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lunes, 26 de diciembre de 2022

El fenómeno Al Capone “come back”

Estamos atrapados entre los extremos de una nefasta inercia pendular que da pie a la venganza, al odio y a la injusticia consentida.

A Capone fue un gánster que la justicia norteamericana llevó a prisión por evasión de impuestos, al no poder demostrársele otros crímenes más graves cometidos durante la década de los veinte. Un delito menor, probado y aceptado, puso punto final a una ardua persecución policial y cerró un caso notorio. Salvando la distancia y el tiempo, pero tomando el referente estratégico, vemos como pasan cosas “similares” a aquello de principios del pasado siglo.

Un ejemplo de lo relatado lo protagonizó el juez Baltazar Garzón y le puso final el Tribunal Supremo de España que lo inhabilitó por realizar escuchas que "sólo se encuentran en los regímenes totalitarios", para conseguir "la información que interesa al Estado". Naturalmente él lo justificó en nombre de la justicia que aplicaba y de su fama de persecutor de grupos de narcotraficantes y terroristas, pero cruzó la legalidad y erró. Por su parte, EE.UU. mantiene activo un Guantánamo con reclusos no juzgados, y viola la ley en nombre de la misma ley que pretende defender, lo que es injustificable. 

Aquí hay, sin duda, una colérica persecución a personas que en su momento hicieron un buen trabajo, al igual que antaño la hubo a quienes no resolvían conforme determinaba el poder de entonces. Y es que estamos atrapados entre los extremos de una nefasta inercia pendular que da pie a la venganza, al odio y a la injusticia consentida.

El fiscal Sandoval mantuvo un registro paralelo -quizá dos- al del MP para que no hubiese filtraciones de “sus investigaciones”, lo que produjo indefensión y sorpresa de muchos. La jueza Aifán permitió encadenar casos para que cada nuevo eslabón estuviese controlado por personas afines, en vez de seguir los procedimientos regulados para los de mayor riesgo. El juez Gálvez “inventó” y aplicó la prisión provisional, que aunque figura en la constitución, la ley desarrolla como prisión preventiva una vez se ha escuchado al encartado, y no antes. José Rubén Zamora fue “sorprendido” entregándole una suma importante de dinero a un delincuente para que se la bancarizara. Y la exfiscal Laparra tomó atribuciones que no le correspondían al incumplir la ley que determina cómo hacer las denuncias contra jueces.

Independientemente de la encomiable labor que esas -y otras- personas pudieran haber realizado en el ejercicio de sus funciones cuando ocupaban determinados cargos, y de que es evidente que hay una constante agresión de mercenarios de las denuncias aliados con parte del poder político, hay cosas mal hechas en su proceder y justamente el “fenómeno Al Capone” encontró nuevamente espacio un siglo después.

El Derecho penal del enemigo es normalmente utilizado en diferentes versiones y los ejemplos citados ilustran parte de ello. No se puede aplaudir el actuar de quienes vulneran la ley por el referente de lo que hicieron o la fama mediática que se les ha atribuido. No es aceptable violar el Estado de Derecho en nombre de la justicia, tal y como se ha demostrado especialmente en países que luchan contra el terrorismo. Hay que ser escrupuloso con las formas, los detalles, las acciones y el cumplimiento de la norma.

Sin embargo, la opinión publicada ha convencido a muchos de quienes son los “buenos y los malos”, y sin analizar sus resoluciones o escudriñar sus actos, juzgamos en función del nombre o el direccionamiento informativo que aconseja el momento. Esa actitud no deja de ser una manipulación consentida, además de una sustancial falta de criterio en materia de principios y valores que siempre deben de estar por encima de las personas, especialmente de quienes ocupan cargos públicos o ejercen autoridad. 

lunes, 19 de diciembre de 2022

De juicios, resoluciones y desacuerdos

Lo que se puede probar se juzga y el resto es imposible por muy “evidente y claro que parezca” a algunos.

Con poca diferencia temporal se han sentenciado los casos “La Línea” y “Virginia Laparra”. En ambos, hay un antes, un después y una enorme presión que condiciona o desvirtúa la lectura jurídica, y están mediáticamente posicionados lo que dificulta comprenderlos sin sustraerse del filtro de la militancia política, el activismo periodístico o la irracional emoción al ponerse “de parte de…”.

En el caso “La Línea” se inducía desde redes sociales la “necesidad” de una condena para los personajes principales implicados: Pérez Molina y Rosanna Baldetti -aunque había una treintena de señalados totalmente ignorados- y desde el inicio se presionó e incluso dudó de la capacidad del tribunal para sentenciarlos. Sin embargo, las tres juezas explicaron detalladamente las razones de su decisión y apreciaron ciertos delitos, condenando a determinadas personas y absolvieron a otras. Sintetizo lo que manifestó la jueza presidente: hay hechos que no se pueden evitar y otros que no se deben suponer, pero el prejuicioso ciudadano no está dispuesto a comprender -o le cuesta- que la verdad judicial no siempre coincide con la verdad real o incluso con lo que presenta el sistema mediático. Lo que se puede probar se juzga y el resto es imposible por muy “evidente y claro que parezca” a algunos.

El caso de Virginia Laparra fue similar. También desde temprano se presentó mediáticamente como persecución política o manipulación judicial; un juicio que había que anular y liberar a la encartada. Sin embargo, la jueza razonó y concluyó que efectivamente hubo un delito continuado de abuso de autoridad, por mucho que se cuestione lo contrario, o no guste la condena ¡Dura lex, sed lex!

En dichos casos, la opinión publicada y la narrativa difundida, quedaron desvirtuadas -al menos parcialmente- y las juzgadoras explicaron detalladamente sus razones. Otra cosa es querer comprenderlo, más allá de la emoción imprimida -cuando no el frenesí-, por personas y organizaciones que, en ambos casos, tienen condicionantes ideológicos o políticos, y en menor medida genuino interés judicial.

Las redes y la militancia mediática nos han habituado a ser jueces, abogados, doctores -durante la pandemia- o catedráticos universitarios. Cada cual tiene su opinión -racional o inducida- y no asumimos que solemos carecer de información -y formación- suficiente para aceptar que aquello que “se nos ocurre” no suele ser la verdad. Somos, además, una sociedad muy crítica pero poco autocrítica, y perfeccionamos a diario la capacidad de señalar lo que otros hacen sin advertir lo que nosotros hacemos. Una especie de soberbia social que la democratización de las redes ha alimentado en la medida que hemos puesto “nuestra tribuna” a la par de tribunas más cualificadas.

Se señala, con razón, el sistema y se reclama la República añorada -mensaje ahora de moda y en boca de quienes nunca utilizaron tal palabra- sin entender ni aceptar que en ese modelo republicano las instituciones son lo importante, que es precisamente lo que se cuestiona con la presión individual -o de grupos- que se pretende imponer por encima de aquellas.

Cambiar las cosas implica modificar el modelo, pero también aceptar que la fricción, la polarización, la venganza ideológica y otros factores presentes en esta sociedad, no son razones que sustenten la búsqueda de objetivos sociales comunes. Seguimos enfrentados porque es mentira que busquemos un pacto social; únicamente pretendemos posicionar nuestro interés. La venganza se confunde con la justicia y no somos capaces de abandonar ese círculo pernicioso que muchos alimentan desde adentro o del exterior. 

Seguimos siendo manipulados e incapaces de formarnos una opinión propia y cualificada, y bailamos, como casi siempre, al ritmo que otros imponen.

lunes, 12 de diciembre de 2022

Entre bomberos no se pisan la manguera

Se constata que, efectivamente, hay una “teoría de complot ideológico”, basada en una realidad más visible y evidente que ya no se niega .

Que el gobierno de Pedro Castillo iba a ser un desastre fue algo sobradamente anunciado y suficientemente visible durante la campaña electoral peruana, bastaba analizar a los personajes, los discursos y la propuestas que se manejaban. Aun así, los ciudadanos de aquel país decidieron libremente equivocarse y hete ahí las consecuencias y sus resultados ¡Cosas de la democracia que algunos pagan más caro que otros!

Después del burdo golpe de Estado en Perú, Petro -el presidente colombiano -de cuerda ideológica similar al peruano- intentó defender y justificar a Castillo desde distintos ángulos: “que si era profesor y lo arrinconaron desde el principio” o pidió medidas cautelares a la CIDH. Por su parte, López Obrador dio instrucciones a su canciller -aunque Ebrard se hiciera el loco- para que Castillo fuese acogido y refugiado en la embajada de México, haciendo gala, sin pudor alguno, de esa tradicional condescendencia mexicana con delincuentes, propios y extraños.  Nicolás Maduro, desde Venezuela, y para no ser menos, alegó que Castillo vivió una “persecución sin límites”, a pesar de haber sido el descarado autor de un delito de rebelión. Todos ellos decidieron justificar, apoyar, sostener y acoger a un presidente delincuente que la mayoría de la comunidad internacional, y los ciudadanos de su país, condenaron desde que ocurrieron los hechos.

En medio de ese mar de insensateces, Lula, otro izquierdista reelecto por una ciudadanía que parece reclamar también su derecho a equivocarse, le da un papel protagónico a su esposa -¿quién la votaría?- en el proceso de transición de poder en Brasil, y pretende dejar fuera del presupuesto de la nación la millonada que prometió entregar a quienes le votaran, porque “ahora advierte” que con el gasto público regular no le llega.

La tercera pata del banco la aporta Cristina Kirchner, condenada por corrupción y apoyada también por López Obrador y por el gobierno español, cuya vicepresidenta -igualmente de izquierda- viajó a Argentina para solidarizarse con la ahora convicta. En conclusión, las izquierdas se asocian y apoyan entre sus dirigencias políticas al estilo corporativista de la tradicional internacional socialista. Y es que lejos de descartar, como hacen muchos, ese discurso de "izquierdas y derechas", pareciera ser que está más vivo que nunca, y determinadas situaciones lo ponen de manifiesto.

Cada vez es más visible la existencia de una explícita red político-ideológica global -siempre la hubo- que aglutina un liderazgo capaz de criticar no importa qué cosa del contrario mientras impunemente acoge a dictadores y delincuentes con asombroso descaro, y sin mucho rubor, en tanto promuevan sus intereses. Hay que subrayar que, hasta el momento, se libra de toda esa complicidad el régimen chileno, igualmente sostenido por una coalición de izquierdas, pero con una madurez y sensatez digna de estudio sociopolítico, y cuyo presidente -Boric- ha actuado con un grado de responsabilidad que es necesario reconocer y destacar. Otros países, más descarados y con menos peso internacional, como lo son Cuba y Nicaragua, los sacan o incluyen en el club en la medida que interesa, sirve a sus propósitos o no enojan demasiado a las grandes potencias.

