Entradas populares

lunes, 25 de marzo de 2013

Cara y cruz


La mejor victoria es aquella en la que ganan todos

El inicio del juicio contra los ex generales Ríos y Rodríguez está dando mucho que hablar, como era de esperar. El pleito en cuestión está cargado de ideología, revanchismo, solicitud de justicia, posicionamiento de personajes, ayuda internacional, presión mediática y un etcétera tan largo como oscuro y confuso. Muchos lo han definido como un caso “histórico” y no precisamente un caso judicial, como quizá debería ser. Las peculiaridades se hicieron presentes desde el primer día. Los acusadores criticaron la estrategia de la defensa por cuanto pretendía dilatar el proceso, ¡nada nuevo en el país! Es exactamente lo que hace CICIG con casos emblemáticos: retenerlos para evitar llevarlos a juicio y arriesgarse a perderlos: Valdés, Pavón, etc., artimañas jurídicas que pueden parecer abusivas, pero que continúan siendo legales y todos utilizan. De hecho, el MP esperó años hasta que Ríos Montt perdió su condición de diputado y comenzó el juicio con el inicio del nuevo gobierno ¿casualidad u oportunismo político?, sin embargo ahora la dilación se critica. Destacar, en esa línea, cómo el juicio previsto para el mes de agosto fue adelantado a marzo, justo antes de la Semana Santa que siempre es un buen amortiguador de problemas. La defensa, por su parte, alegó no poder ejercer su derecho puesto que le vetaron pruebas y peritajes propuestos.
La presidenta del tribunal también tuvo su estrellato. La magistrada Barrios -¡casualmente protagonista del caso Gerardi!- expulsó a uno de los abogados que quería tomar la defensa en ese momento y “ordenó” a otro que defendiera a Ríos Montt, a pesar de que el letrado manifestara no querer hacerlo. Algunos lo han visto como un ejercicio de autoridad del tribunal, otros -ahí me sumo- una acción ilegal que podría servir de base en el futuro para pedir la nulidad del proceso o acusar a la jueza de abuso de autoridad. No hay sustento legal para ordenar a un magistrado particular defender a alguien que no desea, otra cosa hubiese sido nombrarle un defensor de oficio, pero la señora jueza con su ímpetu -cuando no atolondrado berrinche- optó por esa decisión.
Dos estrategias enfrentadas. Los acusados pretenden dilatar el proceso y quienes están detrás de los acusadores, desean una sentencia a como dé lugar. Lo importante es conseguir una condena rápida. Con ella demostrarían al “mundo” su “razón” y recibirían dádivas y felicitaciones por doquier. Una vez sancionados, seguro habría apelaciones, pero eso no es trascendente. Recordemos que Portillo lleva absuelto casi dos años -aunque sigue en prisión- y no se resuelve su apelación sin que la demora y el retraso sean comentados u objeto de información. La estrategia final es poder hacer una foto con los generales encarcelados que de la vuelta al planeta. El propio mundo se encargará, más tarde, de olvidarlo todo y aunque queden libres en segunda instancia, lograrían el objetivo inicial que es el que proporciona fama efímera, dinero inmediato y “razones” para continuar. A fin de cuentas este es un país cortoplacista y eso se refleja en todo. Hablar de justicia, en este caso, tiene escaso sentido. Muchos observan un espectáculo sin saber muy bien donde están los payasos, los saltimbanquis, el domador de leones o la mujer barbuda. Como en todo show, lo importante son las sorpresas, los globos y los caramelos que regalan a la salida, y los gritos estridentes cuando el trapecista parece caerse. Faltó el puestito de atol en los intermedios aunque usaron el dedo. Paripé mediático-oportunista que luego se trueca por justicia ¡Así nos va!

lunes, 18 de marzo de 2013

¿Liderazgo latinoamericano?



