Esto es una lucha de poder por la sobrevivencia de un partido que se acostumbró a incidir en política en el último quindenio
Los sucesos que vivimos desde hace un par de semana se achacan al presupuesto, al actuar de los diputados y a la poca eficacia del gobierno. Sin contradecir lo anterior, es bueno precisar. El presupuesto detona una crisis que comenzó en enero de este año, producto de una situación política que no debe pasar desapercibida: la perdida de poder de la UNE. Siempre ha habido un presupuesto desfinanciado y alto endeudamiento, y no ha generado este rechazo, ¿por qué ahora y tan ruidosamente?
Desde que la UNE dejara el poder en 2012, ha ejercido un papel predominante en la política nacional, justo hasta ahora. Su candidata quedó, en dos ocasiones, en 2º lugar en elecciones presidenciales y continuamente han tenido un importante número de diputados -en torno a los 50- con excepción del 2015 que fueron 36, pero LIDER -su hijo político putativo- obtuvo 44, y la suma superó la de otros años. Es igualmente significativo el número de alcaldes uneistas -en torno a los 100 en cada elección- excepto nuevamente en la de 2015 en la que LIDER obtuvo 130 y sumados casi llegaron a los 200. Es decir, por lo menos una tercera parte del Congreso y de las municipalidades “ha pertenecido”, directa o indirectamente, a la UNE desde 2008.
El año 2020 no se perfilaba diferente -52 diputados y 108 alcaldes- y seguramente se visualizaba una forma de cogobernar similar a las pasadas: pactos, alianzas, cuotas de poder, etc. Sin embargo, en dos ocasiones, han recibido un soberano bofetón y no pudieron -por primera vez desde 2008- tomar las riendas del Legislativo porque un pacto diferente hizo tambalear las ambiciones políticas del hasta entonces partido hegemónico. Se suma a la debacle la lucha interna, lo que desató los peores demonios.
La UNE ha visto como desapareció Encuentro por Guatemala y cedió ese espacio ideológico. El actual ninguneo puede llevar a la UNE a desaparecer en el mediano plazo por perdida de protagonismo político y ausencia de apoyo municipal -alcaldes que pueden cambiar de mano incentivados por algunos rubros incluidos en el presupuesto aprobado-, y quizá de ahí la preocupación. Esto es una lucha de poder por la sobrevivencia de un partido que se acostumbró a incidir en política en el último quindenio y que súbitamente le han arrebatado el protagonismo, a la vez que han surgido otros grupos políticos como alternativa.
Sin descartar que el gobierno no ha hecho las cosas bien, la forma no puede tapar el fondo. Si todo sigue como hasta ahora, el partido VAMOS no tiene futuro inmediato porque está muy personalizado en Giammattei, lo que no ocurre con la UNE que cuenta con una generación que aspira al poder, y cuando consiguen casi quitarse a Sandra Torres, les aparece un obstáculo que los confronta y anula, además de una alternativa política. Esa frustración se traduce en querer capitalizar la protesta sobre algo que siempre paso: un presupuesto desfinanciado, aunque hasta ahora no era problema porque lo manejaran en común acuerdo. A la “indignación” se han unido otros partidos minoritarios que también quieren sacar tajada y encuentran en la coyuntura una razón suficiente, aunque ninguno presenta una alternativa de presupuesto que nos diga claramente qué harían ellos, mientras seguimos escuchando críticas pero no propuestas. El ambiente está calentado por un combustible de guerra por el poder. Vemos las llamas, pero no donde se generan, y nos distraemos con el calor que producen, sin entender las razones de fondo. Desean replicar lo ocurrido en del 2015, pero estamos muy lejos de aquellos momentos y de lo sucedido entonces.