Se constata que, efectivamente, hay una “teoría de complot ideológico”, basada en una realidad más visible y evidente que ya no se niega. Una región con Maduro, Petro, Kirchner, Lula -más Ortega y Díaz-Canel- y otros personajes, y con unos EE.UU. cuyo régimen pugna entre moderados y radicales demócratas, el futuro de América apunta a una consolidación del poder de China y Rusia, y una vuelta al manoseo de décadas pasadas. 

Pareciera ser que como región estamos condenados al fracaso. Eso sí, con anuencia del democrático y libre electorado.


lunes, 5 de diciembre de 2022

¿Quién ganará?: fútbol y elecciones

Lejos de predecir el panorama electoral es mejor ofrecer parámetros para que cada uno emita su voto libre y responsablemente

Conversar unos minutos con alguien conduce a responder la pregunta que todos hacen: ¿quién ganará las elecciones del próximo año? Es más fácil imaginar quién triunfará en el mundial que señalar al político o el partido que alcanzarán el poder en el 2024. En el país de las bolas, pareciera haber desaparecido la más importante: la bola de cristal.

Un sistema solo genera que aquello para lo que fue diseñado, y el electoral se estira hasta donde lo permite su ajustado corsé, que no es mucho. Después de que la corte de constitucionalidad negará el amparo interpuesto por el CACIF, seguirá siendo imposible hacer campaña política antes del banderazo de salida. Es un absurdo que en política se impida hacer campaña permanentemente y no se permita conocer a los posibles candidatos y sus propuestas en detalle mucho antes de ese corto tiempo que la ley permite.

De casi treinta partidos inscritos -con previsión de que lleguen a cuarenta- es presumible que apenas pueda nombrar tres o cuatro posibles candidatos. Los demás están en la sombra porque no pueden exponerse a ser bloqueados por campaña anticipada. El absurdo legal se explica solo, pero acostumbrados como estamos a desenvolvernos en un sistema fantoche, no llama la atención más que otras estupideces legales que estoicamente soportamos.

Llegaremos al preámbulo electoral y entonces candidatos y partidos comenzarán a darse a conocer, lo que será imposible con el ceñido espacio que marca la ley, tanto en tiempo como en presupuesto, porque el sistema está hecho para dar ventaja a los conocidos. El resto, deberán posicionarse para dentro de cuatro u ocho años, y así estar en esa parrilla ventajosa de salida que configura la norma.

Cuando me preguntan quién ganará las elecciones, creo que por primera vez la respuesta es más difusa que en pasadas ocasiones. Lejos de predecir el panorama electoral -como aquel pulpo hiciera con un mundial de futbol- es mejor ofrecer parámetros para que cada uno emita su voto libre y responsablemente, lo que no es poca cosa. Al igual que en el mundial, no hay que tener únicamente nombre y fama, sino que es preciso anotar el día del partido. Todo lo demás es estadística.

Averigüe sobre los candidatos, mire de qué han vivido los últimos diez años y si ejercieron una profesión noble y correctamente. Pregúntese de dónde sacan el dinero que les permite ejercer como político sin trabajar en otra cosa y analice si el nivel de vida se corresponde con los ingresos. Relájese y ponga la canción “despacito” y al ritmo que le marque, léase el proyecto político que proponen. Si no está disponible, ignore esa opción porque no es la adecuada. Indague sobre los diputados que incluyen en sus listados, y vea cuántos han sido condenados o procesados; deseche la opción cuando encuentre alguno de ellos.

Si hizo todo lo anterior, seguramente se formará un criterio de las opciones convenientes. Vote por el partido o la persona que responda a esa calidad de perfil que nos merecemos. De lo contrario vote nulo, a pesar de que digan que no sirve para nada porque le están mintiendo. Usted es el encargado de marcar el gol del triunfo, aunque nadie se lo espere y las probabilidades señalen a otro como favorito. Su voto es crucial y contribuirá a la victoria que merecemos. No falle el penalti, porque nos condenamos a cuatro años más de espera. 

Por si le sirve de referente, en la China de Xi Jinping y en Irán los ciudadanos confrontan a sus gobiernos y logran resultados ¡La idiosincrasia de los pueblos, y su destino!


lunes, 28 de noviembre de 2022

Dictaduras consentidas y legalizadas

Las dictaduras existen porque las democracias lo consienten, y las legalizan con su actitud permisiva y condescendiente.

El régimen catarí es un emirato hereditario cuya falta de democracia ha sido especialmente expuesta a partir del presente mundial de futbol. Sin embargo, eso se sabía cuando la FIFA eligió el lugar como sede, y en aquel momento, seguramente, se debatió la falta de libertades que allí se observan. A pesar de todo, quienes votaron, ignoraron la importancia de los valores y principios democráticos en la toma decisiones. 

En estos días -con beneplácito norteamericano- se presiona a Ucrania para que negocie con Rusia, mientras México abre las puertas como sede para que el gobierno venezolano y la oposición se sienten a desbloquear unos miles de millones de dólares congelados en bancos extranjeros. Casi simultáneamente, el presidente Petro pacta con una facción de la guerrilla colombiana para que deje de matar. De la situación abusiva en Nicaragua, El Salvador o del histórico cubano, ni se habla.

Las dictaduras existen porque las democracias lo consienten, y las legalizan con su actitud permisiva y condescendiente. Frecuentemente excusan a los dictadores para que formen parte de un sistema democrático que decide por mayoría y consenso, excepto en sus países de procedencia. Validan que se sienten en mesas de negociaciones y formen parte de instituciones internacionales cuyos modelos de diálogo ignoran en sus respectivas naciones. No obstante, cuando esas dictaduras protegidas dejan de ser útiles a los promotores de turno -grandes potencias- la historia nos muestra que se dejan caer o se destruyen. Irak e Irán puede ser buenos ejemplos o las centroamericanas de los setenta y ochenta.

El liderazgo político internacional no tiene ningún pudor en estrechar la mano de Maduro -el presidente francés lo hizo recientemente- o en asistir a tribunas deportivas a ver la selección de su país -el rey de España hizo lo propio- ignorando que en esos lugares asesinan diariamente a sus ciudadanos y, en el mejor de los casos, tienen restringidas muchas expresiones de libertad. 

El ciudadano común tampoco advierte el daño que representa ese tipo de actitudes permisivas para quienes sufren regímenes autoritarios. Y mientras se conmueve y con una mano dona fondos para luchar contra la represión de la comunidad LGTBQ, proclama en Twitter la lucha por la igualdad de la mujer o la libertad de expresión, con la otra hace lo contrario, al permitir la presencia de dictadores en foros internacionales o validar regímenes que limitan expresiones de libertad, como el de Catar que acogerá millones de personas que “van al futbol” a un lugar con alto grado de despotismo y opresión gubernamental.

No deja de ser la expresión más evidente del fariseísmo político-social que vivimos, y del que formamos parte. Militamos intensamente en partidos de izquierda o derecha y apoyamos la democracia, en la medida que nos pica la espalda, pero desconocemos eso mismo en otros lugares sin que la conciencia nos alerte del daño que hacemos por omisión. 

Los regímenes autoritarios deberían ser desconocidos por esa comunidad internacional cuentista que mira sus intereses y menosprecia e ignora autoritarismos mientras no les afecten. Cuando quieren degradarlos, convocan ruidosas manifestaciones en pro de derechos humanos, de grupos o de minorías que, al poco tiempo, son obviados al sentarse complacientemente en foros internacionales con los dictadores que los generan.

Vivimos -así fue siempre- en un mundo enormemente hipócrita y de doble moral del que formamos parte activa o pasivamente, pero en el que nuestra actitud importa mucho. Sin advertirlo -o quizá si- consentimos muertes y desdichas por incoherencia con lo que pensamos, decimos y cómo actuamos.

Y es que arreglar el mundo requiere de más acciones y de menos palabrería.


lunes, 21 de noviembre de 2022

El sistema judicial a escrutinio

Personas sin principios que hostigan a otras sin memoria, con presiones, amenazas, anulación de visas, procesos, cárcel…

Rechazo categóricamente que cualquiera -mucho menos un juez- tenga que salir al extranjero porque se sienta perseguido, amenazado o no existan condiciones para ser investigado y juzgado. Condeno que una jueza se levante, tras emitir una sentencia condenatoria, y alborote el auditorio con manifiestas emociones. Ambas situaciones se han dado en este país, y el nefasto sistema judicial es la base gravitatoria de euforias y condenas. Se aplica la prisión preventiva -también la provisional- con alegría propia de desequilibrados rabiosos, vengativos, ávidos de sangre; razón de que la mitad de la población carcelaria esté en tales situaciones. Aceptamos plácidamente que muchos detenidos permanezcan encarcelados sin juicio por años, e incluso que, cómo en tiempos de CICIG, se publiquen -sin responsabilidad ni costo para el editor- listas de jueces a procesar o sean señalados por no tomar decisiones esperadas, se destituyan a fiscales generales o se hagan juicios sumarios mediáticos -con algarabía popular- por el parecer de la autoridad de turno.

Esas aberraciones jurídicas eran/son aplaudidas o condenadas por ciudadanos y grupos. Actualmente,  quienes celebran o rechazan, invirtieron sus reclamos o alegrías de hace unos años, en virtud de una singular ley pendular. Nos movemos, penosa y velozmente, entre extremos, y se invirtieron los actores, los críticos, los afectados y los protagonistas. Decidimos quienes son “buenos o malos”, “chairos o corruptos”, caen “bien o mal”, y sobre esos pueriles argumentos, evitamos una discusión seria sobre un sistema de justicia ineficiente que debe de reconfigurarse y basarse en valores y principios, y no en caprichos. No aprendemos nada, y así nos va. Lo importante es “la lucha personal” en lugar de buscar cómo establecer procedimientos y reglas claras que respeten la libertad, no juzguen ni condenen mediáticamente y estén sujetos a controles y no a influencias externas o de mercenarios internos. Hemos desaprovechado una oportunidad de oro para cambiar lo que no está sustentado en pilares institucionales sólidos. Pasamos de largo y nos fuimos al extremo opuesto, a la venganza. Antes se perseguía y ahora se sigue persiguiendo, y continúa en el ambiente aquello de “vengan y enfrenten a la justicia”. Personas sin principios que hostigan a otras sin memoria, con presiones, amenazas, anulación de visas, procesos, cárcel…

No superamos el manipulado y combativo discurso ideológico, el infructuoso debate o, según el bando, el odio/aceptación de militares que pudieron estar implicados en hechos delictivos durante el conflicto armado, y buscamos “la compensación” porque no hay guerrilleros que sufran idénticas consecuencias: quid pro quo. Nos destruimos desde tribunas filosófico-imaginarias, siempre inmorales, interesadas, desafiantes, demoledoras, y sobre todo inútiles. Somos incapaces de construir una sociedad porque seguimos enfrascados en el conflicto fratricida que mató a muchos y dejó el país anclado en el subdesarrollo, el autoritarismo y la lucha por el poder para hacer la voluntad propia. Frecuentemente nos damos baños de pureza o limpiamos el alma con el convencimiento de que todo va mejor y somos un país bendecido.