Chávez no entendió lo que es ser líder ni ejercer liderazgo

Alborotos tras la muerte de Chávez alientan al análisis de algunos aspectos curiosos que se han suscitado durante estos días. Se habló de la muerte de “un líder carismático”, del mejor “líder latinoamericano” de los últimos tiempos. Polémica enmarañada que anima a comentar tan pomposas aseveraciones. El tal “líder” fue un golpista que intentó subvertir el orden en su país y en cuya rebelión murieron decenas de personas, algo que se olvida y que descalifica acciones posteriores. Apenas cumplió dos años antes de ser indultado y hoy es alabado y aplaudido por parte de radicales -guatemaltecos incluidos- que ven en el “comandante” un ejemplo a seguir y en el “ejército venezolano” otro a imitar, mientras aquí condenan “la militarización”, el golpismo y los crímenes. La incongruencia de esos irritados no tiene parangón, algo normal cuando hay ausencia del más elemental sentido común, de la mínima coherencia discusiva o cobran por ello.
El “liderazgo” chavista es una preeminencia adquirida tras haber empobrecido el país que presidió. Chávez -guste o no oírlo- se posicionó en este mundo ruin de la realpolik al comprar voluntades como la del dictado cubano, la frívola argentina, el atrevido Correa, el desaborido Morales o el violador Ortega, entre otros. La gente que lo aclama -o gran parte de ella- no es mayor que la que pasó disciplinada y apesadumbrada frente al féretro de Franco, de Lenin de Evita Perón o vitoreó a Hitler. La masa orteguiana sigue presente. La sociedad de masas es una sociedad fácilmente expuesta a la movilización y a la manipulación (Kornhauser). El autoritario sabía cómo a golpe de dólares -y de censura de medios de comunicación- atraería la voluntad de políticos inescrupulosos y gente que vende su alma al mejor postor, aun sin comprender absolutamente nada más allá de lo que recibe en el instante. Es la miseria de los analfabetas y de los políticos corruptos: la manipulación interesada por quien ofrezca algo atractivo.
Chávez no entendió lo que es ser líder ni ejercer liderazgo. Supo, y muy bien, comprar una posición política sobresaliente con el beneplácito de quienes se avinieron a la genuflexión continuada tras recibir cientos de millones y de aquellos que le rendían alborotada pleitesía mientras los empobrecía, engañaba, robaba y desposeía. Hitler, a quien Chávez leía, supo hacerlo mejor que el aprendiz caribeño y en una sociedad más culta promovió “valores” que la llevaron a las puertas de su destrucción, aunque le costó menos dinero de recursos nacionales, que no de prestamos privados. Por ello, la maquinaría no soportará el primer arranque en falso que tras varios golpes de estado continuados con beneplácito internacional, seguirá corriendo después del próximo abril. El chavismo sin Chávez no es posible, al igual que no lo han sido otros regímenes. Ser Chávez, pensar como él, manipular como lo hizo o dilapidar el dinero público para salvaguardar su espacio político y personal, no es algo en lo que pensarán sus seguidores. Para ellos es tiempo de preparar la huida y evitar ser condenados en el futuro por robo, expropiación, asesinato y otros delitos que esperan a ese grupo de tramposos, igual que hicieron ciertos terroristas en este país. Los servicios cubanos intentarán seguramente dilatar el proceso que ya huele a descompuesto, y quienes de verdad vencerán, serán los honestos. Para mientras, pongamos atención a esos otros “lideres nacionales” que han ido allá a alabar el régimen y a declarar acatamiento, cuando no a seguir mendigando dinero y utilizar al “líder” para sus oscuros fines.

lunes, 11 de marzo de 2013

Esos niños “traviesos”


En este tema, como en otros, el positivismo jurídico tiene poco acierto

Los crímenes cometidos por menores -muchos horrendos incluso en un mundo de adultos-  han generado un debate en relación a cuál debe ser la edad "adecuada" para juzgar a esos niños y también, alentado comentarios sobre los derechos del menor plasmados en diferentes convenciones así como sobre el rol del Estado (o de la sociedad) en relación con ellos. Poco, o casi nada, se ha dicho sobre lo fundamental: la protección de los derechos de las víctimas, actores mudos y secundarios en estos debates, aunque son quienes sufrieron las consecuencias más graves. Las normas jurídicas pretenden proteger los derechos de todos, sin embargo, tras esos crímenes espeluznantes, lo que menos se comenta y discute es precisamente el bien protegido: la vida del que fue asesinado.
No se trata tanto de fijar un número para establecer la mayoría de edad -cambiante a lo largo de la historia y de circunstancias coyunturales o evolutivas- sino de determinar si la persona, independientemente de su edad, es consciente y puede (debe) ser responsable de sus actos. Este principio tan racional se contempla como circunstancia modificativa de la responsabilidad criminal en casi todos los códigos penales. Si un adulto tiene una edad mental inferior a la cronológica o se dan circunstancias que impiden que el acto que cometió lo fuese con total responsabilidad, simplemente se le reduce o anula la pena. Por consiguiente parece lógico y natural que idéntico principio -ya aplicado- se haga extensivo en aquellos delitos "extremos" cometidos por menores de edad y se determine si la persona, al margen de los años que tenga, es consciente de lo que hace. De ser así, se debería juzgar y sentenciar el hecho puesto que no se dan circunstancias modificativas que aconsejen lo contrario.
También se han levantado voces en torno a que esos menores delincuentes son productos “del sistema”, de no haber hecho nada por ellos y, en el fondo, son víctimas. Así cierran el caso los que argumentan de esa forma y diluyen una responsabilidad de dudoso endose a un ente impersonal y ficticio: el  Estado. Quienes así piensan no suelen condenar, sin embargo, a los niños actores o acróbatas de circo, o a esos otros que los papás desde pequeños explotan con exposiciones "artísticas". Pareciera que el concepto aprovechamiento (o falta de atención) de menores va asociado a la pobreza y de esa forma, si el trabajo que hacen es picar piedra, se denomina "explotación infantil", y se condena contundentemente, pero si por el contrario se trata de hacer películas en Hollywood, aparecer en teatro, actuar en circos o similar (incluso practicar ciertas formas de gimnasia olímpica) se denomina "arte prematuro o infantil", y se aplaude fervientemente. Es la doble moral de quienes desconocen -o no quieren enfrentar- una situación que es idéntica en su esencia independientemente del punto de observación, y huyen por la tangente del discurso y la apreciación interesada frente a la realidad contrastada.
Hay que enseñar, educar y exigir que cualquier acción tiene sus consecuencias. Mientras no sea aceptado el principio de responsabilidad inherente a todo acto humano, se desviará interesadamente la atención hacia otro lugar huyendo de la búsqueda de soluciones adecuadas con discursos poco honestos, nada coherentes y mucho menos éticos, además de fomentar la irresponsabilidad. Ahí queda el debate y el recuerdo irresponsable de los que aplaudieron la ley de adopciones. Muchos niños que condenaron irremisiblemente o empujaron al delito podrían tener hoy una mejor vida, pero están delinquiendo, como ciertos normalistas.

