Muchos estamos hartos, pero como buenos esclavos, como felices súbditos, como lacayos, se nos nota poco y sonreímos a una miserable vida
Estoy cansado, decepcionado, desilusionado, podrido de la política nacional y regional, y de la poca calidad y escasa ética de la mayoría de los políticos. Repetimos constantemente lo de siempre, reflejo del pasado reciente, de nosotros mismos. Somos una bandada de papagayos quejumbrosos incapaces de levantar el vuelo, mientras aleteamos desde las ramas sin atrevernos a abandonarlas.
Estoy cansado de que el servicio exterior se llene de amigos, amantes y parientes que pasan del anonimato a cónsules, por el hecho de ser familiar de una “narcodiputada” o hijo de una verdulera y rústica televisiva. Extenuado de que el dinero público lo roben con abierto descaro y hundan el país un poquito más cada día. Furioso de ver cómo los magistrados de la Corte Suprema prolongan sus cargos con socarrona burla de quienes se sienten intocables. Podrido de ver despilfarrar alegremente dinero en componer himnos que nadie entonará o en una “marca país”, y que solamente servirán para estimular el ego de quienes lo promovieron desde sus cargos. Asqueado por el gasto millonario que diputados y otros taimados de la farándula política se recetan en seguros médicos, indemnizaciones, bonos, comidas, bebidas y combustible, mientras tenemos uno de los índices más altos del mundo en desnutrición infantil. Encolerizado porque se paguen jugosos salarios a jueces, magistrados, diputados, alcaldes y al binomio presidencial, para que constantemente muestren su incapacidad, falta de coraje, ineptitud o no den la talla en la resolución de los asuntos de interés público.
Estoy realmente derrengado de que narcotraficantes, lavadores de dinero y delincuentes similares ocupen puestos en el Congreso o aspiren siquiera a ello, pretendiendo mutar su condición de criminal confeso o inútil manifiesto a “honorable” diputado. Exhausto de que esos vagos nos vean diariamente la cara y se rían de nosotros, mientras apenas nos queda tiempo para estresarnos en el tráfico, trabajar y mantenerlos. Hasta las narices -y más abajo- de extremistas y mercenarios de fundaciones que promueven continuamente violencia, mientras apuñalan mortalmente al país. Empalagado de sindicalistas depredadores que negocian sin escrúpulos bajo la mesa, mientras condenan a cientos de miles de niños a un terrible futuro. Abrumado de sostener un sistema ineficiente que pagamos carísimo. Molesto con farsantes que usan el nombre de Dios para justificar sus pérfidas acciones. Hastiado de que nuestros hijos y jóvenes no puedan obtener un puesto por méritos sin tener que acudir al favor del mandón de turno. Irritado de esperar meses para obtener un pasaporte. Cabreado de que la mayoría de las denuncias únicamente sirvan para formar parte de estadísticas de casos no resueltos. Exasperado de no poder caminar por las aceras sin tropezar, de que las calles se inunden cuando llueve, de que los tragantes no recojan las aguas, de los taludes que se caen, de los hoyos en las carreteras, de que se desmonte el país a puchitos. Estoy enfadado, endemoniado, ofendido, lastimado…, me repugna la situación nacional.
Muchos estamos hartos, pero como buenos esclavos, como felices súbditos, como lacayos, se nos nota poco y sonreímos a una miserable vida que nosotros mismos nos otorgamos con silencio y parsimonia. Sin embargo, no estoy lo suficientemente cansado ni mucho menos agotado para no denunciar, evidenciar, condenar, luchar y pelear contra ese hatajo de delincuentes que mantienen el país en condiciones de miseria y nos condenan al fracaso.
Si nace en un mundo en que no encaja es porque ha nacido para ayudar a crear uno nuevo, así que espero que usted también tenga energía, pero sobre todo que la saque en algún momento, antes de que por conformismo sea demasiado tarde para todos.