¡Al carajo los optimistas enfermizos! Somos un desastre social y no tenemos las agallas de reconocerlo ni de sentarnos con el opositor y, con la humildad necesaria, mirar el horizonte de la juventud en lugar de la línea de tiempo de vividores del conflicto o de desgraciados que siguen manteniendo el sistema podrido. Estamos abocados al fracaso, mientras nos recreamos en nuestras burbujas de miseria sin atender lo que advierte Sabina: “Hace tiempo que todo es mentira, hace tiempo que el mundo no gira a mi alrededor”. No entendemos que la sociedad es mucho más grande que el “yo”, y está más lejos que el ombligo.

lunes, 14 de noviembre de 2022

Ética para sordos y mu…los

El origen de un político sinvergüenza es el voto irresponsable del elector, no hay otra causa.

Si Cervantes despertara, seguramente se asombraría de ciertos inventos que no conoció y de formas y estilos de hacer las cosas que nunca vivió. Pasado ese momento, presumiblemente conversaríamos con él sobre cuestiones que han perdurado con el paso de los siglos: lealtad, decencia, respeto, valores, buen hacer, etc. Confirmaría posiblemente los consejos que en su momento dio -a través de don Quijote- a aquel Sancho que iba a ser gobernador de la ínsula de Barataria, y que resume en esta frase: “Del conocerte saldrá el no hincharte como la rana que quiso igualarse con el buey”.

Desafortunadamente la mayoría de los políticos no han leído a Cervantes ni a Henry Hazlitt en “Los fundamentos de la moral” o a Fernando Savater en “Ética para Amador”. De hecho, muchos no han leído absolutamente nada ni tienen intención de ello. Entre borrachos, narcotraficantes, ladrones, abusadores, mentirosos y otras lacras que integran el espectro político nacional, suman una ingente cantidad de inmorales parecidos a quienes sacaron a Sancho de su gobierno más que a aquellos virtuosos necesarios para el mismo.

Estamos en manos de “honorables” sin honor, de mafiosos con chaqueta y corbata -o vestido de marca- que toman decisiones trascendentes con absoluta inmoralidad, y expuestos a cualquier resolución caprichosa que adopten sin valorar cómo afecta nuestra vida y la de nuestros hijos. Personajes oscuros que no diferencian el bien del mal, y cuando lo hacen apuestan por el último. Analfabetos morales que ensalzan a Baco o despilfarran, sin consecuencias, dinero público en comidas pantagruélicas. En el fondo, no son más que el reflejo de una sociedad que ha perdido la decencia y la razón, además de los valores éticos mínimos. 

Optamos por narcopartidos, por delincuentes de cuello blanco, criminales condenados por narcotráfico o lavado de dinero, individuos de reconocida moral laxa, payasos, estafadores…, y aun así queremos que el sistema funcione, mientras echamos la culpa a otros de haberlos aupado al poder. Nos desentendemos de la responsabilidad de haberlos elegido, pero también de la de sacarlos cuando las circunstancias son, como en la actualidad, totalmente adversas. Entre todos, con silencio cómplice o acciones concretas, hemos conformado una sociedad sin valores ni principios, en la que el pillo tiene cabida y termina gobernando la “ínsula”. Somos reflejo de lo que el escritor Alberto Moravia sentenció: “Curiosamente los votantes no se sienten responsables del fracaso del gobierno que han votado”. 

El político es reflejo del ciudadano promedio. No es diferente a quienes diariamente nos cruzamos en la calle, y únicamente accede al poder con nuestra aprobación o mutismo. El origen de un político sinvergüenza es el voto irresponsable del elector, no hay otra causa. Con más de veinte partidos políticos en cada proceso electoral, y con el voto nulo como opción en el del pasado 2019, seguimos con esa dirigencia desnuda de principios y valores morales. Consentimos a quienes descaradamente roban dinero público, se emborrachan y dan un espectáculo deplorable, aparecen rodeados de mujeres desnudas, se reservan una plaza en el hospital militar mientras compatriotas mueren de COVID sin acceso al mismo, instalan regaderas o sillones de lujo en su oficina, gastan exorbitantes sumas en comidas y bebidas, se divorcian para ser candidatas, se relacionan con narcotraficantes…, y no movemos un solo dedo para que eso cambie. 

Al final la pregunta es inevitable: ¿no será que nos parecemos demasiado a ellos y no queremos admitirlo? Aquí es donde muchos se rasgarán las vestiduras, incapaces de hacer un acto de reflexión interna del por qué los consentimos y no los sacamos de una vez por todas.

¡Incompresible!

lunes, 7 de noviembre de 2022

Carta a un Presidente equivocado

Dese cuenta -si es que quiere pensar diez minutos en su futuro- que todo esto acabará y usted será una pieza más de un ajedrez desechable

Recuerdo al Alejandro Giammattei, director de presidios, explicando cómo era aquel horror carcelario o al candidato que concedía entrevistas -alguna de las cuales me tocó moderar- y planteaba con seguridad y firmeza determinadas acciones políticas. También al acusado -luego absuelto- que se refugió en la embajada de Honduras frente a lo que consideraba una persecución política, incluso al escritor de “Relato de un injusticia” quien documentaba lo que ocurría en el interior de una prisión. Personajes diferentes con un denominador común: criticar el sistema político-judicial que le tocó vivir y padecer. Lo lamentable es cuando se tiene el poder para cambiar las cosas y no solamente se permite que continúen, sino que se perfecciona la maldad. Usted Presidente era, posiblemente, el más indicado -por sus experiencias- para modificar algo que no estaba bien -y sigue sin estarlo- y algunas de cuyas puntas de icebergs mencionó en campaña. Recordará aquello de cerrar el PARLACEN o disolver la SAAS, como dos ejemplos de mentiras emblemáticas.

Los Presidentes suelen quedar prisioneros de sus lemas. El de “la mano dura”, está encarcelado desde hace años y con un porvenir oscuro. Quién prometió ser “ni corrupto ni ladrón”, juramentó su cargo escondido en un hotel pasada la medianoche. Aquel otro de que la “violencia se combate con inteligencia”, fue condenado por su propia exesposa a duras vicisitudes: soledad, descrédito, procesamiento y abandono. Permítame que le refresque la memoria porque usted dijo que no quería ser recordado como “un hijo de puta más”, y deduzca lo que ocurrirá ¡Para qué seguir con los ejemplos!

Dese cuenta -si es que quiere pensar diez minutos en su futuro- que todo esto acabará y usted será una pieza más de un ajedrez desechable por quienes realmente gestionan el poder desde la sombra. Si cree que disfrutará en casa del amor de sus hijos, nietos, pareja o amigos, permítame que le somate el horizonte: eso no pasará. Al contrario, será sacrificado -como todos- en beneficio de aquellos que desean sustituirlo, y no crea que son pocos. Su actual entorno dejará de serlo el 15 de enero, o incluso antes, y lo que ahora consigue con una llamada dejará pronto de ser posible porque nadie le atenderá el teléfono. Quienes dicen quererlo y ser sus amigos, tenga por seguro que tomarán derroteros muy distintos a los que usted puede imaginar ahora. Amigos, lo que se dicen amigos, solo aquellos que le ponen las verdades delante, a pesar de que pueda encolerizarse, porque la verdadera amistad está por encima de los sentimientos.

Tiene la oportunidad, no de cambiar -sería mucho pedir- pero sí de recobrar la consciencia perdida e impedir que gentuza de su entorno siga enlodando el país y avocándolo a un futuro más miserable. Usted tiene hijos, aunque no es el único; pareja, pero tampoco es una excepción; y desea un mejor para el país, justamente como todos sus compatriotas: detenga el despojo político, social, religioso, económico y judicial que están llevando a cabo algunos de sus conocidos y consentidos.

Acepte o desconozca este mensaje -seguramente otros le han comentado lo mismo- pero apueste por salir a tomar un café dentro de unos años y que al menos lo ignoren sin insultarlo; que sus hijos se sientan orgullosos de un padre con errores que supo tomar decisiones sensatas; que pueda dormir tranquilamente sin que la conciencia lo atormente. Le quedan años de vida o quizá meses -como a todos- pero nada es comparable al horror de la soledad de unos minutos de introspección.

¡No sea kamikaze, el primero en morir -y muchas veces el único- es uno mismo!

Se abrió paca: las ofertas populistas

Si se deja engañar es porque usted quiere, porque no presta atención ni analiza, o quizá porque cierra los ojos a una realidad imperante

Prepárese porque llegan las ofertas navideño-electorales. Ya hay candidatos, algunos suspendidos por el Tribunal Supremo Electoral, que les prometen el paraíso en la tierra, a la espera de que los voten creyéndose las mamarrachadas que les aseguran.

El Presidente incrementó un 10% el monto total de las pensiones de los beneficiados del Régimen de Clases Pasivas del Estado. Es evidente que con la euforia de quienes se ven favorecidos pretende animar el voto venidero y genera una suerte de clientelismo, al margen del beneficio que pueda suponer para grupos mal pensionado. El debate no es sobre la cantidad ni en relación con el apoyo que representa, sino el momento oportunista de hacerlo.

Por su parte, el suspendido Roberto Arzú se despacha en sus redes así:  “Con solo 377 quetzales al mes, la casa digna que tantos (sic) has soñado, será tuya”. Suponiendo que la tal casa no tenga los remiendos de la frase, hay que hacer números para ver que ofrece. Si usted paga Q377 mensuales -como le propone- y lo hace durante 30 años, a una tasa de interés del 4% -algo inaudito en Guatemala-, podrá aspirar a una vivienda de Q80 mil al precio actual ¡Algo así como aquellas famosas casas Baldetti! No nos detengamos mucho en analizar el porcentaje de interés ni hablemos de que seguramente no dispondrá del enganche o de otras cuestiones, salvo que el Estado “se lo pague todo” a costa de otros que suele ser la fórmula mágica de algunos. Desconozco si ese tipo de vivienda será su sueño y aspiración -como indica- pero sería bueno que el aspirante Arzú nos informará del lugar en que vive y si está dispuesto a adquirir una de sus “ofertas” para él y su familia, tal y como ofrece a los votantes.

La tercera pata del banco la puso el partido Semilla con su propuesta de sacar al CACIF de las representaciones que le otorga la constitución -una- y otras leyes. La justificación fue que hay que terminar con el corporativismo de ciertos grupos -lo que puedo compartir- pero se olvidó mencionar que quien más representaciones constitucionales tiene es la USAC -a la que no aludió cuidándose las espaldas del enojo de sus egresados- ni tampoco criticó y comentó el mayor corporativismo de otras instancias: ejército, jueces, colegio de abogados, bancos y otros diversos grupos. Es decir, no ponía sobre la mesa el corporativismo tal y como pretendían hacer ver, sino el CACIF grupo que sirve de escudo ideológico para cierto sector político y que genera las pasiones electorales que buscan quienes interesadamente lo utilizan.

