay ciudadano que pueda elegir apropiadamente!
En definitiva, la situación descrita y el analfabetismo político que padecemos -por decisión propia porque no emprendemos una búsqueda responsable- hace que la mayoría de ciudadanos se manejen dentro del simplismo de las redes o los comunicados de “opinadores”, cuando lo que nos falta realmente es un moderno Lutero que nos haga creer que podemos interpretar la política sin que previamente nos la digieran, especialmente en este siglo de la estupidez mediática, la concisión de lo virtual o el simplismo en la comunicación. Perdemos una parte importante del tiempo preocupándonos por la derecha y la izquierda, en lugar de prevenirnos contra depredadores de la política que encontrarán el espacio vacío que provoca esa lucha dicotómica entre opciones que son mucho más amplias que los puntos concretos a los que nos quieren conducir.
Muchos preguntan qué hacer. Pues analice, estudie, entérese, sea responsable y opte por lo que considere más conveniente, porque el futuro está mucho peor que pensar que viene una “izquierda destructora” o se queda la habitual “derecha demoledora” ¡Venga, que ya deberíamos ser mayorcitos, y sobre todo responsables de nuestros actos!