lunes, 4 de marzo de 2013

Un año después


Imprescindible leer Dead Aid, de la economista zambiana Dambisa Moyo

Hace un año, un reportaje televisado mostró el daño que ocasiona al país el mal uso (y abuso) de parte de la cooperación internacional. El programa documentó casos en los que cooperación sueca apoyaba iniciativas que, finalmente, eran manipuladas por bochincheros profesionales, pretendía servir para defender a delincuentes condenados por terrorismo o financiar la lucha contra la “descriminalización” de protestas, que es la forma políticamente correcta de decir que todo vale en tanto se haga en nombre del campesino, del indigenismo, de los pueblos originarios o sobre cualquier otro discurso artificial o interesadamente construido. Algo interesante fue descubrir a los vividores (y manipuladores) de esa mezquina forma de proceder, quienes reaccionaron, denunciaron, se evidenciaron públicamente, escribieron visceralmente carentes de argumentos y razones -aunque sobrados de rabia y contumacia- pero sobre todo se supo con cuanto se quedan de las donaciones (25/35% del total), que fue lo que más les dolió. Se confirmó cómo rentabilizan miserablemente problemas de los demás -o los crean en su propio beneficio- y a qué fines destinan buena parte del dinero que con intención precisa o la mejor voluntad, ciertos países y organizaciones donan. Por cierto, todos esos gorrones habían pertenecido a algún grupo terrorista de los que asesinaron a personas durante el conflicto, aunque ahora vivan de la caridad de esas dádivas y pretendan hacerse los mensos o pasar desapercibidos “trabajando” temas de género, de desarrollo, de derechos humanos, presten consultorías sesgadas o cobren por hacer lobby.
En www.gapminder.org puede construir su propio gráfico. Seleccione la ayuda internacional recibida por Guatemala y compárela con la evolución de la renta per cápita. Observará que desde 1960 la cooperación pudo contribuir a que el país incrementase la renta de Q2700 a cerca de los Q5000 en 1977. Sin embargo, a principios de los ochenta, el efecto que se produce es exactamente el contrario, siendo más notoriamente preocupante en la medida que nos acercamos al presente. Hoy estamos peor que en 1979, a pesar de haberse gastado millardos de dólares. Terminado el conflicto, las ONG,s mutaron y la ayuda dejó de servir para promover mejoras de vida -razón última de la misma- y pasó a alimentar a una serie de fundaciones, personajes y actividades que, sin hacer cosa productiva alguna tras la dejada de las armas, se dedicaron a crear espacios capaces de absorber cualquier cantidad de dinero y destinarlo en beneficio propio, generando protestas, manifestaciones y promoviendo actividades que en definitiva trasladan la estrategia de la lucha armada y de la subversión al campo político-social. La simpatía de ciertos países, la afinidad ideológica de otros y un buen trabajo de venta de “mentiras históricas” que los libros modernos evidencian, hizo el resto. Una premio Nobel que nadie vota ni reconoce en el país, viajeras que difunden mentiras y otras circunstancias prefabricadas, coadyuvaron a que se presentara Guatemala como un lugar explotador, discriminador y racista, y conformaron un panorama lastimero aprovechado por todos estos/as que no saben hacer otra cosa -jamás la han hecho- salvo amenazar, agredir, mentir, asesinar u ocultar hechos violentos de los que son conocedores por su pertenencia a aquellos grupos de terror.
Un año después, el debate sobre esos grupos, su financiación y nefasta actuación, es una realidad y la cooperación apunta más fino, aunque todavía no atina. La guerra ideología sigue su curso y quienes no pudieron vencer con razones rentabilizan manipuladamente su “trabajo”. Se sabe quienes son, con cuanto se quedan y cuál es su sucio negocio, pero además, siguen equivocados.