El último personaje por citar es el “doctor” Baldizón. En sus redes -en tercera persona, como los grandes- dice: “El Dr Manuel Baldizón, planifico e invirtió su tiempo y esfuerzo en buscar el desarrollo y empleo para nuestro pueblo a través de la industria de turismo, la cual es hoy en día una gran fuente de ingreso y divisas para Guatemala, generando empleo y desarrollo”. Olvida el don -y pretende que olvidemos los demás- su condena en USA por lavado dinero, aunque explicará que lo hizo por “el bien del país, de los guatemaltecos y de las personas de la tercera edad” de las que “tanto se preocupaba” mientras blanqueaba dinero mal habido ¡Qué canalla y desvergonzado!

Así que ya sabe, si se deja engañar es porque usted quiere, porque no presta atención ni analiza, o quizá porque cierra los ojos a una realidad imperante: la proliferación de políticos mañosos y embusteros que se encuentran en todo el espectro político.

lunes, 24 de octubre de 2022

Estoy saturado de estar harto

Muchos estamos hartos, pero como buenos esclavos, como felices súbditos, como lacayos, se nos nota poco y sonreímos a una miserable vida

Estoy cansado, decepcionado, desilusionado, podrido de la política nacional y regional, y de la poca calidad y escasa ética de la mayoría de los políticos. Repetimos constantemente lo de siempre, reflejo del pasado reciente, de nosotros mismos. Somos una bandada de papagayos quejumbrosos incapaces de levantar el vuelo, mientras aleteamos desde las ramas sin atrevernos a abandonarlas.

Estoy cansado de que el servicio exterior se llene de amigos, amantes y parientes que pasan del anonimato a cónsules, por el hecho de ser familiar de una “narcodiputada” o hijo de una verdulera y rústica televisiva. Extenuado de que el dinero público lo roben con abierto descaro y hundan el país un poquito más cada día. Furioso de ver cómo los magistrados de la Corte Suprema prolongan sus cargos con socarrona burla de quienes se sienten intocables. Podrido de ver despilfarrar alegremente dinero en componer himnos que nadie entonará o en una “marca país”, y que solamente servirán para estimular el ego de quienes lo promovieron desde sus cargos. Asqueado por el gasto millonario que diputados y otros taimados de la farándula política se recetan en seguros médicos, indemnizaciones, bonos, comidas, bebidas y combustible, mientras tenemos uno de los índices más altos del mundo en desnutrición infantil. Encolerizado porque se paguen jugosos salarios a jueces, magistrados, diputados, alcaldes y al binomio presidencial, para que constantemente muestren su incapacidad, falta de coraje, ineptitud o no den la talla en la resolución de los asuntos de interés público. 

Estoy realmente derrengado de que narcotraficantes, lavadores de dinero y delincuentes similares ocupen puestos en el Congreso o aspiren siquiera a ello, pretendiendo mutar su condición de criminal confeso o inútil manifiesto a “honorable” diputado. Exhausto de que esos vagos nos vean diariamente la cara y se rían de nosotros, mientras apenas nos queda tiempo para estresarnos en el tráfico, trabajar y mantenerlos. Hasta las narices -y más abajo- de extremistas y mercenarios de fundaciones que promueven continuamente violencia, mientras apuñalan mortalmente al país. Empalagado de sindicalistas depredadores que negocian sin escrúpulos bajo la mesa, mientras condenan a cientos de miles de niños a un terrible futuro. Abrumado de sostener un sistema ineficiente que pagamos carísimo. Molesto con farsantes que usan el nombre de Dios para justificar sus pérfidas acciones. Hastiado de que nuestros hijos y jóvenes no puedan obtener un puesto por méritos sin tener que acudir al favor del mandón de turno. Irritado de esperar meses para obtener un pasaporte. Cabreado de que la mayoría de las denuncias únicamente sirvan para formar parte de estadísticas de casos no resueltos. Exasperado de no poder caminar por las aceras sin tropezar, de que las calles se inunden cuando llueve, de que los tragantes no recojan las aguas, de los taludes que se caen, de los hoyos en las carreteras, de que se desmonte el país a puchitos. Estoy enfadado, endemoniado, ofendido, lastimado…, me repugna la situación nacional.

Muchos estamos hartos, pero como buenos esclavos, como felices súbditos, como lacayos, se nos nota poco y sonreímos a una miserable vida que nosotros mismos nos otorgamos con silencio y parsimonia. Sin embargo, no estoy lo suficientemente cansado ni mucho menos agotado para no denunciar, evidenciar, condenar, luchar y pelear contra ese hatajo de delincuentes que mantienen el país en condiciones de miseria y nos condenan al fracaso.

Si nace en un mundo en que no encaja es porque ha nacido para ayudar a crear uno nuevo, así que espero que usted también tenga energía, pero sobre todo que la saque en algún momento, antes de que por conformismo sea demasiado tarde para todos.

lunes, 17 de octubre de 2022

Psicópatas con banda presidencial

Creo que hemos establecido una especie de relación de dependencia tóxica con trastornados mentales que llegan al poder.

En un reciente seminario sobre información, periodismo y desinformación,  los presentes “advertimos” que hay un eje transversal en todos los países centroamericanos: la canalla. Nos hemos acostumbrado a que, cada vez más, los gobernantes pertenezcan a ese selecto club de mafiosos sofisticados, y ningún país de la región se escapa. Un populista deslenguado en El Salvador; un desquiciado violador en Nicaragua; un mentiroso compulsivo en Guatemala, una oportunista radical en Honduras y, a pesar de ser los dos países más punteros, tampoco se libran Costa Rica y Panamá. En charlas de sobremesa, se llega fácilmente a la conclusión de que cualquier ciudadano de origen, incluso con alto grado de idiotez o genéticamente predispuesto para la delincuencia o la locura, puede llegar a ser presidente de alguno de estos países; no hay normas para excluirlos.

Las exigencias constitucionales son pocas y además, la ciudadanía, tan contaminada como el propio liderazgo político, los ensalza, aclama y elige. Una especie de círculo pernicioso de estupidez humana en su grado superlativo que hace que nos embelesemos con esos personajes, los sigamos e incluso adoptemos sus formas. Nunca entendí muy bien ese afán de acercarse y fotografiarse con el liderazgo político y querer aparecer a su lado -como si fuera algo necesario o trascendente- pero mucho menos entiendo que se les vote.

Creo -esto requiere una fina interpretación psiquiátrico/psicológica- que hemos establecido una especie de relación de dependencia tóxica con trastornados mentales que llegan al poder. Ya no son ladrones, chantajistas o manipuladores, sino psicópatas, histriónicos, obsesivos-compulsivos o narcisistas, y la mayoría de ellos, seguramente, no superarían una evaluación médica básica sin que les fuera detectado alguna de esas chifladuras, o quizá otras muchos más graves.

Me da que no son conscientes de que matan, empobrecen o condenan de por vida a millones de personas, y tampoco parecen ser capaces de advertir que hay normas éticas en todos los aspectos de la vida, y la política no es diferente. Simultáneamente, son aplaudidos por un masa indolente de ciudadanos que los aúpa al poder, y de esa cuenta las elecciones libres y soberanas -como suelen ser la de la mayoría de los países centroamericanos, excepción de Nicaragua- los conduce democráticamente al sillón del que nunca piensan levantarse una vez se encaraman en el poder.

No es únicamente un tema judicial sobre corruptela o crimen organizado, sino algo más profundo y patológico. No podemos seguir eligiendo enfermos mentales -con diferentes manifestaciones- para que gobiernen con esas preocupantes formas y eso depende, en gran medida, de una ciudadanía responsable. Una vez en el poder son difícilmente reemplazables y lo que comenzó con robo de dinero público finaliza con torturas, acoso, encarcelamiento, expulsión de ciudadanos del país y condena de generaciones por años. Quizá alguien pueda verse reflejado en este triste contexto en cualquier otra parte del mundo, sin embargo es difícil encontrar una región tan pequeña y compacta -como la centroamericana- y que todos padezcamos este flagelo.

Las revoluciones violentas no tienen mucha cabida en un mundo moderno porque el ciudadano no está dispuesto a sacrificar ciertas cosas, a pesar del costo que representa la pasividad. Sin embargo,  hay formas, como el voto responsable, que suelen ser suficientes la mayoría de las veces para evitar que estos desequilibrados lleguen al poder. La protesta pacífica también es una herramienta de gran valor, así como la denuncia pública permanente y el rechazo público. Lo que no es de recibo es continuar con esa indiferencia en la que en cada instante perdemos terreno, a pesar de que ya sabemos en dónde terminaremos.

lunes, 10 de octubre de 2022

Tiempos muy recios

Los ciudadanos, sumisos y cabizbajos, irán en modo zombi a las urnas desechando el voto nulo porque les convencerán de que no sirve

Dilema es una situación en la que hay que elegir entre dos opciones, y en este país nos creemos muy buenos para resolverlos. De hecho, en cada confrontación electoral se presenta uno en el que es necesario optar por lo menos malo. En las elecciones 2015 se sacó de la contienda a Baldizón (3º), Giammattei (4º) y Zury Ríos (5ª) y pasaron a la segunda vuelta Sandra Torres y Jimmy Morales. El dilema se resolvió designando al segundo para evitar a la primera, y sabidos como se las gasta Torres -porque gobernó de hecho- optamos por una nefasta solución: Jimmy.

Sin embargo, no aprendimos nada de aquello y en 2019 -chispudos que somos- pasamos a segunda vuelta a Sandra y a Giammattei -desechados años atrás- y bajo esa lógica de elegir al menos malo, optamos por el segundo quien resultó peor que el Morales de 2015. El año próximo estaremos en un dilema similar, optaremos por el/la menos malo/a, y posiblemente elijamos al peor, como es tradición en esa ecuación matemático-social consolidada en los últimos tiempos.

Para aderezar esa sinrazón a la que nos hemos resignado, y sobre la que comentamos con absoluta displicencia, hay que incluir en el proceso otros ejes transversales que lo pervierten y contaminan todavía más, si eso es posible. Desde hace años el club de mareros políticos del país advirtió que lo importante y rentable no es llegar al poder, sino manejarlo desde bambalinas. Mario Estrada -preso en USA-, los Alejos -el diputado y el “farmacéutico”-, Reyes Lee y otros, prefirieron manipular a monigotes y universidades desde la sombra, y así contar con una fuerza vendible y negociable en cuantas más votaciones mejor, para así rentabilizar la permuta. Vemos también a Portillo y Baldizón -¡hombres de negocios políticos!- haciendo lo propio con esta suerte de procedimiento mañoso. Después de salir de prisión en USA y ser deportados, organizan, fundan, sostienen y promueven partidos políticos con la finalidad de contar en el Congreso con cierto número de diputados que puedan sumar a determinadas minorías que requieren ser mayorías para tomar decisiones lo que encarece la transacción que todos pagamos. 

