No hay tal cosa
llamada socialismo del siglo XXI, es el socialismo de siempre
El domingo pasado, en plena era de la tecnología,
asistimos en vivo y en directo a un golpe de Estado. Antes, nos enterábamos cuando
ya era un hecho. Ahora, estamos tan informados, y saturados a la vez, que nos
distraemos con otras cosas -futbol incluido- pero el resultado es el mismo:
tiranos, asesinos y autoritarios que llegan al poder y se perpetúan impunemente
con la pasividad -o cobardía- que tradicionalmente el ciudadano honesto ha
mostrado con ellos.
Las organizaciones internacionales, por su parte,
tampoco hacen mucho. Elocuentes discursos de tribuna o tibias declaraciones
oficiales que permiten el realismo político que practican ciertos sinvergüenzas,
tiranos y delincuentes -Maduro es uno de ellos- y les permite consolidarse en el
poder de forma manifiestamente fraudulenta.
Días antes del golpe de Estado en Venezuela, en la USAC
-la monopólica universidad estatal guatemalteca- unos pocos personajes se
dedicaron a ensalzar el régimen y a justificar, consecuentemente, la violencia.
Apología de las dictaduras disfrazada de “magistrales” arengas que no dejan
dudas de que quienes las apoyan son tan culpables como aquellos otros que
ejecutan los crímenes. Así las cosas, empezamos una nueva semana como si no
hubiera pasado nada, como si 32 millones de venezolanos, 12 millones de cubanos
y el doble de norcoreanos no padecieran permanentemente la tiranía de quienes
quitan vidas e ilusiones y destruyen el futuro de generaciones.
Muchos -y muchas que son más- de los que escriben en
prensa nacional, y se hacen llamar defensores de derechos humanos, no han dicho
nada -ni lo van a hacer- sobre esa dictadura venezolana en la era de la
tecnología de la información. Activistas de pluma que hablan periódicamente de
victimización, agresión a mujeres, discriminación y vulneración de derechos y, sin
embargo, ignoran lo que ocurre en esos países. Lo único que les inquietó fue
cuando los militares sacaron a Zelaya en Honduras, pero aplauden o callan -que
es lo mismo- cuando civiles, ansiosos de poder, manchados de sangre y ávidos de
autoritarismo, utilizan la policía o el ejército para matar a ciudadanos. Lo
que molesta es el militar autoritario, no tanto el civil golpista y bribón con
el que plácidamente adormecen la mano y anestesian el cerebro, mientras se
llenan la boca de defender derechos ¿A cuáles se referirán o de quienes serán?
No hay nada más hipócrita, que poclamar defender la
libertad, la democracia o el respeto al prójimo y evadir la responsabilidad de
criticar, condenar y señalar acciones delictivas de políticos como los Castro,
Maduro, Cabello o de Kim Jong-un. La tibieza y la cobardía sirven de caldo de
cultivo a esos militantes del periodismo que se unen al silencio, complicidad y
falta de contundencia de países que no condenan acciones autoritarias o
desconocen a esos gobiernos. Ah, y no sirven pomposas y diplomáticas
declaraciones que evidencian falta de carácter y de claro compromiso con la
democracia y la paz.
No nos engañemos,
no hay tal cosa llamada socialismo del siglo XXI, es el socialismo de siempre,
el tradicional, el autoritario, el que ha hundido y empobrecido a millones de
personas, el que practican claramente algunos y en el que militan muchos más. Tampoco
se han terminado las ideologías, todo lo contrario, están más presentes que
nunca y se evidencia con lo que ocurre.
¡A mi no me
tiembla el pulso para denominarlos por su nombre: criminales!