El nonato, o como quieran denominarle para desproveerlo de personalidad, tiene madre y padre, además de vida propia
Quienes tenemos hijas nacidas con 24 semanas de embarazo sabemos, por experiencia, que tienen vida plena y muchas de ellas culminan una carrera universitaria en ciencias exactas, de esas que les cuesta cursar a algunos que agotaron el tiempo de gestación. Un parto fortuito y prematuro las puso en esta vida y la lucha fue dura por momentos, pero la alegría de verlas desarrollarse es algo muy gratificante que nunca entenderán, seguramente, quienes festejan terminar con vidas a esa temprana edad, como recientemente se aprobó en Colombia. Es vergonzoso que en una sociedad -supuestamente con valores- ciertas personas se alegren de que se pueda asesinar a seres humanos con 24 semanas -con cualquier tiempo- especialmente cuando la mayoría de los abortos proceden de relaciones consentidas. Puede que equivocadas o fallidas, pero permitidas por ambos padres, y es aquí donde surge otro tema: la paternidad responsable.
El nonato, o como quieran denominarle para desproveerlo de personalidad, tiene madre y padre, además de vida propia. Sin embargo, reivindicaciones feministas -quizá hembristas- se han apoderado de un discurso del que el hombre -cobardemente hay que señalar- ha preferido ausentarse. Si “nosotras parimos, nosotras decidimos” es un lema femenino, habría que promover otro paralelo masculino: “el hijo también es mío”. Es imposible concebir a un ser humano -violación excluida- sin que dos se pongan de acuerdo. Por tanto, desde que hay libre consenso para tener relaciones sexuales surge una responsabilidad que ambos deben de asumir, y no eludir, y si no utilizan algún método anticonceptivo o éste falla, puede haber un embarazo no deseado y ser progenitores de una criatura ¡Eso se sabe!, y asumen el riesgo.
Sin embargo, el hombre huye cobardemente de sus responsabilidades -y derechos- y por conveniencia deja en manos de la mujer el “problema”, que se resuelve destruyendo una vida con el aplauso de muchos y la aquiescencia estatal. Y todos contentos, porque el inconveniente queda resuelto y los nonatos no reclaman, opinan, demandan judicialmente ni votan. En ciertos lugares pretenden, incluso, que eso se haga con dinero público y sean ciudadanos responsables quienes paguen las fechorías de otros. Lo de siempre: políticas asistencialistas aplaudidas por insensatos y escasas políticas de sensatez de las que pocos gustan.
Se elude en el debate social y se diluye en las protestas, la responsabilidad de ambos padres, además del derecho a la vida del ser humano concebido, y “se embarazó” es la expresión impersonal más adecuada del neolenguaje utilizado para evitar otra que conlleve exigencia ¡Qué contrasentido más grande que movimientos ciudadanos contra la pena de muerte y la crueldad con los animales deleiten a sus integrantes con estos “logros” contra humanos!
Miren ustedes damas con “derecho a su cuerpo” y hombres pusilánimes y ausentes: muchos miramos con dignidad, respeto y amor a nuestros hijos nacidos con ese tiempo y nos sentimos enormemente orgullosos de verlos con vida y no haberlos asesinado. No voy a decir que ustedes dan pena, sino repulsión, porque matar a un ser indefenso sobre la base de que no están dispuestos a asumir la responsabilidad de un embarazo que ustedes mismos provocaron, no puede ser mas que deleznable, condenable y punible. Sin embargo, la vida va por otros derroteros y quizá quienes así pensamos no hemos sabido ser tan modernos y progresistas.
Cada vez que se crucen con alguien o incluso se miren al espejo, piensen que en cada grito que emiten de apoyo al aborto, o con el silencio que guardan por no reclamar el derecho a la paternidad, hay un ser humano que pudo ser, seguramente muy superior moralmente a ustedes.