Se ha consolidado esa forma de proceder y no es tan importante quien llegue al poder como quienes lo sostengan. En el gobierno de la UNE y posteriores, se detectó un grupos de mafiosos -civiles-militares- y por lo menos desde ahí, han seguido apuntalando los sucesivos gobiernos. Por lo tanto, no parece tan importante resolver el dilema electoral del 2023, sino intentar predecir cómo lo resolverán ellos desde la sombra.

Desconozco si no vemos lo que ocurre o no queremos verlo, pero la forma consolidada de operar indica que la discusión sobre la presidencia se dará en las catacumbas del poder y al final ganarán quienes decidan “las voces del silencio”. Los ciudadanos, sumisos y cabizbajos, irán en modo zombi a las urnas desechando el voto nulo porque les convencerán de que no sirve, y volverán a elegir al menos malo que siempre resulta ser el peor de todos. Luego vendrán cuatro años de queja, y a repetir la carajada, mientras los jugadores de ajedrez, muchos de ellos socios del club del brazo en cabestrillo, darán declaraciones estruendosas y se ofenderán por lo mal que fueron tratados y las injusticias que padecieron, al tiempo que degustan delicados platos y finos licores en restaurantes lujosos que les permite su libertad condicional y facilita el dinero distraído del presupuesto o producto del sofisticado chantaje.

Estamos a las puertas de volver a joderla, y no sé si despertaremos para entonces o seguiremos profundamente anestesiados, y en la inopia.

lunes, 3 de octubre de 2022

Ciudadanos y parias, aunque de origen

Policías y militares mueren o arriesgan la vida por sus compatriotas, mientras se les niegan el derecho a participar en referéndums

Pocos son los países que impiden a ciudadanos de uniforme -militares y policías- ejercer su derecho al voto en procesos consultivos. De hecho, es una mala práctica que muestra profunda intolerancia, discriminación, falta de comprensión de la democracia e inobservancia de derechos humanos. Aquí, sin embargo, más anclados en un pasado anacrónico y rencoroso que en un futuro moderno e integrador, se sigue aplicando esa ridícula norma y el ciudadano uniformado es tratado como un paria- al que, por cierto, se le exige defender al ciudadano “de primera” cuando esté en situación de singular peligro ¿Hay algo más absurdo en el diseño? Policías y militares mueren o arriesgan la vida por sus compatriotas, mientras se les niega el derecho a participar en referéndums y otras formas de consulta popular. 

A pesar de lo descrito, resulta preocupante que no haya partido político alguno u organización de defensores de derechos humanos que aboguen por la observancia de ese derecho para los colectivos citados, aunque se rasgan permanentemente las vestiduras por cuestiones similares. Tampoco habrá visto preocupación en la PDH o en aquellas instituciones que continuamente -y con razón- denuncian la discriminación y el racismo en ciertos colectivos, ignorando que una parte importante de militares y policías pertenecen a los distintos grupos éticos que conforman el país. Un absurdo más de estos reclamos parcializados e interesados, de esa militancia ideologizada, cegata y focalizada que huye de principios generales y de políticos que no entienden absolutamente nada de valores democráticos, aunque se calienten sobre las tarimas con discursos grandilocuentes para turbar la mente de seguidores autómatas.

Hay quienes, absurdamente, esgrimen el argumento de que la prohibición existe porque podrían votar disciplinadamente y favorecer a algún candidato, lo que representa un absoluto desprecio a la voluntad individual de cada uniformado o magnifica la capacidad del jefe de incidir en sus subordinados. Ahora bien, de aceptarse tan pueril argumento, habría que prohibir votar a los abogados, que son más y sostienen muchas más mafias, a los sindicalistas de educación y salud que “obedecen” a sus liderazgos chantajistas, a las autoridades de la USAC que se conciertan desde múltiples comisiones políticas o a colectivos similares que tienen sumido el país en un profundo hoyo de miseria y desgracia. En fin, un absurdo seguir con esta línea de razonamiento.

Llevamos años en un silencio conformista -como en otras muchas cosas- que no es visibilizado por nadie porque la mayoría prefiere permanecer cómodamente instalado en ese espacio de lo políticamente correcto, de la situación acomodada, del debate que no provoca críticas, y prefiere no disentir de la opinión mayoritaria o que provoque escozor  ¡Que jodidamente hipócritas somos y cuan cómodos estamos con serlo!

La realidad es que se nos llena la boca de denuncias y proclamas contra la discriminación, la inobservancia de derechos humanos, el racismo, el arbitrario ejercicio del poder..., pero seguimos sin ver la paja en el ojo propio. No solamente aplaudimos un sistema discriminador con ciudadanos de primera y de segunda clase, al clasificarlos como de origen y naturalizados, sino que entre los de origen -particularmente a aquellos que están en los lugares de mayor riesgo y fatiga- condenamos a ciertos grupos a no ser siquiera ciudadanos, con un conformismo y una pasividad que nos debería avergonzar, porque muestra un profundo analfabetismo democrático, muy alejado de los principios que rigen en la mayoría de países occidentales. Definitivamente no hemos superado el odio, el conflicto y la venganza, y tampoco hacemos mucho por ilustramos en principios elementales de ciencia política, convivencia humana y respecto a los derechos individuales.

¿Y así queremos progresar y desarrollarnos? ¡Venga ya!

lunes, 26 de septiembre de 2022

Guatemala se cae, se hunde…, se deshace

Construimos una sociedad conformista, congraciada, resignada, silenciosa, de papel, que agacha la cabeza a modo de pedir perdón

Se acaban de conmemorar 201 años de Independencia. Entiendo, apoyo y celebro aquella ruptura del cordón umbilical -o de las cadenas- con el dominio colonial. Sin embargo, en 201 años de autonomía no hemos sido exitosos en sacar al país del fondo del abismo en desarrollo, salud, educación, hambre, criminalidad, corrupción, robos, mal manejo de fondos, ausencia de ética política y, en general, de apatía por la vida en común. Ni en eso de correr con las antorchas mejoramos, y seguimos poniendo en peligro a escolares que valoran más la costumbre sociocultural que la realidad que deberán vivir por falta de construcción de un Estado mínimamente eficiente. La independencia conlleva responsabilidad, y la celebramos poco, si es que tenemos claro que hay que asumirla.

Doscientos un años de inútil paciencia. Millón y medio de jóvenes de menos de 20 años afectados por el hambre de distintas maneras; miles de muertos anualmente por homicidios y accidentes de tráfico; decenas de miles de menores de edad embarazadas anualmente; centenas de miles de estudiantes sin haber podido asistir por años a malas escuelas; indicadores institucionales en los que afirmamos preferir regímenes autoritarios con tal de que nos arreglen los problemas; 60/70% de economía en la informalidad que exige derechos pero huye de responsabilidades; una población dividida y cada vez más polarizada; una única -por tanto monopólica- universidad estatal más preocupada por la política que por la educación; una Corte Suprema de Justicia que lleva en su puesto tres años de más porque no cumple la ley; extorsiones millonarias de maras a negocios y empresas, especialmente de bebidas y comidas; una justicia que apenas resuelve el 10% de los casos; sindicatos depredadores del presupuesto nacional; un Congreso, una Contraloría, un Ejecutivo, en los que nadie confía… Construimos una sociedad conformista, congraciada, resignada, silenciosa, de papel, que agacha la cabeza a modo de pedir perdón, mientras se avienta en redes detrás del anonimato porque dice tener miedo no sé muy bien de qué, mientras espera que los problemas sean solucionados por cualquier “superhéroe” en forma de populista o dictador, aunque la historia demuestre que luego se arrepiente por décadas.

Más de dos siglos para mirar a nuestros hijos a la cara y justificarnos con que la culpa la tuvieron los españoles, la revolución del 44, la CIA en el 54 o los 36 años de conflicto armado, que para ellos queda tan lejos como la era de los dinosaurios. El país literalmente se hunde: deslaves, hoyos, agujeros, taludes que se caen, políticos depredadores…, y carecemos del valor y del coraje para enfrentar situaciones, personas y momentos que nos toca vivir, mientras dejamos a nuestros hijos un país parecido al de hace 201 años. Seamos sinceros una vez en dos siglos, y asumamos la culpa de nuestra falta de preocupación e ineficacia. 

Me sorprende que después de 201 años persista el enfermizo optimismo de seguir autocomplaciéndonos y aplaudiendo lo bien que lo hacemos, sin aceptar realidades que, en otros lugares, escocerían el alma y levantarían pasiones ¡Aceptemos que no somos independientes de nosotros mismos!

¿Cuántos de ustedes han mirado a su prole a la cara para intentar explicarles lo jodidamente mal que estamos, y las razones de ello? Yo intento hacerlo con la mía, pero también con muchos alumnos, y me avergüenzo de no tener las respuestas adecuadas sobre el futuro que les depara esta sociedad “independiente y soberana”. Todavía algunos reprochan ver el “vaso medio vacío”, en vez de medio lleno, sin advertir -por causa de esa ceguera optimista y acomodaticia- que hace años que no hay líquido, pero tampoco vaso

lunes, 19 de septiembre de 2022

Nayib Bukele, un populista de manual

Bukele promete todo lo que muchos ciudadanos descontentos quieren escuchar, y es idolatrado sin advertir las consecuencias de su irresponsabilidad 

Durante la conmemoración de la Independencia de El Salvador, el Presidente Bukele anunció su intención de reelegirse, aunque al igual que Chávez negara en su momento que lo intentaría. Lo hizo el día que la calificadora Fitch advirtió de una “situación de liquidez grave” en el país, pero también tras el fracaso en la implementación oficial del bitcoin -con altísimo costo económico y dificultad de acceso a financiamiento- y una vez con el control de los poderes legislativo y judicial, además del militar y policial. 

Bukele sigue un guion perfecto de cómo expandir un sistema populista al autoritarismo, del que derivará, como ocurrió en Venezuela y Nicaragua, una dictadura. Ortega fue más lento, más burdo, menos expresivo; a Bukele se le ve venir. Chávez tuvo dinero del petróleo, y lo aprovechó; este tiene serios problemas con las financias gubernamentales, y convenientemente distrae la atención. El salvadoreño es un mago en el uso de las redes sociales; el venezolano fue un encantador de serpientes con el uso del léxico, y la imagen. Todos ellos son producto de lo que el indicador Latinobarometro expresó hace meses, aunque pocos prestaron atención. En El Salvador, un 63% de los ciudadanos dicen aceptar un gobierno autoritario siempre que les solucionen sus problemas, superior a la media del 51% que es la de Latinoamérica (Guatemala tiene 57%). Hay muchas causas para elucubrar respecto del “fracaso del sistema democrático”, tal y como el informe indica, pero hay una que poco se debate porque requiere de una catarsis profunda que parece no asumirse. 

Terminados los conflictos armados internos o las dictaduras -según los casos- los ciudadanos pensaron que la democracia iba a solucionar mágicamente los problemas sociales y económicos. Se lanzaron a promover manifestaciones, protestas y marchas para exigir derechos: educación, salud, vivienda, medioambientales y otros, pero ningún político explicó que esas exigencias no son gratuitas -como venden muchos- sino que tienen un alto costo económico que deben de asumir, precisamente, quienes las reclaman. De otra forma: se consagran derechos sin hablar de responsabilidades, y la mayoría de los ciudadanos, generalmente poco educados cuando no analfabetas, repite el mantra de la gratuidad, que traducido significa: que lo pague otro, a quien identifican como “el Estado”, una especie de tótem que todos integramos. Es evidente que un modelo así genera frustración porque los servicios públicos no se activan por generación espontánea, sino que requieren financiamiento.

Bukele promete todo lo que muchos ciudadanos descontentos quieren escuchar, y es idolatrado sin advertir las consecuencias de su irresponsabilidad, y del costo que tendrá a futuro. Los salvadoreños parecen no haberlo entendido, y en unos años el “pulgarcito de Centroamérica” volverá a ser todavía más pequeño económica y socialmente, en el momento que se consume la dictadura que inicia. Cuando eso ocurra, tal y como pasa en Cuba, Venezuela y Nicaragua, muchos habrán sido asesinados, otros estarán en el exilio, el país económicamente destruido y los lamentos -tal como vemos en esos otros lugares- serán escuchados desde la distancia por quienes sustentan esa simpleza de “la voluntad del pueblo”, sin advertir que ni gobernante ni ciudadanos pueden vulnerar leyes o derechos de otros.

Seguimos sin entender lo que es la democracia y lo que puede dar de sí, y anhelamos que otros paguen aspiraciones sociales que políticos irresponsables convirtieron en derechos. Los chilenos, mucho más educados política, social y económicamente, han sabido parar un tren desbocado con el alto a las reformas constitucionales, mientras se toman un mesurado tiempo de reflexión. 

Una vez más, la educación y la cultura política hacen la diferencia en la ciudadanía, y en los países.

lunes, 12 de septiembre de 2022

“Quien muere de hambre es víctima de un asesinato”

¡Un millón y medio de niños y jóvenes padecen hambre o quedan gravemente afectados, y el silencio duerme contemplándolos!

Una sociedad que deja morir de hambre a parte de sus integrantes no tiene sentido, consciencia ni conciencia. La vida en sociedad justifica su razón, precisamente, en la búsqueda de la seguridad, y concretamente en la evidenciada por Maslow en el primer peldaño de su pirámide: la supervivencia. Esa es la razón por la que la mayoría de las constituciones, en sus primeros artículos, recogen la protección a la persona, la seguridad, la solidaridad o la dignidad humana; la guatemalteca también: “Artículo 1: Protección a la Persona. El Estado de Guatemala se organiza para proteger a la persona y a la familia; su fin supremo es la realización del bien común”.

Sin embargo, la realidad es que ocupamos el penúltimo puesto en América Latina en confrontar el flagelo del hambre. De 116 países -el resto no se incluyen porque no tiene ese problema- Guatemala es el número 79. Detrás, Venezuela, Haití y naciones africanas. “Solo” hemos necesitado 201 años de independencia para conseguir esos resultados ¿No nos da vergüenza?

Seguramente le llame la atención y hasta se indigne al conocer los datos, pero pregúntese: ¿por qué no sabía de eso? La respuesta es muy simple: porque en todas las encuestas y sondeos -antes o después de procesos electorales- los problemas que afectan a la ciudadanía son la seguridad, la economía, el desempleo o la violencia. En ninguno de ellos he visto aflicción por la desnutrición, el hambre o la muerte de menores por esas circunstancias. No está en el imaginario social, es un problema invisible -o invisibilizado- excepto, naturalmente, en grupos afectados en los que sus integrantes mueren o quedan dañados de por vida.

El Índice de Hambre Global 2021 recoge los datos indicados, pero también que la prevalencia en el retraso en el crecimiento- proporción de personas que sufren una enfermedad con respecto al total de la población en estudio-  es del 22.2% en la población menor de dos años y una media del 17% hasta los 20 años. Si hace los cálculos sobre las cifras de población que ofrece el Instituto Nacional de Estadística son más de 83 mil menores de dos años, a los que hay que agregar 1.4 millones hasta los veinte; un 8.7% de jóvenes del total de la población del país, del futuro ¡Un millón y medio de niños y jóvenes padecen hambre o quedan gravemente afectados, y el silencio duerme contemplándolos!

De nuevo han sido fundaciones de empresas privadas y ONGs las que luchan, con sus medios, para reducir este flagelo, y con mayor éxito que los programas de gobierno, dicho sea de paso. La deuda de 100 millones de dólares contraída hace unos años no ha solucionado nada, pero tampoco parece importar demasiado que debamos pagarla sin obtener resultados. Una especie de resignación a “lo Lula” cuando manifestó: “si fuera fácil resolver el problema del hambre, no tendríamos hambre”.

Sin embargo, la pasada semana se presentó uno de esos programas “Guatemaltecos por la Nutrición” de la Fundación Castillo Hermanos. Con medios móviles, fabricados específicamente para el proyecto, pretenden organizar campamentos móviles cercanos a determinadas poblaciones y atender ese problema, además de poder desplazarse a zonas colindantes y extenderlo. Una solución más barata y efectiva que las políticas, en el marco de ¡si se puede, pero cuando se quiere!

Es posible superar la desidia gubernamental -y social- como demuestran programas y acciones privadas, aunque da la sensación de que la miseria, la pobreza y el analfabetismo alimentan determinadas corrientes políticas o permean a sus integrantes. 

Una vez más el chavo del 8 tenía razón: ¡Cuándo el hambre aprieta, la vergüenza afloja!


lunes, 5 de septiembre de 2022

Mucho ruido y pocas nueces

En cualquier caso en Chile ha predominado la razón frente a un progresismo que permanentemente pretende desarticular principios democráticos

El título obedece a un dicho popular que significa que algo o alguien es solo apariencias pero no tiene contenido ni sustancia, y podríamos aplicarlo a lo ocurrido en Chile con el voto de la nueva constitución. Con casi un 62% de rechazo, los ciudadanos de uno de los países más exitosos de América latina -si no el que más-, han decidido no adopta una nueva propuesta constitucional, por otra parte incompresible, indigerible e impresentable. Un mamarracho producto de un recorta, pega y colorea de sugerencias de grupos progres, pero también de elucubraciones mentales de diferentes movimientos sociales emergentes; una especie de Frankenstein normativo. 

Se pretendía conformar un Estado ecológico, el voto obligatorio para mayores de edad -que debería ser un derecho y no una imposición- era voluntario para quienes tengan 16 o 17 años -menores de edad y fácilmente manipulables-, establecía la paridad y la alternabilidad algo que rompe absolutamente con la capacidad, la meritocracia y la propia democracia que no es más que la elección voluntaria de aquel representante que se desea, incluía el lenguaje políticamente correcto de “los y las”, con sus géneros respectivos, aunque únicamente binarios para los cargos, y otras cuestiones de difícil digestión. 

En cualquier caso en Chile ha predominado la razón frente a un progresismo que permanentemente pretenden desarticular principios democráticos ¿Cuántos se preguntarán ahora dónde se reflejan aquellas “multitudinarias” protestas sociales en las que se destrozaban o incendiaban buses y vagones de metro? Sin un solo incidente, una mayoría constatada y real de ciudadanos ha dicho “no”. Mucho ruido, pero pocas nueces, parece ser el refrán que resume este contrasentido, y es que hay mucha juventud manipulada -de ahí que deseen que los menores de 16/17 años voten- y demasiado adulto irresponsable, como muchos de los que agregaron párrafos a ese proyecto constitucional, ahora enterrado y ligado irremediablemente al futuro político del presidente Boric.

Las sociedades cambian a la velocidad que se lo pueden permitir y, además, esa evolución debe hacerse encuadrada en parámetros de suficiente racionalidad. La democracia no es, como algunos creen, el gobierno del pueblo ni de las mayorías, al menos en valor absoluto, porque la famosa frase está limitada por el respeto a los derechos de los demás. Vivimos en un mundo en el que se ha olvidado -porque la mayoría de los jóvenes no lo han vivido- que las dictaduras y los autoritarismos esclavizaron a muchas sociedades por años. El hecho de no referirse, por ejemplo, a Cuba como una dictadura y haber normalizado tanto lo que pasa en la isla como lo que ocurre en Venezuela, Nicaragua, Rusia, China y otros lugares, ha terminado por proyectar una imagen de que todo es permisible. 

Lo políticamente correcto pareciera haberse apoderado del lenguaje de los medios y de las redes, pero sobre todo de la severidad de la verdad, la que evitan en su crudeza para no ser vapuleado mediáticamente o condenado al ostracismo de la cancelación. En todo caso, el “no” al plebiscito chileno es un triunfo de la razón y de la libertad, y eso difícilmente podría haber ocurrido en otro lugar de América latina. Vean Argentina, el país vecino, como un ejemplo exactamente de lo opuesto.

Las sociedades deberían tomar nota, pero sobre todo asumir la responsabilidad y dar la cara en los momentos que es necesario. La idiosincrasia de cada grupo social hace que se proyecte en el tiempo exitosa o fracasadamente, y los chilenos han vuelto a demostrar al continente que cuando hay cultura política, razón, capacidad, responsabilidad, valentía y decisión, no hay asunto ni miedo que frene el paso adelante.


lunes, 29 de agosto de 2022

Implosión del sistema desde la legalidad

Considero que hay espacios dentro del marco legal para intentar cambiar las cosas, al menos antes de irse a la confrontación caótica

Creo no exagerar al afirmar que la mayoría de los ciudadanos guatemaltecos -vale para otros países- estamos hartos del sistema político. La rampante, progresiva y descarada corrupción, la depredación del presupuesto nacional, el atorado y atolondrado sistema de justicia, la falta de servicios sociales por falta de interés en hacerlos funcionar, las coimas y privilegios de los mafiosos de turno y, en general, el desastre nacional que hemos construido, y tolerado por años, nos frustra, enoja, aturde…

Muchos funcionarios se recetan un seguro privado de salud pagado con fondos públicos, en lugar de asistir al IGSS; los sindicatos pactan sin escrúpulos bonos, regalos, prebendas y extras para engrosar salarios artificialmente; los alcaldes se reparten fondos comunitarios por medio de empresas propias o de allegados para la construcción de obra pública; los diputados prorratean cuotas de poder en ciertas instituciones y las engordan con plazas fantasma para amiguetes y, en general, el Estado es una piñata que golpeamos continuamente, aunque nadie reconoce su culpa.

Los decentes aparentes -que cada vez quedan menos- se preguntan qué se pueden hacer para que esto no continúe, y suelen atender peroratas de filósofos políticos, sesudos analistas o conferencistas de esos que te elevan la moral a golpe de mensajes-fuerza. Sin embargo, cada cuatro años, y a pesar de toda la energía dilapidada, repetimos lo mismo y elegimos al “menos malo” que cada vez más es el peor de todos.

No soy partidario de la revolución fuera de la ley porque ofrece motivos al autoritario para aplicarte sangrientamente las normas que se eluden. No me gusta el estilo revolucionario-progre chileno de quema de buses, destrozos de edificios o peleas callejeras con la fuerza pública. Considero que hay espacios dentro del marco legal para intentar cambiar las cosas, al menos antes de irse a la confrontación caótica. 

En el caso nacional, la ley electoral y de partidos políticos introdujo la posibilidad de repetir elecciones con una porcentaje de votos nulos, y ahí puede estar la solución. Algunos consideran que no sirve para nada, versión que no comparto, porque nunca se ha experimentado. Lo que si se repite hace tiempo es elegir al menos malo y eso termina por costarnos demasiado, cada vez más. De esa cuenta, probar otra forma, aunque pensemos que no sirve, no nos hace perder nada, ya que estamos más que perdidos.

Si en las próximas elecciones usted no encuentra un partido político libre de mafiosos o delincuentes, en el que no haya exconvictos, acusados de corrupción, narcotráfico y crimen organizado o no se compromete firmemente a hacer cambios serios, sencillamente no lo vote, y vote nulo. Si la repetición electoral no arregla nada, al menos habrá intentado hacer cambios desde la legalidad, y no repetir lo de siempre que ya sabe cómo termina. Me preocupa -cada vez más- que, sin advertirlo, nos estemos embadurnando de un cierto conformismo que favorece a muchos de los que son contratados en el sector público quienes compadrean con los partidos por los que votan, y eso los hace cómplices de la situación que vive el país.

No se deje engañar. Si usted no hace algo -y acabo de presentarle una salida que puede funcionar- será cómplice de lo que venga, por guardar silencio, no participar activamente o acomodarse a lo que sabemos certeramente que será un desastre. Si ve candidatos honestos y aceptables, actúe en consecuencia, pero ha llegado el momento de ser ciudadanos responsables y no quejarse sistemáticamente sin haber probado soluciones legales diferentes para el necesario cambio -que las hay-, aunque considere que no son las mejores.

lunes, 22 de agosto de 2022

El empedrado camino al infierno

Da la sensación de que únicamente se utiliza el miedo como elemento selectivo para no asumir la responsabilidad que toca

Hay quienes machaconamente asimilan lo que ocurre en Nicaragua con lo que pasa en Guatemala. Afortunadamente estamos muy lejos del país de los Murillo-Ortega, y ellos lejos de Venezuela y a años luz de Cuba, dos sangrientas dictaduras olvidadas en esas comparaciones, porque han sido aceptadas por muchos como modelo político -especialmente la isla- y borradas como referente de autoritarismo y criminalidad estatal organizada.

De hecho, parte de quienes condenan la política nicaragüense -con toda la razón- se olvidan de señalar con igual intensidad a la cúpula de la iglesia católica y su falta de reacción frente a la persecución que los Murillo-Ortega hacen de sacerdotes y monjas. Piadosamente -con argumentos que justifican el silencio- conceden el beneficio de la duda al Papa Francisco porque “en su mejor inteligencia y actuar” la postura que mantiene “pretende evitar males mayores”. Olvidan las matanzas en la Alemania nazi, y la falta de actuación contundente de Pio XII. La justificación, por cierto, fue igual que ahora; el silencio similar, y los resultados son por todos conocidos. No actuó de igual forma, sin embargo, el polaco Juan Pablo II que confrontó directamente al liderazgo ruso, y con su decidida actuación en países bajo la influencia de la extinta Unión Soviética contribuyó a su desaparición. Quizá pese mucho que aquello casi le cuesta la vida, por haber enfrentado y afrentado a la cúpula comunista. Agreguemos que Juan Pablo II reprendió públicamente y suspendió al sacerdote nicaragüense Cardenal -devoto del teología de la liberación y de la lucha armada-, y el actual Papá Francisco lo rehabilitó ¿Choque de visiones?

Por esta subregión en particular, el silencio ha sido -y es- cómplice de innumerables crímenes. Algunas personas no denuncian por miedo y otras evitan nombrar directamente al comentar ciertas situaciones. No está bien visto señalar con el dedo a los corruptos, delincuentes, narcotraficantes o políticos mafiosos, porque te “juegas la vida” y, en definitiva, estas sociedades se mueven con el miedo entre sus pliegues, producto de conflictos pasados. Es cierta esa carga histórica, pero es momento de dejar de justificarse con el miedo que, por cierto, parece estar ausente al pasar semáforos en rojo, engañar a la SAT, votar a inescrupulosos, saltarse las filas, atropellar y huir o empuñar un arma y amenazar. Da la sensación de que únicamente se utiliza el miedo como elemento selectivo para no asumir la responsabilidad que toca.

El miedo empiedra el camino al infierno, y con cada falta de carácter -ciudadano, político o clerical- lo único que hacemos es dejar un espacio para que el malvado, que no suele tener miedo -o lo supera-, ocupe un espacio que debería vetársele. El Papa calla y el dictador se envalentona e irrumpe en la morada sacerdotal, y se los lleva; el ciudadano guarda silencio, y el político le roba paz, dinero y futuro. Y todo ocurre bajo el paraguas de la prudencia, “vaya a ser que por actuar todo vaya peor”. La incertidumbre de una suposición impide actuar sobre hechos concretos, presentes y palpables que suceden, y personas mueren por ello, mientras los tiranos pasean por el mundo porque seguimos justificándolo por miedo.

Tengamos miedo al miedo y no nos escudemos en el miedo para evitar asumir compromisos ni frente a las circunstancias históricas que la vida nos pone delante. Callar las injusticias, los desmanes, no enfrentar a las dictaduras o hacer declaraciones timoratas, no es miedo, es huir de la responsabilidad cuando no mostrar bajeza moral, cobardía y falta de carácter.

¡Digámoslo sin miedo!, y dejemos de escudarnos en una justificativa prudencia o respaldar a otros, aunque sea el Papa.


lunes, 15 de agosto de 2022

El discreto placer de envejecer

Los tiempos cambian, evolucionan, y son modelados por circunstancias imprevistas consecuencia del natural fluir de la vida

Cuando se cumplen años -yo lo hago en estos días- se suele hacer una inexorable reflexión sobre el tiempo. Sobre el transcurrido desde que nacimos, pero también sobre el que resta, que a cierta altura de la vida suele ser menor al vivido. Hace mucho que crucé esa línea imaginaria y mágica a partir de la cual la segunda cifra -los años que quedan- es cada vez menor que la primera. Tiempo pasado por experiencias adquiridas, es una especie de conformismo espiritual que compensa la realidad de un final cada vez más cercano, aunque no sea inmediato.

No hay nada más preciso que el tiempo -incluso en sus más pequeñas fracciones- pero no es lo mismo pasar unos minutos debajo del agua que amando a alguien, ver nacer y crecer a tus hijos o soñar toda una vida en apenas pocos minutos. El tiempo es irrecuperable, inasequible y relativo, a pesar de ser matemáticamente exacto, porque genera percepciones que nos hacen perder “la noción del tiempo”, y lo torna una ilusión ¡Qué contrasentido! 

El tiempo es un juego de suma cero, una especie de ecuación lineal incierta en su resultado. Nacemos sin saber cuántos años viviremos pero, en la media que pasan, entendemos que van quedando menos. Aprendemos que con el paso del tiempo las escalas de valores cambian como consecuencia de vivencias, aprendizaje, errores, …, todo es “cuestión de tiempo” para amoldar el entorno a nuestras experiencias.

El tiempo todo lo cura, también muchas veces lo procura; todo lo compone y a la larga incluso lo descompone, y no se detiene. Ni siquiera el amor es capaz de parar el tiempo, aunque muchas veces reinicia el conteo según los momentos mágicos e imprevisibles del corazón. Desamores, desencantos, infortunios, perdidas de seres queridos y un largo etcétera de experiencias negativas se olvidan, o al menos se silencian y archivan, con el paso del tiempo. Una especie de borrador inteligente que las desvanece, aunque torna indelebles las positivas y los buenos recuerdos que los deja intocables, o los magnifica.

Todos hemos imaginado alguna vez qué haríamos si nos quedara un tiempo limitado de vida. Un año, seis meses o incluso menos, posiblemente un día, y quizá nos hayamos deprimido con solo pensarlo y rápidamente lo hemos sacado de la cabeza. La mejor conclusión parece ser que, al margen del tiempo que nos quede, hay que vivir la vida, y mejor vivirla como si fueras a morir mañana. 

Tampoco es del todo cierto que “tiempos pasados fueron mejores”, lo que únicamente sirve para condenar el futuro. Cada quien ha vivido intensamente “su” tiempo y colateralmente el de “otros” -antes y después del suyo- aunque gustamos de resaltar “el nuestro” porque es aquel en el que las experiencias se acumularon más intensamente, mientras descartamos las limitadas del pasado o los temores del porvenir. Los tiempos cambian, evolucionan, y son modelados por circunstancias imprevistas consecuencia del natural fluir de la vida. Es un tanto verdad aquello de “se le pasó el tiempo” o “no hay que perder el tiempo”, porque la vida discurre a una velocidad que casi no somos capaces de advertir, si no pregúntele a quienes no pueden disponer libremente de su tiempo.

El tiempo nos cambia, nos hace madurar, nos desgasta, nos llena de cosas -algunas inservibles-, nos moldea y nos embellece. Hace fluir la razón, la paciencia, el saber, los recuerdos, pero también los sentimientos, la añoranza, el otoño del amor, la esencia de la vida… 

Hoy, con un año más en esa escalada de la vida, el tiempo me habla en silencio con cierto desdén y melancolía.


lunes, 8 de agosto de 2022

El claroscuro de la política nacional

Quienes someten realmente el país integran un staff entre bastidores que concentra el poder y el control de los interruptores necesarios para ello


Cada cuatro años, con precisión matemático-legal, sostenemos una repetitiva y contumaz discusión social sobre cuál será la dupla más adecuada de candidatos presidenciales para administrar el país, amén de los diputados y alcaldes. Como los votantes no convergen en una suficiente mayoría que legitime cualquiera de las opciones, casi siempre la discusión se zanja tras seleccionar a los menos malos.

Al poco de acceder los electos al cargo -esto también es recurrente- se produce un enorme desencanto social porque las expectativas no se ven satisfechas y lejos de quedar ahí el problema, comienza la rampante corrupción en sus diferentes manifestaciones: obra pública, pactos sindicales, reparto presupuestario, compras sobrevaloradas, y un largo etcétera sobradamente conocido ¿Por qué se reproduce sistemáticamente ese modelo? ¿Acaso todos los candidatos que elegimos llevan en su “genética política” el germen de la corrupción? La respuesta no es sencilla salvo que aceptemos que hay un eje permanente y transversal a todos los gobiernos -o a la mayoría de ellos- que oculto e invisible, actúa tras bambalinas y pudre el sistema. 

Desde tiempos de la UNE, Gustavo Alejos se constituyó como un poder manipulador que continúa hasta la fecha, a pesar de los procesos abiertos en su contra. Las declaraciones de Sinibaldi y Valladares evidencian cómo un colectivo de diputados recibió dinero para aprobar leyes o tomar ciertas decisiones. Y no dejamos de ver denuncias y presencia de militares que, alejados de la milicia, realizan labores relacionadas con inteligencia, narcotráfico, maras y crimen organizado, entre otras.  Todos ellos actúan concurrentemente, no siempre asociados, con el fin de perpetuarse y contar con el control real del país, por medio de acumular poder difuso, independientemente de quienes sean depositarios del poder legal.

El modelo es muy simple y efectivo. En época electoral prestan sus servicios a candidatos/partidos que requieren votantes, publicidad o atacar al contrario. Hemos visto por años utilizar el colectivo de los patrulleros de autodefensa como grupo de presión, pero también como ciertos personajes son capaces de movilizar Departamentos y municipios con regalos, promesas, almuerzos, rifas y cuestiones similares. Cuando los apoyados por ellos son favorecidos con el voto -que es casi siempre- les reclaman espacios y el pago por la contribución preelectoral o bien chantajean y someten a las autoridades electas porque conocen perfectamente sus vidas, y las tienen documentadas. A partir de ahí se dispara la corruptela, el favoritismo, el nepotismo y el gobernante comienza a confrontar a la población que lo voto ¿Le suena eso?

Quienes someten realmente el país integran un staff entre bastidores que concentra el poder y el control de los interruptores necesarios para ello. Quizá esa sea la razón del porqué nos “equivocamos” por décadas al elegir a unos u otros, y es que soslayamos que siempre están ahí los mismos mercenarios, aunque con el tiempo se han ido sofisticando y adaptando a los cambios. 

La corruptela en puertos y aeropuertos sigue una línea de “tradición familiar”, al igual que el control de aduanas, pasaportes, migración, obra pública, proveeduría al Estado, ciertas universidades -especialmente la estatal-, colegio de abogados y notarios, municipios cercanos a la frontera, etc. Desmantelar esos grupos debería ser el objetivo político-judicial primordial de un candidato con mínimo grado de decencia política aunque el problema no será encontrar al político, sino que esas fuerzas permitan que pueda ser elegido sin su apoyo, aquiescencia y permiso.

Ahí tiene un importante aspecto a considerar en su voto 2023. No a partidos que incluyan a mafiosos ni estén relacionados con ellos. Sea responsable y comienza a asumir el destino del país.

lunes, 1 de agosto de 2022

Del caos al orden y viceversa

La detención del director de elPeriodico es muy grave, particularmente porque no se sabe si lo fue por cuestiones personales o profesionales

Detener a un periodista, empresario, sindicalista o catedrático, no es, como muchos han coligado frívolamente, atentar contra la libertad de expresión/prensa, empresarialidad, sindicalismo o libertad de enseñanza, salvo que la persona sea arrestada como consecuencia del ejercicio de su profesión y no por sus acciones individuales. Algo tan obvio y racional se olvida con frecuencia, y emocionalmente, de forma gremial o por ese indescriptible y morboso placer de los “likes”, hay quienes se colocan del lado de afectado -aún sin conocer los hechos- y apuestan por una versión presentada como verdad incuestionable, antes de haber comenzado a debatir con pruebas concretas lo que sucedió. Nos acostumbraron -y aceptamos- condenar o defender a personas antes del juzgamiento en tribunales, sólo por lo que “se decía” de ellas. La verdad oficial se tornó verdad judicial y ahora predomina la verdad mediática o de redes, sin advertir cuánto socavamos con ello el Estado de Derecho que reclamamos.

La detención del director de elPeriodico es muy grave, particularmente porque no se sabe si lo fue por cuestiones personales o profesionales. Si por su actuar individual es acusado de cometer un delito -y se termina probando- seguramente ciertos medios de comunicación/periodistas sufrirán un embate importante en su credibilidad, al asociarse a la persona con lo que pudo haber publicado su medio. Pero si la captura obedece a que las publicaciones del medio molestan a políticos, el escándalo tomará proporciones inimaginables porque el aparato gubernamental-judicial habrá operado contra una de las manifestaciones más importante en democracia: la libre expresión.

A la fecha, y con la información disponible -no digamos la que se tenía hace tres días- es difícil ofrecer una explicación suficientemente racional más allá que aquella emocional basada en el sentir y parecer de cada uno. Quienes creen al periodista, descalificarán la acción del MP, y viceversa, quedando un grupo en medio que prefieren esperar a tomar una postura en la medida que los hechos se conozcan. Me uno a esta última porque la prudencia y la sensatez -no el miedo ni la timidez- aconsejan permanecer hasta que haya elementos de juicio suficientes, que hay que reclamar urgentemente.

Es de poca discusión que los sucesos han provocado perplejidad y reacciones fuertes y diversas, especialmente en estos momentos de polarización nacional a la que algunos nos conducen y muchos se dejan arrastrar. Un MP que no presente la acusación suficientemente sustentada y con hechos fácilmente valorables, quedará totalmente descalificado -al igual que el juez que decretó las actuaciones- y no podrá dar marcha atrás en la sensación que generen. Pongo el énfasis en el ente acusador porque lo que hay que demostrar es la culpabilidad, nunca la inocencia.

El caso me perturba y crea una sensación difícil de describir, que no es diferente del efecto que me produjo la ola de comentarios que crearon una opinión publicada presentada como verdad indiscutible, a pesar de desconocerse las circunstancias precisas. Nos acostumbramos a que el ruido se sobreponga a la razón y se construya una verdad mediática difícil de confrontar aun con otra judicial o real, y me preocupa porque no es la primera vez que ocurre sino que se incrementa con el tiempo. Quienes se dejan llevar por esos mensajes iniciales, repetidos hasta la saciedad, conceden autoridad a aquellos que los promueven -falacia de autoridad- y aceptan a pies juntilla la versión publicada. Pareciera que el siglo XXI nos ha vuelto más analfabetos funcionales de lo que pensamos, a pesar de tener mejor acceso a la educación y a información plural.

(Esta columna se cerró el lunes 1 de agosto a las 14:00 horas).


lunes, 25 de julio de 2022

Borrachera de poder y dinero del “jefe”

Nuestros hijos, que luchan por un mejor futuro, merecen que tomemos unos minutos de nuestro tiempo para votar con la cabeza y no con los pies

Hace pocos días circuló un video en redes que llamó poderosamente la atención y generó diferentes reacciones, entre las que destacaron, con mayor profusión, el rechazo, la vergüenza, la pena y la indignación, por eso de cuidar el uso de calificativos y no emplear otros más vehementes. 

El protagonista fue Miguel Martínez -M&M-, aunque había otros actores secundarios en ese espantajo clip. Subido en una tarima -junto con veteranos de la escena política nacional- y micrófono en mano, cantó,  abrazado con el gobernador de El Progreso, el narcocorrido “jefe de jefes”. Borrachos de poder, se contorneaban al ritmo de la música norteña y coreaban frases que no merece la pena repetir. Envalentonado o chamicado por el dios Baco -y cual viejo verde que ríe las gracias del púber- el gobernador besaba en el cuello al cantarín aspirante a diputado, mientras eran alentados, a modo de impetuosos mariachis de cantina, por quienes les acompañaban en el estrado. El esperpéntico dúo -y su grupos de coristas- intentaron imitar a  “Los Tigres del Norte” pero no pasaron de “Los Zopilotes del Nororiente” ¡Qué deprimente espectáculo!

Me da igual quien sea M&M y lo que haga con su vida; su origen, edad, estudios, tendencias o con quien yace o pace, pero desea ser diputado, y eso es justamente lo que me llama la atención y, sobre todo, me preocupa.  Si los votos de los exaltados ciudadanos -que aplaudían y sostenían aquella humillante zarabanda- le permiten ocupar una curul, deberemos pagar y soportar otro inútil “prohombre de la patria”. Desconozco si el personaje -por las compañías en las que se encontraba- está asociado al crimen organizado, a mafias de las que campa por el Congreso o al actuar corrupto de muchos políticos, pero claramente es un inexperto y, además, maneja muy mal la inteligencia emocional, el poder que cree ejercer eternamente y el discurso que proyecta. 

Como ciudadanos debemos cuestionarnos permanentemente a quienes votamos y cuántos de esos personajes como Neto Bran, Baldizón Jr., Tres Quiebres, etc., ocuparán un puesto en el Congreso, en alcaldías o en cualquier otro lugar. También, si vamos a seguir pagando sus salarios con el sudor de nuestra frente, mientras siguen riéndose con ese descaro que nos convierte en imbéciles sin remedio. Muchos preguntan, ¿qué es lo que puede hacerse para cambiar este sistema?, y creo tener una respuesta sencilla y muy efectiva: no vote a ningún partido político que incluya en sus filas a candidatos que no estén suficientemente contrastados. De lo contrario, será cómplice de lo que ocurre y deberá asumir su responsabilidad como elector. No solo hay políticos corruptos, sino también ciudadanos que permiten y promueven, con sus votos, la corruptela de políticos.

No elija inexpertos, deshonestos ni criminales, muchos menos narcotraficantes, porque todos ellos generan el mismo resultado en políticas públicas: ninguno o muy malo, y ya deberíamos estar cansados de sufrir las consecuencias de esos personajes y su vergonzoso actuar. Nuestros hijos, que luchan por un mejor futuro, merecen que tomemos unos minutos de nuestro tiempo para votar con la cabeza y no con los pies, como hemos venido haciendo. La acción es tan condenable y deleznable como la omisión, así que sea ciudadano responsable y no apueste por quien esté marcado con un aureola de inexperiencia, ineficacia o delincuencial.

Lamentablemente se repetirán muchas más imágenes como la que vimos, pero servirán para mostrarnos lo que hay y darnos elementos para decidir certeramente sobre a quienes no tenemos que votar, pase lo que pase. 

Ya tiene la solución, ahora tenga el valor, el coraje y la decencia de implementarla.